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lunes, 19 de agosto de 2013 00:00
lunes, 19 de agosto de 2013 00:00

En su discurso del miércoles pasado, en “Tecnópolis”, Cristina sacó a relucir su condición peronista con dos claros objetivos: fortalecer su conducción y dejar explicitado que el movimiento -por razones históricas- es el único capaz de enfrentar con argumentos sólidos -porque cuenta con proyecto político- a un establishment económico local en clara disputa ideológica: neoliberalismo vs. justicialismo.
Para frenar los arrebatos golpistas de los operadores “Magnettista”, salió a mostrar su predisposición a discutir seriamente políticas de gobierno, pero “con los titulares, no con suplentes”. No la atemoriza discutir medidas, proyectos y/o propuestas de cara a una sociedad que evidentemente votó por inducción mediática ya que si espera ideas y propuestas del núcleo político opositor no concurriría a las urnas.
La conducción del Estado de Néstor que Cristina profundizó en una gestión que delineó un perfil de País, de Patria, con el cual se puede estar o no de acuerdo, pero que nadie le puede quitar autenticidad. Dejó en claro que tiene objetivos concretos y nadie puede dudar de cuál es su meta: el bienestar social y el engrandecimiento de la Nación. El pueblo argentino en su conjunto entiende, además, que somos una pequeña pero muy importante parte de otra GRAN NACIÓN, la regional; la latinoamericana. Una reivindicación histórica del peronismo que la gestión kirchnerista concretó y trata de afianzar día a día.
La realidad política siempre superó cualquier ficción. El peronismo fue y seguirá siendo revolucionario (mal que les pese a los muchachos de la izquierda marxista) por su originalidad en el abordaje y el manejo de recursos a la hora de resolver los problemas sociales. Lógicamente que con su accionar suele romper cualquier esquema mental que se asiente en una concepción euro centrista de lo que es una revolución. Quizá los hombres de FORJA hayan sido los primeros en darse cuenta de este fenómeno. Por eso perdura en el tiempo y en la memoria popular. Simplemente porque desde su génesis se asentó en el sentido común y en esa concepción americana que nos da identidad ante el mundo.
Por su extraordinaria capacidad y clara visión de los sucesos políticos -como buena peronista- es fácil imaginar que con los resultados de las PASO en mano, Cristina decidió “marcar bien la cancha” para todos aquellos que “por ahora” apoyan la gestión -solo con medio cuerpo dentro de la cancha- por formar parte del FPV y nada más. Mensaje claro para esos “muchachos progres” que le quitan el cuerpo a la militancia porque los agota y es para “negros”. Me refiero a los que lo hacen desde una “izquierda mediática” sin peso militante alguno y que desde un pedestal de intelectuales pretenden ser el contrapeso de las operatorias derechistas de Magnetto, quien no duda en recurrir a un “amenazador” como el temerario “kamikaze” Lanata. Por lo que a simple vista se puede apreciar en estos “izquierdistas oficialistas” tampoco pasa desapercibido que se cuidan mucho y bien de no meter en la misma bolsa al matutino “La Nación”, verdadero vocero del establishment económico; ¡Por si las moscas, vio!
A estos personajes siempre les aflora esa veta gorila antiperonista que los obliga a taparse la nariz cuando se habla o tienen que hablar de peronismo. En realidad, sus interpretaciones sobre el peronismo no se diferencian en nada de las de Lanata, aunque intenten ser presentadas como de una “izquierda progre” contraria a las del voluminoso mercenario del periodismo.
Cristina en ese mensaje dejó bien en claro que “el FPV será peronista, o no será nada”. “Quiero discutir proyectos con los titulares, no con los suplentes” dijo. Ese cross de izquierda al poderoso establishment agro(SRA)-económico(UIA) y el resto de los factores de poder (sindicatos e iglesia) y en esa jerga sólo lo dispara un/a peronista. Los izquierdistas devenidos en kirchneristas la apoyan mediáticamente, pero en su fuero íntimo la critican por no dialogar, o por lo contrario, por no ir por todo y todos.
Cada vez es más es más notorio que con 678, DdD, TVR, Radio Nacional, CN23, y con las clases del antiperonista José Pablo Feimann en “Encuentro” se está logrando muy poquito, y con muy poquito en política no se hace nada. Lo decía Perón, que en esto era un sabio y nunca perdió elecciones gracias al apoyo popular y no al apoyo del establishment económico del que gozó Menem que, haciéndose pasar por peronista, destruyó sus banderas y tampoco perdió elecciones.
Las masturbaciones ideológicas son placenteras e individualistas, pero nunca cambian una realidad social más allá del “club del progreso”. El peronismo se hizo revolucionario en la calle; comenzó con aquel memorable 17 de octubre de 1945. Lo continuó con la resistencia sindical y obrera en las fábricas en los “60”, con la juventud movilizada y en la calle recuperó el poder en los “70”. Cristina en Tecnópolis le habló a la militancia peronista y los urgió a levantar las viejas banderas de movilización porque tiene en claro que lo que sostenían Perón y Evita en esta hora es tremendamente valioso y está más vigente que nunca: “sólo el pueblo salvará al pueblo”.
La política históricamente fue confrontación. Pero la historia está harta de demostrar que hasta las guerras fueron y son la continuación de la política por otros medios. Entonces de qué nos tenemos que asustar. La sí esquizofrénica demanda de diálogo basado en un perorata llena de amenazas que comenzaron a montar los “mercenarios defensores de la libre expresión” de Magnetto que actúan en los medios clarineros y que operan como “apuntadores” para los discursos de “la oposición al Kirchnerismo” (el triunfador Massa incluido), no hace otra cosa que desnudar otra vez más el nerviosismo reinante en las huestes del magnate del grupo monopólico.
Mientras tanto una “mediocre y envidiosa jefa de manzaneras”, Chiche Duhalde, intenta menoscabar al género femenino en la figura presidencial haciendo hincapié en la dudosa capacidad femenina para una participación en política. Como todo no pensante (no hay distinción de género en esto) reaccionó como las matronas patricias que preferían quedarse en casa como buenas mujeres de hogar “que no sirven nada más que para eso” y porque es el hombre el único capacitado para hacer la calle y política en ella. Sin querer queriendo, lo ubicó a su actual marido en un “cafiolo” que la mandó a laburar a ella en algún momento cuando él fue gobernador y luego a la Cámara de Senadores a pesar de su inutilidad. Si eso es entender el peronismo, Evita se debe estar revolcando en la tumba.

 

Víctor Leopoldo Martínez
Director de El Emilio

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