Correo y opinión

Debates de la Guerra Fría en el fabuloso país del dólar a $44

sábado, 22 de junio de 2019 00:00
sábado, 22 de junio de 2019 00:00

Cuando la protagonista de “Good bye Lenin!” se despierta de sus ocho meses en coma, el Muro de Berlín había colapsado y su amado socialismo se había evaporado de Alemania oriental. Su hijo, Alex, decide engañarla para que no se entere de que un enorme cartel de Coca-cola había aplastado la utopía del hombre nuevo. Como si la campaña electoral argentina transcurriera en aquel caótico 1989 y no treinta años después, la semana del cierre de alianzas para las elecciones de octubre se tiñó de un insólito debate donde los flamantes candidatos y el establishment volvieron a discutir conceptos como “democracia capitalista”, “colectivización” y “economía de mercado”. Y como en la película de Wolfgang Becker, la trama se desenvuelve en un contexto de fantasía: un país donde el dólar baja, las acciones vuelan, los bonos se recuperan y la inflación retrocede de sus récords, pero que ya se habría sumergido en el default y la híper si no fuera por los salvavidas que le tiró el FMI, a regañadientes y forzado por Donald Trump.


La sorpresa de la semana para los empresarios fue ver a Marcos Peña derrotado por primera vez en una interna definitoria. Mauricio Macri terminó por desechar su consejo y el de Jaime Durán Barba para aceptar lo que le sugerían Rogelio Frigerio, Emilio Monzó, Horacio Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal. Y ante todo su hermano de la vida, Nicky Caputo, quien le machacó la idea de “ampliar Cambiemos hacia el peronismo” durante largas partidas de pádel en Olivos a las que más de una vez se sumó su primo Toto, el expresidente del Banco Central.


El matrimonio con el rionegrino y la peronización de Cambiemos terminaron por opacar mediáticamente la meneada reconciliación entre los dos exjefes de gabinete de Cristina Kirchner. El mercado, como siempre, mezcló análisis con wishful thinking al sopesar ambos hechos: interpretó que el oficialismo recuperó la iniciativa política y se arrojó a un raíd alcista que no se veía desde el arreglo con los fondos buitres en 2016.


Tres bajas seguidas del dólar, a esta altura, alcanzan para envalentonar a cualquiera en la Rosada. La divisa apenas por encima de los $44 para el público llevó nuevos bríos al comando de campaña. La disparada de los bonos locales, además, devolvió el riesgo país al nivel de principios de año. Pero como advirtió Claudio Lozano, el indicador del costo soberano local sigue siendo el segundo más alto de la región, solo superado por Venezuela. Frente a los 843 puntos básicos que festeja Macri brillan los 123 puntos de Perú, los 126 de Chile, los 241 de Brasil, los 249 de Bolivia y hasta los 553 de Ecuador, que también se vio forzado a firmar este año un programa standby con el FMI.


Los que hicieron volar la Bolsa, en rigor, no fueron pesos argentinos. El volumen operado -más de $1.000 millones solamente de acciones del Grupo Financiero Galicia, por ejemplo- reveló que hubo carteras pesadas de Wall Street que apostaron al pichettazo. La hipótesis que compró la Gran Manzana fue la que vendió Nicky: con Pichetto adentro no solo hay peronismo para ganar, sino también para gobernar. El problema es que se pusieron igual de eufóricos cuando asumió Toto. Entre la euforia y la depresión, aquella vez, pasaron apenas tres meses.


El Frank Underwood de cabotaje impresionó bien en abril cuando viajó a Nueva York. Y se muda al menos con media docena de senadores, según prometió. Es la garantía política que pide Christine Lagarde para estirarle a Macri los vencimientos impagables que heredará de sí mismo si es reelecto. La misma que querían los diplomáticos de la embajada estadounidense. 
Con Pichetto, evalúan en NYC y en Washington, la reforma laboral y la previsional elevaron sus chances de ocurrencia. 
La banca local formalizó su declaración de guerra contra un enemigo al que hasta ahora había combatido con sordina: las llamadas fintech, financieras web, sin sucursales, que empiezan a proveer ciertos servicios financieros pero no están sujetas a la misma regulación que ellos por parte del Banco Central ni están obligadas a cumplir con el convenio colectivo de trabajo de los bancarios. La peor amenaza la ven en MercadoPago, la rama de MercadoLibre que no solo empezó a competir por la provisión de terminales de cobro con tarjeta a comercios sino que también permite a cualquier persona ahorrar en su cuenta y usarla como caja de ahorro, con la ventaja de que le paga un interés del 50% por el saldo depositado. Como un plazo fijo, pero sin plazos fijos.


El presidente de ADEBA, Javier Bolzico, puso el grito en el cielo. “Existen asimetrías en la regulación”, dijo, y pidió “que la cancha no esté inclinada entre los proveedores” de servicios financieros. “Hay que darle las mismas condiciones para competir a todos los jugadores”, reclamó, sin nombrar a MercadoLibre ni a su fundador, Marcos Galperín.


Galperín había compartido 24 horas antes la inauguración de su nuevo centro de distribución con Macri y con el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta. El heredero de la curtiembre SADESA, que multiplicó la fortuna de su familia y construyó el marketplace más grande de Sudamérica, es modélico para el Presidente. Tanto que no pierde oportunidad de mostrarse con él y hasta echó de la AFIP a Alberto Abad cuando el ex recaudador osó cuestionar los beneficios impositivos que todavía usufructúa. La novedad es que también coincide con Pichetto. O por lo menos con sus categorías de pensamiento.
Al día siguiente de la inauguración con Macri de su propio depósito, en un evento muchísimo más pequeño y cerrado a la prensa, donde una startup dedicada a la cyberseguridad abría sus nuevas oficinas, Galperín dijo sin rodeos lo que realmente piensa. Primero se definió como “angustiado por este país”. 


Y abundó: “El sistema que a mí me gusta, que es la democracia capitalista, está bastante cuestionado en el mundo. En Estados Unidos anda recontrabien, pero se puso bastante autoritario. Que puede que sea necesario, porque yo creo que el consenso no funciona cuando vos sos una democracia que tenés que rendir examen cada dos años y tenés que competir con otros que no”.
Según expuso Galperín junto al fundador de esa empresa de cyberseguridad, “el problema es todo el marco laboral”. Con estas reglas y con estos gremios, dijo, “cinco empleos son cinco problemas y cien empleos son cien problemas”. Por eso, a su juicio, “nadie quiere crear empleo en Argentina”.


¿Habrá que prohibir los sindicatos? ¿Restringir la negociación colectiva? ¿Reprimir los reclamos de recomposición salarial? 
Es todo un debate para el neopichettismo. 
Quizás sea ésa su definición de “democracia capitalista”.

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