Correo y opinión

Escuchándonos

domingo, 17 de febrero de 2013 00:00
domingo, 17 de febrero de 2013 00:00

En los medios masivos de comunicación y en la industria del entretenimiento circulan discursos que van sedimentando nuestra forma de ver el mundo y de pensarnos a nosotros mismos. Estos discursos son como lentes mediante los cuales miramos lo que entendemos por realidad. Así se van determinando nuestros valores: Qué es lo bueno y lo malo. Qué es lo bello y lo feo. Qué asociamos a la idea de ser felices y de estar realizados como sujetos.
En México se realizó un estudio que dejó en evidencia cierta dominación cultural. Les dieron a niños de entre 6 y 10 años un muñeco de tez blanca, rubio y de ojos claros, y otro de tez morena y de ojos de marrones. Todos los chicos dijeron lo mismo: Les gustaba el muñeco blanco. Mientras que le atribuyeron características negativas al juguete morocho; ése era el malo.
Cuando le preguntaron a un niño a cual se parecía, él señaló al muñeco blanco. Pero tuvo que hacer un gran esfuerzo para explicar en qué se asemejaba. Finalmente dijo, “me parezco en la forma de la oreja”.
En el mismo sentido les comparto una experiencia personal. Jugando con mi hijo que tenía 3 años, le mostré dos dibujos de mujeres de espalda. Sólo se les veía el pelo largo. Una tenía el pelo rubio y la otra negro. Cabe aclarar que soy morocho, que su mamá es morocha y que sus abuelos y abuelas también lo son. Es decir, sus referencias afectivas más fuertes respondemos a esa estética. Sin embargo, al preguntarle cual creía él que era la más linda, me contestó la rubia. ¿Qué es lo que hace que un niño de 3 años asocie la belleza a ser rubio? Evidentemente, los mensajes que circulan en publicidades, dibujitos, juguetes, remeras, series y películas asocian lo bello y lo bueno a una determinada estética. Luego esta forma de ver el mundo nos atraviesa y se constituye como parte de nuestra identidad.
Cabe aclarar que estos discursos pudieron consolidarse porque en la base había sectores dominantes que asociaban la idea de progreso a la población Europea y de Estados Unidos. Ya la expresaba Domingo Faustino Sarmiento en la dicotomía “civilización o barbarie”. La civilización era la forma de vida europea, con su gente, cultura, modelo y sistema. La barbarie era lo nativo, los gauchos, los pueblos originarios, lo distinto al pensamiento hegemónico.
En el mismo camino durante años se invisibilizaron nuestras características identitarias, para ilustrarlo podemos tomar la expresión “los argentinos descendemos de los barcos”. Sin embargo, el 56% de los argentinos tiene antepasados indígenas. Así lo determinó un estudio realizado por el Servicio de Huellas Digitales Genéticas de la Universidad de Buenos Aires. Según Daniel Corach, director del Servicio, profesor en la cátedra de Genética y Biología Molecular de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA e investigador del Conicet, “lo que queda al descubierto es que no somos tan europeos como creemos ser”.
Como sostiene Eduardo Galeano, “los indios de las Américas viven exiliados en su propia tierra. El lenguaje no es una señal de identidad, sino una marca de maldición. No los distingue, los delata. Cuando un indio renuncia a su lengua, empieza a Civilizarse. ¿Empieza a civilizarse o empieza a suicidarse?”
Según el informe “Buenas Prácticas en la Comunicación Pública” del Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI), “la presencia y representación de los pueblos originarios en los medios de comunicación es muy escasa. Se produce cuando hay un caso muy resonante, generalmente ligado a un conflicto de tierras con terratenientes o empresas que pretenden desalojarlos. En estos casos, no se contextualiza la problemática con sus derechos ancestrales reconocidos constitucionalmente.” Asimismo, es oportuno recordar que “no todos los pueblos Indígenas-Originarios viven en la pobreza. Cabe señalar que su concepto de riqueza no es el mismo que el del mundo occidental capitalista.”
Actualmente, a partir de la Ley de Medios, se abre la posibilidad de construir nuevas formas de comunicarnos, de vernos y de pensarnos. Por lo cual, tenemos la posibilidad de desarrollar nuevas subjetividades.
En ese marco, en la actualidad la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (Afsca) entregó 18 autorizaciones para distintas radios de pueblos originarios. Asimismo, existen dos radios de gestión mapuche en la provincia del Neuquén: FM “Aletuy Wiñelfe”, en la comunidad Algo (Aluminé) y FM “Newen Wece”, en la comunidad Linares (Junín de los Andes). Mientras que en la provincia de Chubut, en El Maitén, existe la radio FM “Petu mogeleiñ”. También, recientemente se inauguró “Wall Kintun”, el primer canal de los pueblos originarios de la Argentina.
Para la productora general del Canal, Inalen Antillanca, “el proyecto Wall Kintun TV es una construcción colectiva. La posibilidad de que exista el derecho a la comunicación con identidad no es algo aislado, no es un invento. Es parte de un proceso de lucha y articulación con muchos sectores, incluso aquellos que no son pueblos originarios. En nuestro canal queremos mostrar las realidades políticas económicas interculturales.”
Comunicarnos, describir nuestros problemas y construir lo que entendemos por realidad desde otras perspectivas nos permitirá redefinir nuestra identidad.
En enero de 2012, una periodista le preguntó a Jorge Lanata qué opinaba de la ley de medios. Le respondió con otra pregunta: “¿quién carajo va a escuchar la radio de los wichis?” Si logramos construir nuevos medios de comunicación y desarrollar nuevas formas del ver el mundo, seremos muchos escuchándonos.

Roberto Samar
Licenciado en Comunicación Social
Docente de la UNRN

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