Correo y opinión

Pensar y responder

sábado, 20 de abril de 2013 00:00
sábado, 20 de abril de 2013 00:00

La limitación, en general, tiene que ver con una cuestión de tiempo y de espacio. Según he leído por ahí, esos dos parámetros (el tiempo y el espacio) esconden todos los secretos del Universo. Si alguien pretende anularnos empezará por achicarnos el espacio y acotarnos el tiempo hasta dejarnos arrinconados.
Un estudio aparecido en estos días revela que en Argentina el 58% de los alumnos de 15 años no tiene capacidades mínimas de lectura. Este deficiente nivel educativo se observa en chicos de hogares pobres, pero también en los entornos más favorables. La consecuencia de esta realidad termina siendo que sólo 1 de cada 3 jóvenes está preparado para ingresar al mundo laboral. Sin analizar el pobre o deficiente nivel de los que acceden a estudios universitarios. Los chicos que sobreviven en un entorno empobrecido saben de esas limitaciones. Ellos crecen acorralados por las urgencias.
Cómo pensar en leer si hay que salir a buscar algo para poner en la mesa.
La pobreza, la implacable pobreza. La que quita oportunidades, la que asfixia, la que empuja a miles de chicos a la marginación. Ella maneja los tiempos y los espacios de los chicos que terminan excluidos del sistema educativo. La soñada inclusión social por medio de la escuela queda cada vez más lejos en el contexto de las urgencias y el desamparo.
Sin embargo, hay otro dato que aparece en la información de la semana. El deficiente nivel educativo también se observa en los entornos más favorables. Los datos recientes afirman que 1 de cada 3 jóvenes no llegan a terminar la secundaria o tienen capacidades mínimas de lectura. Y me pregunto ¿por qué estos chicos que tienen un plato de comida asegurado también tienen capacidades mínimas de lectura? Y comienzo por buscar la explicación en el abandono del compromiso con la educación en grandes términos.
Parecería que no hay predisposición en políticas educativas serias para que nosotros, los jóvenes adolescentes, estemos preparados para el ingreso al mundo laboral. Estas acciones parecen consolidar un futuro para pocos y la desolación eterna para las mayorías de los que hoy somos estudiantes de la secundaria. Pienso que cada vez que el sistema educativo deja caer a un chico/a lo está privando de la herramienta fundamental para la construcción de un pensamiento crítico y de las oportunidades de progreso tanto en términos individuales como colectivos.
Yo sostengo desde mi joven adolescencia que solo educándonos podemos interpretar nuestra realidad, vestir con palabras nuestro pensamiento y ser militantes de una sospecha saludable cuando escuchamos un discurso político. Por esas razones, es probable que a quienes toman decisiones sobre nuestro futuro, les venga bien conocer claramente nuestras situaciones y anhelos.
Según informó Idesa, un centro de estudios multidisciplinario sin fines de lucro especializado en temas económicos con orientación hacia los temas sociales, son múltiples y complejos los factores que explican el fracaso educativo pero pone el acento en un indicador. Durante la presente década, hubo un aumento de la inversión pública nacional destinada a asuntos que tienen que ver con la educación. Pero el aprendizaje del estudiantado, que es responsabilidad de las provincias, prácticamente no se ha beneficiado con ese crecimiento en mejoramiento de la calidad educativa, a pesar de la entrega de netbook (incluso a los docentes), becas, construcción de nuevos edificios, etc. Por cierto, todo ello muy necesario y oportuno. Por el contrario, el resultado fue la devaluación educativa, como lo revela este estudio, lo que proyecta para el futuro enormes cantidades de jóvenes no preparados para el mundo laboral y con serios problemas de formación para la continuidad de sus estudios en la universidad.
Y quiero hacer dos citas para terminar. La primera, pertenece al escritor Juan Filloy, quien señalaba hace una veintena de años que los argentinos utilizábamos solamente entre 800 y 1200 vocablos de una lengua cuya riqueza es de más de 70.000 palabras. Habría que sacar la cuenta ahora, con este sistema educativo malherido para que sepamos cuántas usamos ahora y no digo solamente nosotros, los adolescentes, sino que me atrevo a hacerlo extensivo a toda la población. Y la otra cita pertenece a Pablo Neruda, quien refiriéndose a la conquista decía: “Se llevaron el oro y nos dejaron el oro, se lo llevaron todo y nos dejaron todo, nos dejaron las palabras”. Se me ocurre agregar, con el permiso de don Pablo: “Cuidado, según parece, ahora vienen por ellas y por nuestro futuro” ¿De quién será la responsabilidad de lo que nos ocurre a los jóvenes adolescentes estudiantes? Piense y responda.


Lourdes Rodríguez

Comentarios

Otras Noticias