Cazadores de niños

Columna de opinión del juez de Menores Rodrigo Morabito
lunes, 3 de junio de 2019 01:08
lunes, 3 de junio de 2019 01:08

Los hechos de violencia sexual contra los niños en la Argentina ocurren de un modo alarmante. El reciente episodio del médico pediatra del Hospital Garrahan, nos debe generar de una vez por todas las alertas respectivas en cuanto a que la pedofilia no es solo un delito más, sino y quizás lo más importante, es que quienes cometen este tipo de hechos delictivos son personas que pertenecen a entornos muy peculiares de la sociedad. En efecto, se trata de perfiles característicos de las clases sociales medias altas como suele decirse. En el caso particular que hoy pone en vilo al país, el médico pediatra está acusado de integrar una red internacional de pedofilia que producía y distribuía videos y fotos por internet. Evidentemente, la logística necesaria para este tipo de deleznables delitos requiere en parte de poder adquisitivo, como así también, de una red de contactos que en ocasiones se vuelve muy difícil de investigar. La pedofilia es un trastorno sexual caracterizado por desviaciones o perversiones de carácter sexual, donde la fuente de placer está caracterizada principalmente por fantasías y en un deseo incontrolable de materializar tales fantasías. Lo lamentable de todo esto, por cierto, es que los destinatarios de esas imaginaciones pervertidas son nada más y nada menos que los niños.
En los distintos casos de pedofilia ocurridos en el país (al igual que en nuestra provincia) de los que pude tomar conocimiento, se puede observar que casi en la mayoría de ellos el abusador ha sido un hombre del entorno del niño, o sea, una persona por él y sus padres conocida que no necesariamente fue un familiar. Los pedófilos son personas que se sienten atraídas por niños por la sencilla razón de que son inca
paces de constituir y conservar (en la mayoría de los casos pero no en todos) una relación adulta con demandas sexuales por parte de personas de su edad. Eligen a niños o niñas porque al aprovecharse de su vulnerabilidad e inocencia, sienten que les demuestran su virilidad sin sentirse inferiores -¡sí, así es por pésimo que nos caiga!-, tornándose sus acciones perversas cada vez más peligrosas en razón a la búsqueda de mayores estímulos 
solo para la obtención de respuestas más satisfactorias. En otras palabras, se tornan cada vez más crueles y violentos, precisamente porque más allá de su propia perversión, la demanda se vuelve de igual forma más cruel y violenta. Generalmente, el pedófilo o los pedófilos, son hombres adultos que, insisto mucho en ello, se relacionan mejor con niños que con personas de su edad, suelen preferir un sexo más que el otro y buscan o disponen de trabajo en lugares relacionados con actividades infantiles. Su modalidad es acumular fotografías, archivos, etc., de niños y niñas a través de la  pornografía infantil para fantasear cuando no tenga víctimas potenciales, justificar sus actividades sexuales inapropiadas o para chantajear a las víctimas con fines de abuso sexual, también utiliza el mismo lenguaje que los niños y busca organizaciones (que existen) que apoyan su tendencia sexual inapropiada. Podríamos hablar horas respecto de la pedofilia y de quienes creen que esta deleznable conducta tiene una justificación en el supuesto “AMOR A LOS NIÑOS”, lo que resulta totalmente ¡INACEPTABLE! La pedofilia y quienes la detentan son nada más y nada menos que cazadores y abusadores de niños con una clara tendencia a su daño físico y psicológico, lo cual debe sancionarse cuando los hechos sean descubiertos pero, quizás lo más importante, es la PREVENCIÓN a través de la atención, el control y el diálogo permanente con los niños y niñas. Solo así, estando todos atentos y tomando plena conciencia de los peligros a los que se encuentran expuestos los niños hoy en día en los distintos ámbitos por los que transitan (incluso el virtual), podremos evitar hechos tan perversos y repudiables como los abusos sexuales a través de la pedofilia. Es misión de los adultos estar constantemente atentos, ergo, los cazadores de niños se encuentran en los lugares y en las personas menos esperadas y pensadas, no se trata de una desconfi anza total por todo el mundo de adultos que rodean a los niños, sino tan solo de observar y dialogar para proteger.

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