La columna de hoy

No se olviden de Cabezas

sábado, 26 de enero de 2013 00:00
sábado, 26 de enero de 2013 00:00

En estos 16 años, los hijos de José Luis Cabezas crecieron sin su presencia. Agustina y Juan ya pasaron los 20. Candela, los 16. El papá de ellos dejó este mundo, en medio de la tristeza que provoco su muerte aquel 25 de enero de 1997. Su mamá Norma y su hermana Gladys siguen sufriendo. Como también su mujer, Cristina, quien se vio obligada a dejar el país. Esa es la otra parte de la historia, la parte más humana, la que muchas veces se esfuma detrás de lo que todo el mundo ve y conoce.
Se cumplieron 16 años del asesinato de José Luis Cabezas. Dieciséis años del peor atentado contra la libertad de expresión desde el retorno de la democracia. Y detrás de este hecho atroz y reconocido por todos, están las historias humanas de desgarros y ausencias, de la vida sin el ser querido, ese que fue arrebatado con un ardid criminal. El día a día de una tragedia. Esa película real que se vive en el universo de las víctimas.
Del otro lado están las historias de quienes fueron considerados –por los tribunales como los responsables del asesinato. El empresario Alfredo Yabrán, quien no pudo ser juzgado por haberse suicidado cuando escapaba de la justicia. El jefe de su custodia, Gregorio Ríos, que fue condenado como el instigador del homicidio y que, habiendo cumplido menos de diez años de prisión perpetua, salió de la cárcel y se fue a su casa a gozar de un régimen de arresto domiciliario, pero sin pulsera magnética y bajo la única vigilancia de su esposa.
También el otro asesino de José Luis, el ex policía Gustavo Prellezo, goza de ese privilegio. Lo mandaron a la casa de su padre en La Plata por problemas lumbares y ahora sólo lo custodia su papá. Cerca de allí, sus compañeros de tropelías, la banda de delincuentes comunes conocida como “Los Horneros” (Horacio Braga, Sergio González y José Luis Auge –el otro, Miguel Retana, murió en la cárcel-) hasta consiguieron trabajo en una pizzería y en un lavadero de autos. Aunque algunos de ellos –Braga y Auge– debieron volver a prisión por violar la libertad condicional, pero aun así no se privaron de salir a ver a sus seres queridos. Y los policías de la Costa, Sergio Cammaratta y Aníbal Luna, quienes regresaron a Valeria del Mar y ahí andan, según cuentan los vecinos, haciendo trabajos de seguridad o llevando alguna palabra evangelizadora casa por casa. Y el ex comisario Alberto Gómez, quien liberó la zona en la madrugada del crimen, al que también se ha visto en alguna época haciendo tareas de vigilancia privada por la zona. Como quien dice, los zorros cuidando el gallinero.Todos ellos, los asesinos, pueden gozar en este presente el acto inconmensurable de estar cerca de sus familias. Pueden ver a sus hijos crecer. José Luis, no. Sus hijos crecieron sin él. Sus vidas trascurrieron con ese velo de dolor y ausencia. Lo mismo que las de sus padres, su hermana, y su mujer, a la que le secuestraron sus sueños de poder construir en este país una familia con su hombre.
Para todos ellos, el “Caso Cabezas” no es un “caso”. Es su vida. Es ese José Luis papá, esposo, hijo, hermano y amigo que no está. Es ese sentimiento de impotencia y desprotección que da saber que sus asesinos están ahí, al acecho de todos, sin haber cumplido ni siquiera una mínima parte de su condena.
Yo tengo la edad de su hija menor y en mi memoria llevo la huella imborrable de las convicciones de José Luis, transmitida por mis padres y adquirida por formación intelectual.Jose Luis nos dejo un mensaje muy claro que es el hacer un periodismo libre y sin miedos, cueste lo que cueste.
Por esa persona, por ese periodista grafico miles de personas salieron a la calle a reclamar justicia junto a su familia, junto a sus colegas, junto a los sindicatos que nuclean a los periodistas, junto a las asociaciones periodísticas en definitiva junto a toda la sociedad argentina que pedía lo mismo.
Se consiguió bastante. Se lograron condenas ejemplares en poco tiempo, para lo que es el sistema judicial argentino. Pero también se recibió una nueva bofetada cuando se les redujo la condena a los asesinos y, uno a uno, fueron dejando atrás la prisión. Esa justicia que se convirtió en injusticia.Una vez más. Se cumplieron 16 años del asesinato de José Luis Cabezas. Él no está. Pero sí está. En los recuerdos de su familia y amigos, en la memoria de una sociedad que se conmovió por el crimen y en la conciencia –si es que les queda algo de ella– de sus asesinos. Nada ni nadie nos devolverá a José Luis. Pero quiero recuperar aunque sea la ilusión de que la justicia haga honor a su nombre. Y que los criminales vuelvan a prisión. Para escribir otras historias. Para escribir otra Historia

Lourdes Rodríguez

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