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Alberdi: triste, ilustre y pacifista

viernes, 22 de noviembre de 2019 00:29
viernes, 22 de noviembre de 2019 00:29

“La indignidad logra cómplices. La dignidad, amigos”.
Un ilustre argentino, Juan Bautista Alberdi expresó: “Los hombres se dignifican postrándose ante la ley, porque así se libran de arrodillarse ante los tiranos”.


Los argentinos tenemos una ley, llamada Ley Fundamental. Es nuestra Constitución, que es amplia, humanitaria, acogedora, pues invita a todos los hombres del mundo a habitar el suelo argentino.
Y esta constitución, se basó en un libro escrito a mediados del siglo XIX por un abogado tucumano, que tituló “Bases para la Organización de la República Argentina”.


Nos estamos refiriendo a un lúcido pensador argentino, Juan Bautista Alberdi.
En lo humano, fue un hombre triste, melancólico.


Ya su llegada a la vida, vino envuelta en dolor. Su madre, Josefa Aráoz, falleció en el parto.
Su padre, Salvador Alberdi, -vasco francés- dejó esta vida teniendo Juan Bautista sólo 12 años.
Pero su progenitor alcanzó a inculcarle varias facetas espirituales, que quedaron grabadas a fuego en su alma tierna e inteligente: en primer lugar le insufló un irrenunciable amor a la justicia.


A los 12 años el niño Alberdi comprendía ya, que omitir la justicia era respaldar la injusticia. Que debían cumplirse los deberes, con la misma firmeza con que debían reclamarse los derechos. Y que un solo brote de justicia justificaba arar un desierto.
Pero Don Salvador Alberdi –el padre- le inculcó también el conocimiento del idioma francés, nociones y gusto por la música, y una especie de pasión por el estudio del Derecho.


Corría el año 1825.
Alberdi tenía 15 años, había nacido en 1810, solamente tres meses después de la Revolución de Mayo.
Y ganó en ese momento una beca para estudiar Ciencias Morales en Buenos Aires.
Entonces se trasladó desde Tucumán a la urbe porteña con un hermano mayor.
Descubrió rápidamente que una gran ciudad puede ser un gran desierto. Aunque esté habitada.
Terminado el colegio secundario. Su inteligencia singular le gana el respaldo espiritual y económico de dos figuras de la época: Florencio Varela y Miguel Cané.


Consiguió entonces ingresar en la Facultad de Derecho.
También estudiaba simultáneamente piano e incluso componía piezas musicales que tuvieron buena repercusión. En ese momento, Rosas asumía el Gobierno. Alberdi, opositor encarnizado a toda tiranía, decidió continuar su carrera en Montevideo. Allí se recibió de Abogado.


Su espíritu inquieto lo llevó a radicarse luego en París, para posteriormente establecer su estudio de abogado en Valparaíso, Chile. Persistía su desacuerdo con el gobierno de Rosas.


Siguió haciendo periodismo, escribiendo teatro, ejecutando música. ¡su poderoso talento era realmente multifacético!.
Con la caída de Rosas, regresó al país –Alberdi ya tenía 44 años- cuando fue designado para cargos diplomáticos en Chile, en Inglaterra, en Francia.


Fue electo diputado. Publicó otro libro importante: “El Crimen de la Guerra”, un extraordinario alegato pacifista.
En esa obra ratificaba que comprendía muy bien que en las guerras sólo se mata y se muere, aunque muchos hablen de triunfo. Y que la guerra nunca es tan cruel como quienes la fomentan.


Y le llega la calumnia, que suele tener más fuerza que la verdad. Y que es como un microbio que sólo ataca lo limpio.
Y lo hirieron con mentiras, ya que no podían herirlo con verdades.


Y algunas calumnias, por sutiles, le dolían más. Porque traían el agravante de la sutileza. Y el hombre superior que fue Alberdi, tenía ilimitada energía para defender su verdad, pero escasa fuerza para defender su persona.
A los 70 años regresó definitivamente a París, donde moriría en junio de 1884.


Pero la historia argentina ya dio su juicio definitivo, ubicando a Juan Bautista Alberdi como uno de nuestros grandes hombres que agregaron luz a la luz.


Y una de sus facetas más valiosas, la de pacifista, inspiró en mi mente este aforismo
“Muchos cantan cuando van a la guerra. Pero, ninguno cuando regresa”.

José Narosky
Escritor

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