Espíritu innovador

domingo, 19 de mayo de 2019 00:05
domingo, 19 de mayo de 2019 00:05

Por Máximo Paz (*)

Luego de la cumbre de la sociedad de la información, celebrada en la ciudad de Túnez en 2005, un grupo de distintas asociaciones de usuarios, lideradas por la ISOC (INTERNET SOCIETY) decidieron impulsar el concepto de Sociedad de la Información, creando formalmente el Día de la Internet, a celebrarse anualmente en mayo. La pretensión era que la red de redes se transformara poco a poco en un agente transformador de la sociedad, cerrando brechas económicas, políticas, tecnológicas y culturales.

Desde entonces, han pasado casi catorce años y trascendentes sucesos digitales: proliferación de los blogs, nacimiento y climax de las redes sociales (Facebook, Twitter, Instagram, Pinterest), pre dominio global de Google, difusión a escala planetaria de Youtube, nacimiento de plataformas de contenidos audiovisuales (Netflix, Amazon TV, FoxApp, Hulu, Odeon, entre muchas otras). También, durante la última década se profundizaron el ciberterrorismo, el robo y comercio ilegal de datos, y otros fenómenos preocupantes como el grooming y las fake news.

El bien y el mal en un bit. Amor y odio. Mentira y verdad. Balance y desbalance. Pero en el Día de Internet, propongo al lector olvidar la grieta digital, y recuperar el espíritu innovador que, sin quererlo, la red inauguró allá, en los albores del siglo XXI. 
Porque tal vez no todos recuerden que Internet nace como un proyecto militar durante la guerra fría: Estados Unidos deseaba crear una red sin centro, en donde cada nodo (cada núcleo) de esa red, pudiera resistir un ataque de la Unión Soviética o del bloque comunista, y de esa forma preservar datos financieros, estatales o corporativos; fundamentales para cualquier potencia. Su primer nombre fue ARPA-NET. 

Pero pronto, los “viejos hippies” de Europa (sir Tim Berners-Lee, creador de la WWW), y de Estados Unidos (“Vint” Cert y Robert Khan, creadores del protocolo TCP/IP, o Paul Barand, de la RAND Corporation), se dieron cuenta de que la “red de redes”, podía servir para muchas más cosas que rivalizar con la Unión Soviética y los países del “bloque del este”. De manera irreverente, estos investigadores y profesores universitarios fueron verdaderos disruptivos: usaron los fondos del estado norteamericano con el objetivo de experimentar y crear innovación, olvidando las pretensiones belicistas de los jefes militares y políticos de la época.

Por eso Internet, no es la creación de una persona en particular. Sino que en su génesis se encuentra la filosofía misma de la colaboración: fue necesario que distintas tecnologías desarrolladas en distintas ciudades y países, confluyeran para que la red fuera una verdadera revolución tecnológica y creciera exponencialmente en pocos años. 
El espíritu de la libertad y la búsqueda de nuevas fronteras está inscripto en la web, en su ADN digital.

Así, los dos primeros nodos (núcleos) conectados de Internet (en 1969, y su nombre era ARPANET), fueron dos universidades: la UCLA (Universidad de California en Los Angeles) y la Universidad de Utah. El objetivo: compartir datos científicos y académicos. Algo muy lejano a los fines bélicos que se pretendían inicialmente. Y que tenía mucho que ver con el futuro que venía.
Porque la verdadera innovación surge en un ámbito de libre expresión e intercambio. Sin quererlo, el movimiento flower power al que adscribían estos científicos, creó las condiciones para que todo nuestro mundo cambiara. 

Y hoy, treinta años después de su surgimiento, la Internet coquetea con sus objetivos más altruistas, al ser un agente de esa fuerza creativa. Y esto se replica, cada vez que usamos la red en forma positiva, y encontramos una mejor versión de nosotros mismos. Feliz día.

(*) Decano de Ciencias de la Educación y Comunicación Social de la Universidad del Salvador.
 

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