Correo y opinión

Día del Psicólogo

domingo, 13 de octubre de 2019 00:45
domingo, 13 de octubre de 2019 00:45

En su última sesión, Pedro, de 10 años, se presenta con un regalo de despedida para la terapeuta. 
El obsequio consiste en un árbol con dos piezas de madera que se unen. 
Él dice que no sabía cuán grande tenía que ser el regalo, ni cuánto tenía que gastar. 
Durante toda la sesión y, en lugar de buscar un juego, esta vez solamente hablan.
La terapeuta le comenta que el árbol simboliza la vida y que le hace pensar en él, que ha crecido tanto desde que comenzó a venir a ese lugar. 


Él esboza una sonrisa y, con una risa tímida, dice que hace tres años era todavía “más bajito”. Entonces, comienza a contar un episodio en el que sufrió “un traumatismo”.
Mientras andaba en el auto del vecino, se le cayó en el pie un radiador. 
Eso lo lastimó mucho. 


Pedro hace un esfuerzo por explicar lo que significó para él. 
Refiere que lloraba y decía una y otra vez “quiero volver a mi casa”. 
Agrega que le duele siempre: cuando corre o cuando lo invitan a jugar al fútbol. 
Continúa contando distintas circunstancias en las que salió lastimado, explicando cada herida, señalando su cicatriz. 
Una vez se cayó en la arena y se clavó almejas en las rodillas. 
Otra vez, le picó un mosquito y se rascó tanto que se le formó una herida...
La terapeuta le señala cuántas heridas tiene y cómo, a veces, siguen doliendo. 
Él dice que tardan mucho tiempo en cicatrizar. 


Y pregunta, con valentía: “¿Vos también tuviste tantas veces que te cortaron las ramas como a mí?” 
La terapeuta le responde que los árboles tienen que atravesar muchos días de tormenta y que, en ocasiones, se los puede ver partidos por la mitad a causa de un rayo. 


Pedro asiente con la cabeza, entusiasmado. 
Y ambos coinciden en haberlos visto crecer luego por la parte sana. 
La terapeuta le dice entonces que el árbol sigue ahí después de la tormenta y que muchas veces hay personas que lo cuidan y lo riegan, como a él ahí, en ese lugar.


Cuando en el encuentro terapéutico un espacio así se conquista, éste se construye a la manera de un refugio, como aquel que Pedro armaba en sus juegos de Minecraft, trabajando en él, sesión a sesión, construyendo ladrillo a ladrillo, un hogar en el cual sentirse protegido antes de que llegue la noche.


Tomando las palabras de C. Bollas (2009) el terapeuta, “en su trabajo ordinario, de escuchar, clarificar e interpretar, introduce un idioma diferente para transformar la vida psíquica” que le permite al paciente develar un nuevo camino de crecimiento propio y personal, vislumbrando nuevos horizontes, ensayando artesanalmente nuevas sendas, iluminadas por un nuevo sentido a su existencia.


En este día particular en que se celebra el día del psicólogo, es pertinente saludar a todos aquellos profesionales que se erigen como espacios de amparo, confianza y paz, en el que el otro puede descansar, reflejado en una mirada contenedora que lo confirma en su auténtico modo de ser y de existir.


Magdalena Tiesi
Docente de la carrera de Psicología
de la Facultad de Ciencias Biomédicas
de la Universidad Austral

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