Correo y opinión

El recuerdo de Don Raúl

sábado, 13 de abril de 2013 00:00
sábado, 13 de abril de 2013 00:00

Don Raúl está en la historia. El 31 de marzo se cumplieron cuatro años desde que pasó a la eternidad. A lo mejor es el recuerdo más fuerte que me transmitieron mis padres. Y me imagino que seguramente está tomando unos mates con don Hipólito Irigoyen y don Arturo Illia en el cielo de la austeridad republicana y la honradez. O saludando a la gente por las calles de la memoria, con dignidad y la frente alta, como le gustaba hacer aquí en la tierra.
Don Raúl, el padre de la democracia recuperada, caminando lento, como perdonando el viento, según la canción emblemática del Día del Padre. Don Raúl, firme en sus convicciones y peleando con coraje contra ese maldito cáncer que lo rompió pero que no lo pudo doblar. Como quería don Leandro Alem.
Ahí está don Raúl que – mirado en perspectiva- fue uno de los mejores presidentes que se supo conseguir como pueblo. Con todos sus errores, con todas sus equivocaciones, a casi tres décadas de la epopeya de la vuelta a la libertad, creo que Alfonsín es el que más se ha destacado por sus valores morales de los presidentes que tuvimos y también creo que es el mejor que ha correspondido en el respeto a la sociedad, en aquella época en la que gobernó.
Ahí andaba don Raúl con las manos limpias, viviendo y muriendo en el mismo departamento de siempre, honrado como don Arturo, corajudo como Alem manda. No quiero decir que el doctor Raúl Alfonsín haya sido un presidente perfecto. De ninguna manera. Fue tan imperfecto y tan lleno de contradicciones como todos nosotros. La democracia es imperfecta. Apenas, es el sistema menos malo.
Pero nadie puede desmentir que Alfonsín fue un demócrata íntegro. Nunca ocupó ningún cargo durante ninguna dictadura. Y eso que muchos de sus correligionarios sí lo hicieron. Estuvo detenido por defender sus ideas. Fue un auténtico defensor de los derechos humanos de la primera hora y en el momento en que las balas picaban cerca. Fue su bandera permanente. Se jugó la vida por eso. No fue por una cuestión de oportunismo ni para cazar dinosaurios en el zoológico. Fue defensor de presos políticos durante la dictadura, reclamó por los desaparecidos y fue co-fundador de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos. Vale la pena recordar que Alfonsín hizo todo eso. Como para respetar la sagrada verdad de los hechos.
Por eso, con toda autoridad, después fogoneó el Nunca más y la Conadep, y el histórico Juicio a las Juntas Militares que ningún otro país del mundo se atrevió a hacer con la dictadura en retirada pero todavía acechante, poderosa y armada hasta los dientes. Tuvo sublevaciones militares carapintadas, paros salvajes de la CGT y golpes de mercado que intentaron derrocarlo.
Es verdad que también existieron los errores y los horrores propios. La economía de guerra y el desmadre inflacionario. La gran desilusión frente al “felices Pascuas” y “la casa está en orden”. O el Punto Final y la Obediencia Debida. Y el derrumbe de la confianza en la capacidad para gobernar y ese descontrol que terminó con la entrega anticipada del poder. O el Pacto de Olivos. Si tratamos de ser lo más ecuánimes y rigurosos posibles aparecen las luces y las sombras de una gestión. Pero el paso del tiempo y la comparación con lo que vino después, lo deja a Raúl Ricardo Alfonsín del lado bueno de la historia. En la vereda del sol. Entrando a los libros con dignidad, con la frente alta y las manos limpias.
Hace cuatro años murió un patriota. Que en paz descanse. Cada día mis padres y yo lo extrañamos más. En estos tiempos de cólera su sabiduría nos podría iluminar el camino. Aquellas frases dichas casi como testamento: “Si la política no es diálogo, es violencia” y “gobernar no es sólo conflicto, básicamente es construcción”. Algo así como decir que la palabra enemigo hay que extirparla del diccionario político. Que sólo hay que marginar a los golpistas y los corruptos. Cada día es más necesaria su apuesta a la coexistencia pacífica de los diferentes, a una república igualitaria y a la libertad. Raúl Alfonsín fue el partero del período democrático más prolongado de toda la historia. Es hora de recordarlo.

Lourdes Rodríguez

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