Por Mariano Fredes

Por una vez me voy a permitir desprenderme de la coyuntura cotidiana, para detenerme en una fecha que no recibe la importancia que merece, y es el aniversario del natalicio de José de San Martín.

En nuestro país la mayoría de los próceres son recordados el día de su muerte, y en el caso de San Martín eso tiene su matiz positivo, porque en febrero nunca hay actividad plena en las escuelas; y el 17 de agosto todos los chicos pueden rendirle homenaje.

Pero el 25 de febrero debería ser una fecha esencial en nuestro calendario de efemérides, porque en 1778 nació José de San Martín, un correntino oriundo de Yapeyú, Corrientes; que se transformó en el mayor héroe de la Patria.

Con apenas siete años, el niño que sería el Gran Capitán se mudó a Buenos Aires, y a los nueve años lo llevaron a España. Toda una ironía: el Libertador se formó en el país contra el cual combatiría años después, asestándole decisivas derrotas a la gran potencia europea.

Su formación militar empezó casi en la adolescencia, y resultó ser un genio de la estrategia. En su primera juventud, combatió codo a codo con los españoles contra franceses, portugueses y moros.

En 1812 se fue a Inglaterra, y de allí regresó a Buenos Aires, ya para sumarse a la lucha por la independencia.
Al llegar a su patria natal se casó con la joven Remedios de Encalada, con quien tuvo su única hija, Mercedes. En Mendoza, el día en que nació “Merceditas” es la fecha en que se celebra el Día del Padre, a diferencia del resto del país, que lo festeja en junio.

San Martín formó en 1813 su glorioso Regimiento de Granaderos a Caballo, y con ellos comenzó a encadenar heroicas batallas.

Al año siguiente se instaló en Mendoza, donde pensó, diseñó y ejecutó, una de las más grandes hazañas militares de todos los tiempos: cruzó la Cordillera de Los Andes con su ejército, para liberar a Chile y seguir camino hacia Perú, país al que también le daría su libertad.
San Martín se transformó así en héroe de tres naciones distintas, algo que prácticamente no tiene parangón en el mundo.
No lo hizo por aventurero: lo hizo por Argentina. Sabía que si España era fuerte en nuestras fronteras, nuestra independencia se vería constantemente amenazada.

Luego de gobernar brevemente Perú, se retiró para ceder paso a otro héroe americano: Simón Bolívar.
Su final fue triste. Cuando volvió a Argentina supo que su esposa había muerto. Se negó a entrar en peleas internas por el poder, y se exilió con su hija en Europa. Estuvo por distintos países, hasta que murió en Francia, a los 72 años.

Su vida entera es una lección de patriotismo, lealtad y valentía. Dejó enseñanzas, frases célebres y un legado tan grande que sin su lucha Argentina no sería Argentina.

Seguramente en cualquier libro de historia se puede encontrar una mejor reseña de la vida y obra de San Martín, pero de todas formas nos permitimos recordarlo hoy con admiración.

Si algún lector joven se interesa por saber más y se le despierta la curiosidad, sentiremos que valió la pena este pequeñísimo homenaje.