Correo y opinión

Un sencillo adiós para el “flaco” Niederle

miércoles, 19 de junio de 2013 00:00
miércoles, 19 de junio de 2013 00:00

Se fue un amigo, otro compañero de aquella última promoción de Maestros Normales Nacionales que supo dar a este país la Fray Mamerto Esquiú de Catamarca. Dejó este mundo Federico Niederle el domingo 9 del corriente en la ciudad de Tucumán.
Vivía con su hermosa familia en Santa María. Un tipo fantástico; su repentino adiós obligó a detener mi rutina. Un dolor muy grande comenzó a apropiarse de todo mi ser cuando “Vicu” –una de sus hijas- me comunicó vía mail que su padre había fallecido y que sentía la obligación de hacerlo porque ella conocía el inmenso cariño que existía entre nosotros. Estoy viviendo a 1400 km de distancia de su domicilio y eso me impidió estar junto a ellos como era mi deseo, algo que agrandó mi angustia y el nudo que atravesaba mi garganta en ese momento.
Recién ahora puedo escribir y desahogarme.
Se fue un pedazo importante de la historia de mi vida; compañero de bellos momentos que poblaron con imborrables imágenes la parte más selectiva de mi memoria. En los más significativos recuerdos de esa hermosa, inigualable e irrepetible historia de adolescentes y jóvenes que me tocó vivir en mi Catamarca de los años “60” del siglo pasado está él presente; como mi compinche leal y preferido de travesuras.
Había perdido todo contacto con él en 1970. Estuvo conmigo por unos meses en la aventura que iniciamos para tratar de cumplimentar con ese nefasto mandato social-familiar de ser “alguien” con título universitario; y recalamos en esta Bs. As., donde actualmente sigo viviendo; una ciudad muy difícil por aquellos años. De un día para otro decidió partir sin decirme nada y no lo vi más.
Por años lo busqué hasta que al fin, en 2005, lo encontré en aquella ciudad del norte catamarqueño. Estaba igual; seguía siendo el mismo Federico de siempre; mi fiel, respetuoso y leal amigo que con su emoción contenida e impedido por su habitual timidez ni siquiera pudo levantar los brazos para abrazarme. Sólo atiné a dar gracias al cielo por haber recuperado a ese maravillo ser que fue casi como un hermano para mí (como otros tantos valiosos compañeros de promoción que en los últimos cinco años fui recuperando y revalorizando junto a mi pasado).
Fue un reencuentro familiar hermoso y emotivo a la vez; hubo asados, cenas y largas tertulias; con algunos de nuestros hijos grandes participando del momento y una llamativa y manifiesta empatía ellos; y sentíamos que ellos eran nosotros cuando jóvenes. Al ver esto, en algún momento hasta cruzamos miradas un tanto cómplices pero con un toque de orgullo mutuo por la tarea educativa hecha.
Dotado de un talento impresionante e inagotable para hacer arte con sus manos, Federico Niederle fue unos los tantos artistas catamarqueños jamás reconocido que se fue de este mundo tal como llegó, en el anonimato. Él siempre eligió pasar desapercibido; quizá sea ésta la razón y el porqué de la no valoración social de su magnitud artística. Desde adolescente mostró su habilidad con las manos. Con un alfiler y una tiza hacía pequeñas escultura en las horas de aquella asignatura llamada entonces “Trabajo Manual”, mientras el resto de vagos que éramos sus compañeros tratábamos en vano e inútilmente de imitarlo buscando zafar de una mala nota por no llevar el material solicitado por la profesora. Ella sí lo valoraba.
Tallaba en madera obras increíbles y tenía un paladar exquisito en cuanto al gusto por la buena música. Barítono y con una voz privilegiada, compartí con él el placer de integrar el Coro Polifónico Mixto de Estudiantes Secundarios conformado por alumnos de nuestra querida Escuela Normal F.M.E. y las “niñas” del Colegio Del Carmen, dirigido por aquel inigualable maestro a quien cariñosamente llamábamos “Chuscha” Balderrama. Fue el coro que cantó el Himno Nacional Argentino en la inauguración del 1er. Festival del Poncho de la Provincia en 1967 junto a las “cien guitarras” del profesor Aparicio.
Con la inteligencia propia de los humildes y su bajo perfil a cuestas compartió conmigo la satisfacción de ganar para nuestro colegio aquel primer premio en la Feria de Ciencia del año 1968, con aquella “radio a galena” que sorprendió a todos. Fue idea de él y aquella experiencia tuvo sus momentos tragicómicos. Recuerdo como si fuera ayer cuando nos tapábamos los oídos para no escuchar los insultos mientras salíamos huyendo de su casa corridos por su madre por haberle inundado los ambientes con el apestoso olor que despedía la quema de azufre y plomo con el que intentábamos hacer nuestro sulfuro de plomo (o “piedra galena”) para el invento radial.
Federico “El Chivo” Niederle, un flaco pura nobleza, puro corazón, sin dobleces y con un culto por la dignidad humana envidiable. Siempre que estoy en el pago y tránsito por la intersección de la calles Salta y Chacabuco, donde estaba la casa paterna de Federico, una vivienda moderna con entrada por la calle Chacabuco y un caserón antiguo con entrada que daba a la calle Salta, comunicadas entre sí por un enorme patio, siento una tremenda nostalgia por lo vivido en aquellos años. La imponente biblioteca que poseía su padre –profesor de filosofía de nuestro colegio- al frente de la habitación de Federico acompañaba nuestras tardes de “estudio” con su olor a saberes que por aquel entonces no llamaban tanto nuestra atención como lo hacían los programas radiales chilenos que escuchábamos en su vieja radio a válvulas y que nos permitían conocer la música de otras latitudes que hacían jóvenes como nosotros; así conocimos a los Beatles, los Bee Gees, y a tantos otros.
Hoy la casa ya no está. Una playa de estacionamiento se encargó de demolerla; alguien decidió demoler otro pedazo de historia de Catamarca, como tantos emprendimientos progresistas y “superadores” que apuntan a construir la “nueva” historia catamarqueña sobre la desaparición y las ruinas de un pasado que parece no importarle a nadie, como tantas otras cosas de la historia catamarqueña que tampoco parecen tener tanta importancia para nadie.
Se fue Federico Niederle, mi compañero de secundario, mi amigo, mi hermano. Dejó una hermosa mujer y mejor ser humano, madre de sus cuatro bellos hijos, a quienes crió con total libertad y con simples y sanos consejos.
Con este humilde texto pretensiosamente quiero dejar testimonio de su existencia, porque fue un gran artista y un mejor ser humano, otro orgullo más para Catamarca que dejó aquella generosa promoción “69” de Maestros Normales Nacionales de la F.M.E.. Un tipo tremendamente valioso por su arte al que quise mucho y siempre recordaré.


Por Víctor Leopoldo Martínez

Comentarios

Otras Noticias