Correo y opinión

Ultraje de la memoria del Dr. Carlos G. del C. Malbrán

miércoles, 4 de septiembre de 2013 00:00
miércoles, 4 de septiembre de 2013 00:00

Me dirijo a Usted, con el objeto de solicitar, tenga a bien, incluir en la página del periódico que se encuentra bajo su dirección el siguiente comentario: Días pasados, conversando con un amigo que había estado en la ciudad de San Fernando del Valle de Catamarca, me comentó con profunda amargura que, al ir a visitar sus deudos en el cementerio Capitalino, se encuentra con la infausta realidad de que el Mausoleo que guardaba los restos mortales del Dr. Carlos G. Malbrán, había sido demolido y en su lugar, había uno nuevo.
Ante esta dolorosa e inaceptable noticia, pasé varios días sin poder reaccionar y, muchos menos, encontrar una manera racional de poder canalizar toda mi amargura y estupor por semejante ultraje. Varias veces intenté empezar con esta nota y la verdad es que no podía encontrar los pensamientos ni las palabras que pudieran expresar mi impotencia y toda la “vergüenza ajena” que a uno lo invade al dimensionar este tipo de irracionalidades. ¿Qué palabras utilizar en estos casos? Sinceramente no lo sé, no tengo forma de entender, ni mucho menos de aceptar tamaña barbaridad.
Lo más duro de esta situación será, para nuestra condición de catamarqueños, el tener que asumir alguna vez, con sinceridad y verdadero ejercicio de la autocrítica, aquello de que sí tenemos real conciencia del significado y el valor que nos plantea como seres racionales: el ejercicio de la MEMORIA para poder rescatar del olvido y de la desidia los Hombres que, en su entrega y dedicación, nos legaron esta Patria Chica a la que pertenecemos; o simplemente -y confieso en “voz alta”-, que me desvela el tener que asumir que somos inimputables e insensibles ante este tipo de valoración, que cualquier sociedad debería reservarle con mucho celo a su historia.
Seguramente, en este análisis encontraremos aquella respuesta del por qué nunca fuimos capaces de rescatar de la indiferencia o, en eso de “desentendernos” intencionalmente con hombres y nombres verdaderamente sagrados para nuestra esencia como catamarqueños, como en los casos de Fray Mamerto Esquiú, Felipe Varela o don Luis Leopoldo Franco, por sólo nombrar algunos (por favor, que nadie se sienta molesto por esta afirmación que nos puede resultar dura, pero que también, en una autocrítica sincera y profunda, tendremos que tener alguna vez el coraje de aceptar nuestra incapacidad de haberles dado el verdadero valor y sitio que la historia nos marca inexorablemente).
Retomando lo del Doctor C. Malbrán, y por sí acaso se nos olvidó a los catamarqueños, es la figura más relevante en el campo de la SALUD PÚBLICA que a dado nuestra Patria en el plano Nacional e Internacional (no quiero entrar a describir en esta ocasión el aporte inconmensurable que le hizo nuestro coterráneo a las ciencia médicas todas, dentro y fuera de nuestra Patria. Alguna vez tuve al altísimo honor de publicar la vida y parte de la obra genial en el campo de la medicina, de este ANDALGALENSE. En este punto, debo advertir que hubo historiadores y profesionales médicos que también se ocuparon -inclusive mucho antes que el suscripto- de publicar en los medios de prensa escrita de nuestra provincia, la vasta y genial obra del Dr. Malbrán.
Fue un catamarqueño cabal, que jamás se olvido de su condición de tal, y cuando por su edad empezó a alejarse de la medicina, regresó a la provincia para radicarse y terminar su vida en ésta: su tierra, la que nunca olvidó y lo llenaba de orgullo declararlo públicamente. En esa oportunidad, tubo el reconocimiento y distinción de nuestra provincia, al elegirlo como Senador Nacional por casi una década (en un desempeño y aporte extraordinario a la provincia y a la nación toda -sirva sólo de mención-, fue quien impulsó la ley de aguas de nuestra nación y que rigió los destinos de nuestra patria hasta no hace mucho tiempo, cuando, después de muchas décadas de eficaz aplicación, fue reemplazada).
Volviendo al tema que nos ocupa, en lo concretamente referido a la demolición del mausoleo, hay que decirlo de una sola forma: fue una canallada imperdonable y es imprescindible que, ante un tema tan lacerante a nuestra condición de catamarqueños, el municipio capitalino deberá públicamente dar una explicación coherente ante tamaña afrenta, ya que, con seguridad, sus restos mortales habrán sido arrojados a algún osario. El amigo que mencioné al comienzo de esta nota me mostró una nota dirigida al Intendente capitalino, con fecha de 10 de Agosto de este año, donde le solicitaba una explicación sobre el tema en cuestión, sin tener hasta hoy ninguna respuesta.
Finalmente, expreso como andalgalense mi más sentido dolor por este agravio, y espero que las autoridades responsables de este ultraje tengan el valor de dar una respuesta “racional” sobre la gravedad de lo denunciado, porque si creen que todo les está permitido por detentar un cargo de gobierno, se equivocan profundamente, ya que siempre habrá ciudadanos que sabrán defender lo más sagrado que tenemos los seres humanos y que es nuestra dignidad.
Para terminar con esta vergüenza, públicamente ejerzo mi Derecho como andalgalense, de exigirle al municipio capitalino la devolución de lo que se pudiera haber preservado de los restos mortales de nuestro coterráneo (si es que tuvieron la delicadeza y noción de haberlo hecho), para que sus restos mortales puedan ser “repatriados” y puedan descansar definitivamente en nuestro Andalgalá, que fue la tierra que lo vio nacer y crecer.
 

Agradecido del señor Director, lo saludo atentamente.
Roberto A. Cecenarro

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