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sábado, 9 de marzo de 2013 00:00
sábado, 9 de marzo de 2013 00:00

“Se llama accidentes de tránsito fatales a los crímenes que cometen los automovilistas”
Eduardo Galeano

¿Hasta cuándo una persona que maneja un auto como si fuese un arma gozará de impunidad?
¿Por qué se trata, legal y penalmente, de la misma manera a un conductor que mata accidentalmente a una persona y a otro que lo hace por manejar en estado de ebriedad y/o drogado, o en una picada, o abandona a la persona atropellada?
¿Por qué la Justicia deja en libertad a quien obra con dolo eventual, que es el resultado que no excede el propósito del homicida, porque actúa a sabiendas del riesgo que asume y de que el resultado lesivo y fatal se producirá, si no hace nada para evitarlo, decidiendo otorgar tal beneficio, según el ardid legal de la defensa del asesino acusado y el código penal que en esta cuestión, bajo el pretexto de que obra con culpa por imprudencia, negligencia, impericia o inobservancia de leyes, reglamentos u ordenanzas municipales deja libre a quien mata sin arrepentimiento?
¿Por qué los familiares de las víctimas de accidentes de tránsito tienen que exponer con tanto dolor ante los medios de comunicación las penosas circunstancias para que recién la situación de sus seres queridos tenga algún tratamiento judicial, si lo tiene?
¿Por qué un asesinato producto de la inseguridad moviliza y conmueve mucho más que un muerto por la imprudencia o la irresponsabilidad criminal de un conductor?
¿Por qué no se muestra en profundidad la necesidad de que existan leyes y jueces probos que instauren definitivamente el castigo a los conductores irresponsables que matan?
¿Por qué en Argentina, y particularmente en Catamarca, no hay nadie preso por conductas viales que provocaron muertes?
¿Por qué en Argentina y en Catamarca la vida de un peatón o de personas comunes no vale nada?
¿Por qué pensamos que nunca nos puede tocar un drama así?
Estoy convencida como joven adolescente, hija, hermana y amiga de cualquier víctima, anterior, presente o futura, en comparar al auto con un arma; ésa es la imagen que precede a las preguntas. Acelerar es como disparar, les proporciona a los asesinos al volante el mismo placer y el mismo poder, mucho más cuando están estimulados por alcohol y/o drogas. Por eso, quitarle la vida a víctimas honradas es frecuente dadas estas condiciones, que están respaldadas por la impunidad perpetua de la que goza la acción criminal que llevan adelante. La coraza de cuatro ruedas parecería que en Catamarca, cuando más potente, mejor, y pone en relieve el arraigado poder abusivo e indiferente de los que administran Justicia y de los que matan al volante, total nadie les puede reclamar por nada, siempre están protegidos por lo más vil y hasta corrupto del sistema legal, que en estos casos les da la facultad para decidir sin recurrir a lo que es justo y necesario.
Hay que revertir con justicia ejemplar esta tendencia mortal que desprecia el valor de la vida, caso contrario todos seguiremos viviendo condenados al miedo perpetuo de quienes pisan el acelerador a fondo, para aplastar la vida de personas comunes sin que nada les importe, porque saben que siempre tendrán las ventanillas cerradas del auto y el aplauso de la ley, para no escuchar los gritos desgarradores de dolor y sufrimiento que producen con cada muerte impune y sin castigo que ocasionan.
A mi entender y por sentido común, ni las ventanillas cerradas, ni los apellidos, ni el poder económico o político pueden negar que estos hechos son criminales y que merecen la cárcel desde el primer momento y por mucho tiempo.

Lourdes Rodríguez

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