Columna de opinión de Rodrigo Morabito, juez de Menores e integrante de la Asociación Pensamiento Penal
Hacia la paz social
En un contexto social convulsionado cotidianamente por hechos de intolerancia y violencia, sumado a algunas frases desafortunadas que no contribuyen para nada a atenuar aquellos niveles exaltados de enojo, sino que muy por el contrario, llevan a la sociedad a situaciones impensadas e inaceptables en tiempos de democracia; me refiero a las expresiones lamentables de la señora Ministra de Seguridad de la Nación al manifestar que “EL QUE QUIERE ESTAR ARMADO QUE ANDE ARMADO Y EL QUE NO QUIERE ESTAR ARMADO QUE NO ANDE ARMADO”.
Ante manifestaciones de esta naturaleza, entiendo que siempre resulta importante volver a los orígenes que llevaron a los constituyentes de nuestro país a fijar las bases de una sociedad cohesionada, ¡claro que sí! Nada más y nada menos que el propio preámbulo de nuestra Constitución Nacional (a veces muy olvidado por el Estado) que establece como objetivos (entre otros de suma importancia) CONSTITUIR LA UNIÓN NACIONAL y CONSOLIDAR LA PAZ INTERIOR.
Evidentemente, con declaraciones como las señaladas anteriormente lejos estamos de aquellos objetivos centrales de un Estado desarrollado en forma democrática, en otras palabras, lejos estamos de CONSTITUIR LA UNIÓN NACIONAL y CONSOLIDAR LA PAZ INTERIOR.
Sin embargo, a pesar de ello debo destacar que existen supuestos en los cuales las personas demuestran un verdadero sentido de humanidad y esperanza de paz a través de sus acciones que nos hacen creer que ciertos valores aún no están perdidos y que un mundo mejor sin rencores ni resentimientos es posible.
Sin dudas, un claro ejemplo es el perdón que una mujer realizó a su victimario en un juicio llevado a cabo en la Cámara en lo Criminal N° 2 de nuestra provincia el cual trascendió rápidamente en medios locales y nacionales debido a que no es común que las personas actúen de esa manera habiendo sido víctimas de delitos.
Es aquí que no puedo dejar pasar esta oportunidad para mencionar al excelente criminólogo Nils Christie quien afirma que “SI CREEMOS EN LOS VALORES DE LA BONDAD Y EL PERDÓN, ENTONCES DEBEMOS MANTENER UNA INSTITUCIÓN PENAL PEQUEÑA”.
De igual manera, agrega Christie que “como seres humanos hemos internalizado, la mayoría de nosotros, algunos valores básicos relativos a lo que podemos y lo que no podemos hacer a otras personas. Son reglas básicas como: a) ser bondadoso; b) no matar; c) no torturar; d) no infligir dolor intencionalmente; e) El perdón está por encima de la venganza.
Reconozco que estos son valores centrales. Sin entrar en una discusión profunda de derecho natural, me animo a sostener que estos valores de alguna manera están fuera de discusión, son obvios. Y es igualmente obvio que el castigo representa un quiebre respecto de estos valores. Es como si a menudo olvidáramos de qué se trata el castigo, que es un acto realizado con la intención de hacer sufrir a otros seres humanos.
El castigo es una actividad en básica desarmonía con estos otros valores apreciados. Ojo por ojo fue un mandato limitativo, no una demanda. El castigo es usado en todos lados, aceptado en todos lados, pero, sin embargo, es una actividad en conflicto con otros valores centrales.
En definitiva, soy de la opinión que el país necesita de personas que transmitan desde toda perspectiva (y especialmente a través de sus destacadas funciones) mensajes de PAZ a la comunidad, mensajes de tolerancia y no violencia, en otras palabras, recomendaciones que tiendan a UNIR A LA SOCIEDAD y CONSOLIDAR LA PAZ y no a generarle más RENCOR con expresiones que tienen que ver más con épocas de un far west que con una democracia.n