Correo & opinión

Agua, minería y criterio de prospectiva

viernes, 18 de enero de 2013 00:00
viernes, 18 de enero de 2013 00:00

Por Víctor Leopoldo Martínez
(Primera Nota)

Es más que evidente que en cuestiones ambientales, los medios naturales en general y la salud de ciertos ecosistemas y biomas en particular se deterioran rápidamente y de manera exponencial en relación al incremento de la actividad humana en materia industrial sin los debidos controles gubernamentales. La codicia de ciertos grupos económicos parece interminable, sin medida, sin ética ni moral alguna. La dureza o flexibilidad en materia de aplicación de normas ambientales está supeditada al grado de corruptibilidad o no que pueda existir en los funcionarios de áreas de gobierno vinculadas al tema. Esto se ve claramente en la relación Norte-Sur en materia de relaciones económicas y de comercio internacional. Los empresarios de los países centrales ven incrementar sus jugosas ganancias en la medida en que se aprovechan oprobiosamente de las necesidades de los países periféricos, externalizando a la vez los costos ambientales de su Nación de origen. Al tema lo explico con mayor precisión, con ejemplos concretos en mi trabajo “Guarda-Polvos, aorta pedagógica de la dependencia” Tomo I, ediciones EL EMILIO.
En más de una oportunidad hemos escuchado de boca de funcionarios nacionales, provinciales y/o municipales absurdas interpretaciones legales que avalaron -y avalan- actividades industriales con alto rendimiento económico para empresas extranjeras. Pero dichas empresas priorizan los bajos costos en materia de inversión en manejo y disposición de sus residuos, y esto hace que la actividad sea altamente peligrosa para la salud ambiental y por ende para la población. Resolver los problemas de salud en la población ocasionados por la contaminación y/o hacerse cargo del deterioro ambiental una vez finalizada la actividad “privada”, es descaradamente un subsidio encubierto de parte del Estado para con la actividad privada, que jamás pone estos ítems en la columna de sus “Debe”. Estos “funcionarios gubernamentales” (funcionales) argumentan que de esta manera se fomenta el desarrollo y el progreso de la zona, provincia, país o región al incrementar la oferta laboral y con ello mejorar la calidad de vida de los habitantes de las mismas. Una semi verdad usada desde la absurda visión neoliberal implementada en nuestro país al amparo de la última dictadura militar y llevada adelante hasta el paroxismo en los “90” por el menemato. La misma se asienta en la ridícula creencia que con la flexibilización en materia de legislación ambiental (como ocurrió con la laboral) se facilita la atracción de capitales inversores. Hoy todo el mundo sabe porque lo comprobó en carne propia que eso era falaz. Y digo semi verdad porque a simple vista cualquier ciudadano puede notar que la tecnología sustituye hoy por hoy -y cada día más- a la mano de obra, lo cual tira por la borda el argumento. Entonces rápidamente desplazan las responsabilidades al sistema educativo por no producir mano de obra “altamente calificada” para el uso de ciertas tecnologías. Ergo, al no haber ese tipo de mano de obra en el país, las empresas traen sus propios técnicos de sus países de origen; más trabajo para los foráneos, menos trabajo para los locales. Y no sería alocado pensar que esto se podría incrementar en el futuro en función de la fuerte crisis económica que aqueja hoy a los países centrales con notable incidencia en lo laboral. Seguramente ya lo habrán contemplado como posibilidad.
Esto pone al desnudo un círculo vicioso que traemos de arrastre y que por ahora no tiene visos de solución. Estas irresponsables actitudes de funcionarios locales no hacen otra cosa que exacerbar las problemáticas ambientales con fuertes consecuencias sociales.
El cambio climático es una realidad en ambos hemisferios y sería de suicida pensar que las razones de deben únicamente a cuestiones evolutivas naturales de nuestro planeta, procesos que por lo general llevan millones de años. La especie humana -por evolución o no- apareció hace solamente 30 mil años. Es más que claro que la notoria aceleración del fenómeno es producto de la irresponsabilidad y/o negligencia de ciertos humanos, quienes movidos por su inmediata codicia dejan de lado, o minimizan las consecuencias negativas que podrían tener sus actividades industriales en el resto de los mortales (sean estos animales, vegetales o humanos). Cometen los históricos errores que siempre cometieron los que creen formar parte de una elite. No se dan cuenta – o no quieren entender- que ellos también están en la misma nave que gira alrededor del sol; nave con serias posibilidades de colapsar en términos humanos-ambientales, y que ni las colonias en Martes o Urano los salvarán porque no se harán a tiempo y tampoco se trata de viajecitos de solamente unas cuantas horas.
Vale la anterior observación porque cuando digo salud ambiental incluyo al hombre. En la cumbre “Eco 92” realizada en Río de Janeiro -hace ya 20 años-, los brasileños habían levantado una consigna con visión de futuro que decía: “Nuestros hijos también son animales, cuidemos a nuestros niños”, en clara alusión al descuido de la especie humana por parte de ciertos “ambientalistas” que priorizaban -y algunos continúan priorizando- el cuidado de otras especies animales por sobre la especie “hombre”, todo esto dentro de un puritanismo a todas luces cuestionables por lo descontextualizado. Los llamábamos “pajarólogos”.

Director de “El Emilio”

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