Correo y Opinión

Teconología primitiva

sábado, 23 de marzo de 2019 00:00
sábado, 23 de marzo de 2019 00:00

Por  Mariana Chendo (*) y Hugo Marcone (**)

En un viaje por el Pacífico Sur, un marinero escocés es expulsado del barco después de discutir fuertemente con el capitán. Arrojado a una isla deshabitada, el marinero queda abandonado a las bondades de su suerte y la naturaleza. Después de un lustro de soledad, es rescatado por un corsario inglés. 

Una mañana de 1719, por casualidad, Daniel Defoe leyó la noticia del náufrago escocés y escribió Robinson Crusoe. A partir de entonces, la figura del náufrago despierta el interés de la educación ilustrada, fascinada por las aventuras de un hombre que sobrevive tanto a la naturaleza en bruto como a la brutalidad de sus propios fantasmas. El náufrago es marca de nuestra “insociable sociabilidad”, somos solitarios seres sociales. 

Dos siglos y medio pasaron del tratado de educación de Rousseau con su libro de cabecera: Las Aventuras de Robinson Crusoe. Dos siglos y medio después de la ilustración, en la aceleración de una hipermodernidad que anticipa nuestra cuarta revolución industrial, seguimos siendo buenos salvajes queriendo inventar el fuego. 

¿Qué puede decirnos hoy, en medio del capitalismo de plataformas, aquel escocés perdido? En la veloz caída hacia el futuro incierto, el canal de youtube “Tecnología Primitiva” recibe más de 600 millones de visitas, con videos reproducidos más de 54 millones de veces y 9.2 millones de suscriptores. El náufrago anónimo, cámara fija y sonido ambiente, escenifica durante 15 minutos la construcción de una choza, el video es lento, le pone un techo de ramas, va despacio, golpea la madera, el hombre no habla, hace sus propias herramientas, todo en silencio.

Largos minutos chocando una madera con otra, largos minutos golpeando una roca, anudando sogas, encastrando ramas. Largos minutos multiplicándose 54 millones de veces. El movimiento inercial de los dedos conectados para sostener la larga espera de un mundo sin conexiones. 54 millones de veces nuestros dedos rápidos, atrofiados, neuróticos, civilizados, reproduciendo un pasado de manos lentas. Tal vez haya que revisar aquellos inicios de la ilustración moderna, donde lo que se jugaba en Crusoe era la soledad, era el miedo, era el resguardo de la propiedad. 

Hasta hace poco, el náufrago youtuber era conocido como El Hombre, en el anonimato de sus bermudas azules, sus pies descalzos, las uñas prolijamente sucias y esos movimientos incómodos de tan lentos. Hasta hace poco, cuando perdió US$ 28,000 en un rato porque uno de sus videos se estaba compartiendo sin la atribución adecuada. Entonces, el náufrago dejó de ser El Hombre e hizo justicia a su economía de plataformas. Robinson Crusoe 4.0 es el australiano John Plant, que aclaró a la BBC que “vive en una casa moderna y se alimenta de comida de estos tiempos”.

Dos siglos y medio después, el naufragio se hizo viral. Nuestra educación ya no es ilustrada, pero la imagen del náufrago sigue llamando nuestra fascinación. Nuestra educación ya no está iluminada, pero la soledad, el miedo y el dinero son pasiones que se siguen renovando como un fuego. 

(*) Lic. en Filosofía. Directora de la Licenciatura en Ciencia de la Educación de la Universidad del Salvador (USAL).

(**) Lic. en Ciencia de la Educación USAL.
 

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