Correo y opinión

La nueva primavera de los jóvenes

sábado, 10 de agosto de 2013 00:00
sábado, 10 de agosto de 2013 00:00

Llegó la hora de elegir. De anunciar con nuestra decisión los tiempos que vienen. Y pasan por mi cabeza muchas vivencias que he experimentado en este tiempo. Una de ellas, entre muchas otras, fue la de ver al Papa Francisco, el Papa de los humildes en Brasil.
Pero fue en Aparecida donde yo sentí que apareció la esperanza. Es que escuché y comprendí lo que el Papa Francisco piensa de la iglesia de hoy y lo que sueña para la iglesia que viene. Allí habló del gran valor de la religiosidad popular y del Estado como el encargado de intervenir en la vida terrenal para suturar las heridas que el mercado produce. Condenó todo tipo de autoritarismo y flagelos como la inseguridad o la inflación, y declaró a la familia como patrimonio de la humanidad.
Y estoy convencida de que nada de lo que se vivió en ese lugar fue casual. La tradición católica dice que todo empezó cuando un grupo de pescadores le pidió a la virgen una buena jornada de trabajo con sus barquitos en el río Paraíba. Cuando recogieron las redes, entre miles de pescados, “apareció” una pequeña imagen de una virgen negra. La primera basílica se edificó en 1834 pero hace 67 años se construyó la monumental iglesia actual que tiene 18 mil metros cuadrados y es una de las más visitadas del mundo. Dicen que la cantidad de peregrinos supera incluso a Lourdes o a Fátima.
En ese lugar celestial y con ese compromiso original con los más pobres surgió para todos la voz de este Papa que sentado en el trono de Pedro nos propuso una revolución en una Iglesia que tiene más de 1.200 millones de fieles en todo el planeta.
Francisco no es un Papa más en dos mil años de historia. Todo indica que se va a convertir en el Papa refundador de los valores más profundos. Porque predica con el ejemplo su austeridad republicana y franciscana. Porque ya dijo que se puede perdonar a los pecadores pero no a los corruptos. Y ya empezó a expulsar del templo a los pervertidos sexuales y a expulsar del banco del Vaticano a los corruptos que robaban sin respetar los mandamientos de Dios.
Todos los días Francisco le enseña al mundo el camino de la humildad y de la opción por los pobres que eligió para sacar a la iglesia de su crisis. Se siente un pastor con olor a oveja, un luchador contra la droga y la trata que esclaviza mujeres. Fue conmovedor cuando viajó a la isla de Lampedusa a bendecir a los cabecitas negras del mundo, a esos inmigrantes ilegales que lo arriesgan todo cruzando como pueden el océano para huir de la marginalidad y el hambre.
Fui partícipe de sus plegarias por la convivencia pacífica en el mundo, para alertar sobre el consumismo irracional e insensible. Para sembrar la esperanza de los jóvenes que quieren pan, paz y trabajo. Para concretar su primer milagro que fue revivir el entusiasmo de los jóvenes por una fe que se parece a ellos y a sus utopías. Fui testigo de un Papa tan inclusivo que le habla incluso a los ateos e interpela al género humano por las injusticias que permite.
Yo asumí su intención pidiéndole a Dios lo ayude a abrir las puertas y las ventanas de la iglesia. Permitiendo que un viento nuevo invada las viejas estructuras. Poniendo en sus palabras la autoridad para denunciar las injusticias del mundo y los pecados de la Iglesia. Ha llegado en su intención el momento de anunciar un nuevo nacimiento. La aparición de un mundo más justo. Como Dios manda. Esta es la razón por la cual digo que a los jóvenes nos ha llegado la hora de vivir una nueva primavera.


Lourdes Rodríguez

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