Correo y opinión

Nombres del Pasado

viernes, 2 de agosto de 2013 00:00
viernes, 2 de agosto de 2013 00:00

Sr. Director
Nosotros admiramos a Eduardo Brizuela del Moral. Lo admiramos por sus ganas de seguir postulándose, por su gran coraje. Porque hay que tener mucho coraje para salir a hablar después de haber fracasado en una gestión que condujo a tres derrotas consecutivas en las urnas.
Fue gobernador en época de vacas gordas. Dispuso de más fondos que ningún otro jefe de Estado, y no resolvió un solo problema estructural de Catamarca. A cambio de generar empleo genuino, se despidió con miles y miles de nombramientos en los días finales de su mandato, una medida demagógica y al mismo tiempo malintencionada, que apostó a dinamitar el orden financiero del Gobierno que lo sucedería. Esperaban un Gobierno que no pudiera pagar los sueldos y optara por despidos masivos. Ni siquiera eso logró.
Brizuela, al margen de sus groseros desaciertos como administrador, cometió un grave error, insalvable para un político: se olvidó de la gente. Se instaló en un lugar cálido y cómodo, creado por su círculo íntimo de “colaboradores”, y terminó por creer que la situación social y política de la provincia es la que le dibujan esos amigos.
Si simplemente mintiera, no sería tan grave. Sería uno más de tantos políticos que juegan con chicanas y declaraciones picantes. El caso de Brizuela es más serio: cuando habla de su “gran gestión”, parece que se lo cree.
Es un hombre que está totalmente desconectado de la realidad. Un hombre que anunció que había Frente Cívico y Social en el poder “para 20, 40, 60 años más” y a los diez meses se tuvo que ir. Un hombre que vaticinó que iba a ganar “les guste o no les guste” a los catamarqueños, y perdió tres elecciones en un año.
Un hombre que será recordado como el abanderado de la única derrota del oficialismo que registra la historia de Catamarca, en una elección de gobernador. Y la perdió por méritos propios, como principal candidato, cuando el pueblo le puso freno a sus aspiraciones re-reeleccionistas.
Brizuela del Moral no pudo verlo. No lo advirtió. Se sorprendió con la derrota. Estaba convencido de que era “el gran elector”, “el político con mejor imagen”, y todas las maravillas de sus encuestas pagas a medida: el hombre que podía armar las listas ignorando no sólo las críticas opositoras sino a las minorías de su propio partido.
Brizuela del Moral fue quien llevó a la debacle al radicalismo, columna excluyente del Frente Cívico y Social. Con sus desmanejos y su conducción partidaria a puertas cerradas y dedocracia, derrumbó una hegemonía de 20 años en el poder. ¿Qué lección aprendió? ¿Qué autocrítica hizo? Ninguna. Tras prometer internas, se volvió a resolver todo en una mesa de café.
El presidente del partido (Don Coco Quintar, abrazado a la función pública desde la época de la Dictadura) juró por Dios y la Virgen que votarían los afiliados, pero nada sucedió y la gran renovación después del desastre de 2011… ¡aparece con Brizuela del Moral como cabeza de lista! ¡Otra vez!
El Frente Cívico sumó derrota tras derrota en los últimos comicios. En un solo año recibió más golpes que en toda su historia. Y desde ultratumba procura volver al ruedo con las mismas caras, las mismas tácticas, la misma soberbia.
Brizuela habla alegremente de la situación provincial, como si fuera un turista suizo. Y jamás hizo el menor intento por admitir que el desastre social y los miles de excluidos fueron el resultado de su política de Gobierno y de sus antecesores, el procesista Arnoldo Castillo y su hijo Oscar. Gobiernos que gobernaron sólo para mantener cinco familias en el poder gozando de toda clase de privilegios. Gobiernos sin proyecto ni ideología, que así como abrazaron en su época a la Dictadura pasaron por el menemismo, presumieron de ser los mejores “alumnos de Cavallo”, coincidieron con De la Rúa, hoy son amigos del PRO, y así andan por la vida, rifando convicciones a cambio de una monedita para el afiche.
Del otro Lado, Luis Barrionuevo, un señor que públicamente proclamó que “nadie hace la plata trabajando” y cuya gran propuesta dirigencial fue “tratar de no robar por dos años”. Un señor que cíclicamente viene por Catamarca, pierde elecciones, anuncia su retiro y regresa a Buenos Aires hasta la siguiente elección, y repite el itinerario una y otra vez. Perdedor compulsivo, con la billetera como arma de seducción, (¿es suya o de los aportes que hacen los trabajadores a un sindicato?) se hizo en los años 90 de un caudal de votos que se desinfló elección tras elección. Socio político de quienes para la popular señala como adversarios, levanta las banderas de un justicialismo que siempre trató de dividir y destruir en beneficio propio. Habla de Perón y Evita en Catamarca y se abraza a Mauricio Macri en Buenos Aires, el mismo Macri que viene a Catamarca a abrazarse con Brizuela del Moral.
Líder en bravuconadas verbales vacías de contenido, Barrionuevo quiere sumar un eslabón más a una carrera política tan prolífica en la obtención de beneficios personales como vacía en aportes para la provincia que visita de vez en cuando.
Curiosamente, tanto Barrionuevo como Brizuela ya ocuparon bancas en el Congreso de la Nación. Bancas que permanecieron vacías sesión tras sesión. Bancas que usaron como una beca de lujo para vivir con fueros que los proteja de la Justicia… y sin trabajar. Del paso de ambos por el Congreso no se rescata una sola medida en favor de los catamarqueños.
Hoy se postulan para “volver”. Volver al pasado, un pasado que los catamarqueños ya conocen, ya rechazaron y que el 11 de agosto dejarán definitivamente atrás.

 

Agrupación “Arturo Jauretche”
Circuito 7 - Capital

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