No habrá ninguno igual

jueves, 30 de agosto de 2018 00:00
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Por  Cristian Dellocchio

Y como no podía ser de otra manera, su despedida fue lejos de los flashes. Con un tuit de sólo 47 palabras, a los 41 años, Emanuel Ginóbili puso fin a una excelsa carrera basquetbolística que tuvo de todo: ascensos y descensos, finales perdidas y ganadas, numerosas lesiones y, aún más, distinciones.

Lo anunció justo en el decimocuarto aniversario de uno de los mayores hitos deportivos de la historia que, claro, lo tuvo como protagonista: el triunfo de la Generación Dorada sobre el Dream Team estadounidense (89-81) en las semifinales de los Juegos Olímpicos de Atenas 2004, que terminarían con la medalla dorada para Argentina (84-69 a Italia en la final) y que es, hasta el momento, la única ocasión en que una selección NBA de los norteamericanos (juegan desde Barcelona 1992) no se hizo con el título. En aquel histórico juego, el bahiense marcó 29 puntos en 32 minutos, es decir, uno cada 66 segundos.

Desde hacía una semana –cuando salió a la luz la versión de que el bahiense se reuniría con su entrenador, Gregg Popovich, para analizar su futuro– que los fanáticos del básquet prendían velas para poder ver un año más al bahiense con la naranja en su zurda y hasta soñar con un retiro en el Mundial de China del año que viene. Pero, finalmente, nada de eso será posible.
Con la Selección, fue medalla de plata en el Mundial 2002, de oro en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 –junto al premio al Mejor Jugador del certamen– y de bronce en Beijing 2008.

Durante su periplo europeo, el bahiense consiguió, primero, el ascenso con Calabria y luego, en Bologna, sumó dos Copas Italia, una Liga y la Euroliga de 2001, donde fue votado como Mejor Jugador de la Final, dándole internacionalidad a su apellido.

Unos años después, fue el turno de probar su valía en la mejor liga del mundo. Y vaya si lo hizo, en su primera temporada con los Spurs consiguió el primero de sus cuatro títulos de NBA (2003, 2005, 2007 y 2014). Trofeos que acompañaría con distinciones personales como las dos selecciones All-Star (2005 y 2011), el premio al Mejor Sexto Hombre (2008) y las menciones a estar en los mejores quintetos de la liga (2008 y 2011). Vale agregar que, además, estuvo a un voto de ser el Jugador Más Valioso de las Finales de 2007 (finalmente se lo quedó el francés Tony Parker).

Pero Manu fue mucho más. Fue records, fue jugadas, fue alegrías y fue tristezas. Fue, principalmente, emociones, que no son posibles traducir a palabras.

Quizás el dato que mejor refleje lo inconmensurable de lo conseguido por Ginóbili en su carrera es que es uno de tan sólo dos jugadores en ganar una medalla de oro olímpica, un título de NBA y una Euroliga. El otro en conseguirlo fue el estadounidense Bill Bradley (oro en Tokio 1964, campeón europeo en 1966 y dos anillos de NBA, en 1970 y 1973). Pero claro que la nacionalidad de Bradley no es un dato menor: los norteamericanos son dueños de 15 de las 19 medallas doradas en la historia de los Juegos. El hecho de que un argentino lo haya logrado rompe con cualquier pronóstico.

No sólo porque Argentina haya sido el único en poder arrebatarle la máxima presea a los estadounidenses desde que llevan jugadores NBA a los JJ.00., sino porque además, Ginóbili pertenece al selecto grupo de doce argentinos que llegaron a jugar en la mejor liga del mundo. Si a esto se le suma que el bahiense jugó tan sólo dos Euroligas en su paso por Italia, las probabilidades de que algo así se repita son verdaderamente ínfimas. 

Cerebral, pasional, súper talentoso y siempre dispuesto a sacrificar el cuerpo en el campo de batalla. Ginóbili será recordado como un verdadero “bicho raro” del deporte. Un jugador completísimo. Nacido en Bahía Blanca –cuna nacional de la naranja–, el menor de tres hermanos jugadores de básquet fue pronosticado en su juventud con una altura que no le permitiría hacer gran diferencia en el deporte de los lungos.

Quizá haya sido esa temprana adversidad la que le dio, luego, una capacidad increíble para reponerse ante las negativas: descensos, lesiones, y un tardío progreso en su carrera profesional casi que lo curaron de espanto. Claro que, hoy, al repasar su carrera todo ello parece algo inverosímil. Con el correr de los años, Ginóbili se convirtió en un jugador todoterreno, capaz de hacer la diferencia en cada uno de los aspectos del juego.

Ya sea con los pelos al viento o con la pelada “a lo Zidane”, Ginóbili nunca dejó de deslumbrar a espectadores y comentaristas, quienes nunca pudieron quitar la mirada del encuentro cuando la pelota estaba en manos del zurdo.

Entre esas imágenes imborrables quedarán la palomita ganadora contra Serbia y Montenegro en el debut en Atenas 2004, los increíbles pases entre las piernas de los gigantes estadounidenses, los tiros imposibles, la volcada frente a los Heat en 2014, y el tapón, ya con cuarenta años, al barbudo Harden. Si algo fue constante para el bahiense fue que, aún en malos partidos, siempre dejó alguna jugada para el recuerdo.

Miles de jugadas con las que deleitó Manu a propios y a extraños, a rivales y a compañeros, a espectadores y a televidentes, a especialistas y no tanto. De lo que no quedan dudas es que cualquiera que las haya presenciado, será por siempre fanático del número 5 de la Argentina y el 20 de los Spurs.
 

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