El rol del abogado en el sistema republicano

martes, 3 de septiembre de 2019 00:24
martes, 3 de septiembre de 2019 00:24

Por José Alberto Furque (*)

Dos Abogados cabales, y extraordinarias figuras cívicas en la historia de nuestro país  -bastante olvidadas por la “cultura oficial” porque resultan molestas al orden establecido- fijaron, cada uno de ellos en sus respectivos tiempos y circunstancias, el verdadero rol de fermento fecundo y transformador en la vida social, en el marco del sistema republicano que consagra nuestra constitución, del abogado de todos los tiempos. 

El primero, Juan Bautista Alberdi, nacido en Tucumán en los albores de nuestra nacionalidad, un 29 de Agosto (de 1.810), y que se recuerda precisamente en su homenaje, como el día del abogado, porque simboliza la elevada expresión de la Constitución y de la Ley como base de nuestro sistema republicano e institucional, que contribuyo a forjar en “Las Bases y Punto de Partida de Nuestra Organización Nacional”, y en su inclaudicable prédica como jurista, y notable polígrafo. 

Y, el segundo, Deodoro Roca, que murió un 7 de Junio (de 1.942), establecido en su homenaje, también, como día del Periodista,  ya que a través de una obra inorgánica, básicamente periodística, aunque profunda y brillante, se convirtió desde su Córdoba natal cuando apenas contaba con 25 años de edad a través de esa extraordinaria pieza conocida como “El Manifiesto Liminar” de la Reforma Universitaria de 1.918, en el numen de la rebeldías fecundas de toda una generación de argentinos y latinoamericanos que ambicionaban una Universidad auténtica, abierta a los cuatro horizontes de la cultura, del pensamiento científico y técnico y que dejara de ser el viejo reducto de un pensamiento medieval, arcaico y primitivo, y los claustros y laboratorios en el recinto de la mediocridad y del acomodo. Por ello “había que romper las cadenas que  nos ataban” al atraso y a la domesticación, del espíritu y del pensamiento como cuadraba a una verdadera república.  

 No podemos sino recordar, en una época degradada y decadente al festejar el día del abogado, a las grandes figuras del derecho que actuaron como factores revulsivos en su tiempo, y en el medio en que les cupo actuar; erigiéndose en ejemplos y fanales perdurables, de los abogados de todos los tiempos aunque no sean recordados oficialmente en las “Cátedras de una república ficticia”, y resulten por tanto casi desconocidos porque no frecuentan sus obras y sus escritos los jóvenes abogados de hoy –difícil e hipócrita “tiempo nuevo”- al encontrarse más preocupados por el éxito y la trepada fácil, en un mudo de “ideas empaquetadas” que se venden y levantan sin digerir, y sin llegarse a comprender que padecemos un “crónico pauperismo mental” y una desenfrenada “malversación de recursos” tal como lo advirtiera Alberdi –extraordinario abogado con un pensamiento vigoroso aún plenamente vigente- ya en esa obra estupenda: “El Sistema Económico y Rentístico de la Confederación Argentina” o en ese espectáculo intelectual, coruscante y superior que fue la polémica con Sarmiento, en “Las Cartas Quillotanas” y “Las Ciento y Una” del Cuyano, advirtiéndose la agudeza, destreza e inteligencia del abogado superior movido por el ideal del bien público, que defiende con pasión sus ideas germinales y transformadoras, frente al torrente y a la fuerza desorbitada de ese fenómeno de la naturaleza que fue el Sanjuanino. 

Y, más cercana a nuestra época, aún resuenan los ecos de esa otra polémica impar entre aquél notable “príncipe de los abogados” -porque se asemejaba a una figura del Renacimiento por su gallardía, brillo y profundidad- como se calificaba por algunos a Deodoro Roca, con ese escritor de raza e insigne poeta que fuera Leopoldo Lugones. Esa polémica muestra dos visiones diferentes de un mismo país, y se gestó a raíz del célebre discurso de Lima pronunciado por Lugones con motivo de los festejos de la Batalla de Maipú, conocido como “La Hora de la Cruz y la Espada”, que generó la demoledora réplica de Roca, en la que recurriendo a su formidable bagaje intelectual, y a sus dotes de polemista insuperable, recorre la historia de nuestra propia cultura y la de España, para demostrar que nuestra mejor tradición se entronca con la libertad y no con el autoritarismo de la Cruz y de la Espada; con los “Comuneros y las Cartas Pueblas de Castilla”, con la República Española y con El Quijote.  

El abogado de hoy, como el de ayer y de todos los tiempos, debe ser por mandato de su formación un contestario nato, un eterno disconforme con el orden vigente, un destructor de los abusos del poder, de los “dogmas inmovilizantes”; en suma, un arquitecto de los nuevos tiempos en el fluir de la historia. Debe ser la negación de la domesticación. Las Facultades de Derecho, deben preparar en esta línea a las generaciones de abogados, para que sean fieles a un Osvaldo Magnasco, a un Manuel Osorio, a un León Gambeta, por citar solo algunas de las grandes figuras en su lucha cotidiana por el derecho y la ley.

(*) Abogado. Candidato a gobernador por el GEM


 

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Comentarios

3/9/2019 | 22:12
#149006
brillante recordatorio de Juan Bautista Alberdi,autor del manifiesto el crimen dela guerra,y pionero del derecho laboral argentino,muy bien Dr Furque,Usted representa la verdadera alma de la toga¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡
3/9/2019 | 11:05
#149005
la abogacía...la mierda misma encargada de encontrar la flaqueza de las leyes, al servicio de los delincuentes....todo padre, toda madre, deberían enseñar a sus hijos que lo mas deshonroso es ser abogado

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