La columna de hoy

La opción civilizada

sábado, 12 de enero de 2013 00:00
sábado, 12 de enero de 2013 00:00

En cualquier lugar de la superficie de este planeta se habla de la cuestión criminal y no sólo en nuestra Provincia. Es casi lo único de lo que se habla en competencia con el fútbol. Claro que se habla al compás de los juicios emitidos en tono sentenciador por los medios masivos de comunicación, a veces en manos de grandes corporaciones enredadas con otras que le quieren disputar el lugar a los poderes del Estado. En nuestra Provincia se habla de la cuestión criminal como de un problema local. Y parecería que las soluciones pasan por condenar a uno u otro personaje, pero siempre hablando de un problema local en algunos casos casi municipal. Pocos se dan cuenta de que se trata de una cuestión mundial, en la que se está jugando la forma futura de convivencia e incluso quizá del destino mismo de la humanidad en los próximos años, que puede no estar exento de errores fatales e irreversibles. Si nos quedamos en el plano del análisis local perdemos lo más profundo de la cuestión, porque miramos las piezas sin comprender las jugadas del tablero de un ajedrez macabro, en el que en definitiva se juega el destino de todos. Cuando nos limitamos a esos juicios quedamos entrampados en el manipulador ardido de que las cosas nos pasan sólo a nosotros. Desde mi posición como adolescente afirmo que no estamos ante fenómenos sólo locales, sino también nacionales e internacionales que integran un entramado mundial. Insisto: si no comprendemos ese entramado siempre moveremos mal las piezas, perderemos partida tras partida y debemos hacer el mayor esfuerzo por impedirlo, porque en el fondo se juega una encrucijada civilizatoria, una opción de supervivencia, de tolerancia, de coexistencia humana.
Vivimos un momento de poder planetario que es la globalización, que sucede al colonialismo y al neocolonialismo. Cada momento en este continuo proceso histórico del poder planetario fue marcado por una revolución: la mercantil del siglo XIV, la Industrial del XVIII y ahora la tecnológica del XX que se proyecta hacia el siglo actual. Esta última revolución –la tecnológica es fundamentalmente comunicacional. Y en ella también radica la responsabilidad de cómo se difunden los hechos en tanto y en cuanto somos habitantes de la aldea global, y por lo tanto permeables a los intereses de sus difusores. La idea de gestionar el peligro y el miedo desde lo comunicacional no es nueva, se remonta a los norteamericanos J. Simons y M. Feeley, quienes auspiciaron las estrategias del poder punitivo para neutralizar grupos de individuos potencialmente riesgosos, evitando caer en argumentos sobre la culpabilidad y las garantías, los que terminarían, según estos negacionistas de derechos, siendo un obstáculo para el poder estatal en la lucha y persecución de los delincuentes. Fueron parte de sus propósitos logrados parcialmente, con el apoyo del poder comunicacional irresponsable, el instalar por ejemplo la idea de “grupos de jóvenes peligrosos”, creando un nuevo paradigma que no presta atención a los jóvenes como individuos o ciudadanos sino que los clasifica según niveles de peligrosidad de acuerdo a la condición social o económica de pobreza de los mismos, que al fin y al cabo es a quienes el sistema termina criminalizando. Me interesa en contrario de esa idea afirmar humildemente que sí se puede realizar prevención y detección temprana e inteligente del fenómeno delictivo juvenil, sin violentar derechos y garantías. Esto se hace respetando la normativa internacional y nacional que establece límites precisos a estos propósitos, sólo por mencionar: La Convención de los Derechos del Niño en su art 16:“1. Ningún niño será objeto de injerencias arbitrarias o ilegales en su vida privada, su familia, su domicilio o su correspondencia, ni de ataques ilegales a su honra y a su reputación. 2. El niño tiene derecho a la protección de la ley contra esas injerencias o ataques.”
El Art. 21 de las Reglas mínimas de las Naciones Unidas para la administración de la justicia de menores (“Reglas de Beijing”):“Los registros de menores delincuentes serán de carácter estrictamente confidencial y no podrán ser consultados por terceros. Sólo tendrán acceso a dichos archivos las personas que participen directamente en la tramitación de un caso en curso, así como otras personas debidamente autorizadas”.
El art 22 de la ley 26061 refiere: “... Las niñas, niños y adolescentes tienen derecho a ser respetados en su dignidad, reputación y propia imagen. Se prohíbe exponer, difundir o divulgar datos, informaciones o imágenes que permitan identificar, directa o indirectamente a los sujetos de esta ley, a través de cualquier medio de comunicación o publicación en contra de su voluntad y la de sus padres, representantes legales o responsables, cuando se lesionen su dignidad o la reputación de las niñas, niños y adolescentes o que constituyan injerencias arbitrarias o ilegales en su vida privada o intimidad familiar....”
Por eso creo que Catamarca y por la cantidad de hechos delictivos en los que se ven involucrados niños/as, adolescentes y jóvenes, expuestos de manera mediática como culpables, incluso violentando toda forma de sentido común cuando se los pone como tapa de un diario, sin que medie la posibilidad de su defensa, merece que se ponga atención en todo lo que se hace en estos casos, porque debe existir para todos una Política criminal que sea seria y acorde a los parámetros de un Estado de Derecho, deuda que mantiene el poder legislativo provincial al no tratar y aprobar un Sistema Penal Juvenil, vacío que trae ilegalidades e impunidades (policías bravas, ladrones que entran por una puerta y salen por otra , etc.) con todo el dolor y bronca que esto trae aparejado, creo que para todos y no sólo para mí. Por eso quiero que pensemos con conciencia sobre nuestro presente y especialmente en nuestro futuro, que es ese misterioso señor, que es la promesa que nuestros pasos seguirán queriendo tener sentido y destino. Y es en este mundo y en este lugar donde como catamarqueños lo esperamos. Y ahí está el problema. Nos estamos quedando sin la visión de futuro. El presente doloroso muestra que los violentos lo patean, como si fuera una pelota y meten miedo. Juegan con él los que no cumplen con las funciones para las que fueron elegidos, los voraces y corruptos lo exprimen, como si fuera un limón aun a costa de sembrar el pánico generalizado entre otras cosas que hacen sin ningún pudor. A este paso, me temo, más temprano que tarde podríamos aportar otro granito de arena para que el mundo no sea más que una piedra muerta girando en el espacio, sin tierra, sin agua, sin aire y sin alma. De esto se trata el pensar el futuro que queremos. Por eso le pido a todos, que pensemos dentro del Estado de derecho y no en la jungla de la justicia por mano propia, que no dejemos desalojar a la democracia y sus poderes de nuestro futuro. Porque para estar y para ser Pueblo, necesitamos que el futuro mejor siga estando en nuestros ideales, que siga siendo nuestra meta. Que sea la medida justa para resolver nuestros problemas, asumiendo la gravedad que éstos tienen. El futuro nos exige dar soluciones justas a la cuestión criminal, con todos los medios que sean acordes a la justicia, con cada cual ocupando su lugar, de no hacerlo es posible que no tengamos después, ni futuro, porque nos hundiremos irremediablemente como sociedad sin vivir la opción civilizatoria y democrática que nos proponen estos tiempos a nivel planetario, sobreviviendo mientras tanto en la tentación de volver a la ley del más fuerte como en los principios de la humanidad.

Lourdes Rodríguez
 

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