Correo y opinión
Meritocracia
El meritócrata empieza por creer que la prosperidad es siempre bien habida, es decir, que el que tiene es porque se lo ha ganado.
Y esto conduce a una convicción simétrica: el que es pobre -piensa el meritócrata- es porque ha sido perezoso o inepto.
Si se va más adelante en el análisis todo beneficio o ayuda que se le haga a los desposeídos es una injusticia para quienes se han esforzado.
El meritócrata desprecia a los pobres y odia a los gobiernos que lo favorecen.
Y uno puede decirles que en realidad la prosperidad no siempre proviene de un mérito y la pobreza no implica falta de esfuerzo.
La experiencia nos dice que la forma de apropiación de los bienes por lo general tiene una genealogía violenta más que meritoria y que las demasiadas riquezas van de la mano de unas injustas pobrezas.
Uno podría preguntarse también qué otro sentido tiene un Estado nacional que no sea el de prestar ayuda a los que han quedado indefensos a pesar de sus esfuerzos o a los que no pueden esforzarse por niños, por viejos o por enfermos.
En la Argentina la meritocracia está viviendo unos años dorados de traspaso de recursos de los pobres a los ricos.
* Fragmento de su disertación en la Feria del Libro.