Cara a cara

50 años después, el orgullo de ser canillita

domingo, 8 de noviembre de 2020 06:00
domingo, 8 de noviembre de 2020 06:00

HOY: RAMÓN EDGARDO ITURRE

Llegó en una camioneta 4 X 4 de alta gama al lugar de la entrevista. Seguramente escuchando música y disfrutando de la refrigeración, en una tarde distinta a aquellas siestas calurosas vendiendo “picolí” helado por las calles de Villa Cubas con la conservadora sobre los hombros transpirando la gota gorda, o lustrando o vendiendo diarios en los años de una niñez sacrificada. El mismo que disfruta de sus vacaciones en Brasil o Mar del Plata, dejando atrás los tiempos de andar con la honda colgada al cuello a la caza de “chelcos” y lagartijas. Ayer fue el Día del Canillita y en su nombre queremos rendir homenaje a todos los “canillas” de Catamarca. A los 64 años, es feliz de sus 35 años de matrimonio, de sus hijos, sus nietos, su linda casa, sus logros. La cosecha de más de 50 años de esfuerzo y trabajo. En la calle, con buen o mal tiempo. Además, un agradecido de la vida: “de mis clientes, gente muy buena; del ingeniero Brizuela del Moral por habernos donado el terreno para el sindicato y ayudado a construirlo; de mis compañeros canillitas, para quienes pido que los ayuden, hay muchos que la están pasando muy mal”. Y un agradecido de la vida: “orgulloso de ser canillita”. Hoy es un monotributista a punto de jubilarse. Mandó a estudiar a sus hijos al Fasta y ya tiene profesionales en la familia como sus hijas Belén y Antonella. Mandó un fuerte abrazo a “toda la familia canillita y que piensen que todo es posible con laburo”. Estamos hablando de Ramón Edgardo Iturre, el “Cacho” que un día, siendo niño, “ascendió” en la vida de lustrabotas a canillita. Fue un decreto propio. Y mal no le fue.

- ¿A los cuantos años comenzaste a vender diarios? ¿Recuerdas la primera vez?
- ¡Sí, claro! Porque antes de vender diarios, salía a lustrar zapatos. La Galver estaba en la esquina de República y Rivadavia y ahí lustraba con mis hermanos y otros changos del barrio Marcos Avellaneda, donde me crié. Vivía un muchacho Guaytima y tenía la parada de ventas de diarios en la avenida Virgen del Valle y Mota Botello. En esa época se repartían los diarios en bicicleta o a pata. Entonces, cuando se iba a hacer los repartos de diarios y revistas, me pedía que mientras yo lustrara que les venda los diarios. Cuando volvía, me daba unos buenos pesos y ganaba más que lustrar zapatos. Y…tenía unos diez años. Ahora me pongo a pensar y veo que soy el comerciante más viejo que quedó en la esquina de República y Rivadavia.

- Veamos: dejas de lustrar y te conviertes en canillita.
- Cuando vi que se ganaba bien, comencé a sacar yo el diario para vender. Hoy lo puedo decir: primero fui lustrabotas y luego “ascendí” a canillita (sonríe con un claro gesto de ¿qué tal?).

- Es decir que entendías que pasar de lustrabotas a canillita era…
- (Interrumpe rápidamente) ¡Significaba un ascenso! Iba a ganar más plata.

- Tiempos difíciles aquellos (mediados de la década del `60).
- ¡Muy difíciles! Había pocos bares: Café Oriente, Richmond y El Americano y la gente no compartía con vos una picadita o la mitad de un sándwich… ¡ya sé! Ahora, en cambio, los chicos son mejores tratados, los clientes de los bares tienen más consideración.
- ¿Te hubiera gustado estudiar?
- Tuve la posibilidad…pero te digo la verdad: era un indio, un indio rebelde. Prefería más lustrar o vender diarios que estudiar. Mi hermana Graciela me llevaba a la escuela 57 (Mate de Luna y 9 de Julio). Ella se volvía a casa por la 9 de Julio y yo me disparaba por la 25 de Mayo, buscaba el cajón y me iba a lustrar. Yo dejé la escuela de muy chico. Las vueltas de la vida: Carlos Boggio era compañero mío…hoy es contador y me lleva los papeles… ¡y no me cobra un mango! Siempre les digo a los changos que Carlitos llegó a contador porque me copiaba los deberes…  (y explota en una carcajada). 

- Hace 47 años que estás en la esquina de Rivadavia y República.
- Sí. Antes de instalarme allí yo vendía el diario por las orillas. Todavía guardo aquella bicicleta y hasta el cajón de lustrar.
 
- En esa clásica esquina e inmediaciones había negocios muy tradicionales y personajes muy conocidos.
- Estaba Casa Garnero, que vendía loterías. En el sector noreste estaba la (Tiendas) Galver primero y después Tiendas Argentinas. En la Galver trabajaba Néstor “Chichí” Cano. Estaba Sevita, un personaje…andaba siempre con un silbato.

- ¿Recuerdas algunos de los primeros clientes que te acompañaron durante muchos años?
- El doctor Farías Taire, Arriazu, el doctor Acuña, doña Eumelia Saadi de Rosales, una gran persona; la madre de los changos Garribia; los Sastre.

- Eran épocas de ayudar en la casa también.
- Sí, por supuesto. Desde chico me manejé de manera muy independiente: ayudaba en la casa pero me gustaba ahorrar plata. ¡Te juro que la enterraba en el fondo…y a veces me olvidaba en qué lugar! (sonríe abiertamente). En las vacaciones de julio me iba a Buenos Aires a visitar a los familiares. No era una cosa de tirar manteca al techo, pero a mami la llevaba en avión a Buenos Aires.

- La calle fue tu amiga desde chico…
- La calle te enseña mucho, pero hay que tener cuidado con los peligros que existen en la calle. Por suerte, jamás les llevé un problema a mis padres. Debo decir que era mezquino para algunas cosas, que siempre quería ahorrar… Será por la niñez de uno… no sé. Es una historia más o menos…

- ¿Alguna anécdota en especial?
- A ver… éramos muchos los que lustrábamos en la puerta del Hotel Ancasti, y hasta nos peleábamos por los clientes. ¿Qué hice? Cuando salían los turistas me ofrecía a acompañarlos a conocer el corazón de (Fray Mamerto) Esquiú… ¡de tanto ir lo conocía así (mostrando la palma de su mano) al convento! Y ahí terminé haciendo la Primera Comunión, gracias a la señora de Castillo, que vivía frente al Banco Francés, por la Rivadavia. Otra: la señora Bizzotto (calle Prado) me quería mucho cuando andaba lustrando. Recuerdo que golpeaba la puerta y me preguntaba ¿cuántos son? Cinco, respondía yo, y ya venía con los sándwiches que compartíamos con otros changos del barrio que andábamos lustrando; lo mismo que don Brunello, el padre de Roberto Brunello… ¡qué buena persona! Vieras que lo que era cuando venían los camiones a descargar la leña para Carabus, que tenía la panadería por la Rivadavia; ¡esa gente era de primera! Dejábamos todo y descargábamos la leña…y nos ganábamos unos buenos mangos. Una vez, hace algunos años, encontré un maletín en Güemes y Ayacucho. Tenía una computadora muy cara. Le dije a mi señora Silvia que la guarde, que ya iba a aparecer el dueño. Un día apareció un aviso en el diario sobre el extravío del maletín. Era de Cacho Tapia, hermano del cura y se lo entregué. Me emocionó el agradecimiento.

 - Vemos que tu niñez iba de la mano con el trabajo. ¿Te gustó siempre trabajar?
- ¡Más vale! Sabés cuando salía a vender los “picolí” helados por Villa Cubas y andaba todo ese barrio a pata. ¡Mamita, esos calores con la conservadora al hombro!

- ¿Algunos canillitas de aquella época?
- El finado Soto. Después aparecieron Don Pachao, Don Josepi, Carrasco, el “Cepillo” Valdez; Doña María, que también vendía café; Don Soto; otros históricos son y siguen siendo los Ponce y los Cativa, en la esquina de la Minerva.

- ¿El frío era el peor enemigo?
- ¡No hallábamos qué quemar para hacer fuego y calentarnos un poquito! Andábamos muchos de pantalón corto, de alpargatas y a veces descalzos. Ahora, y en buena hora que así sea, los canillitas tienen su buena campera, su buen abrigo; y hasta su motocicleta. 

- ¿Sos un agradecido de la vida?
- (De manera enfática) ¡Más vale! Por ahí me sorprendo de lo que tengo, de las cosas que llegué a tener. La calle me pudo haber llevado por cualquier otro camino, pero yo le puse el hombro y toda mi vida fui un laburante. Yo no tengo estudios, pero nadie me a venir a llevar por delante.

- ¿Qué sientes hoy cuando formaste una familia, tienes un techo propio, has hecho estudiar a tus hijos, has adquirido vehículo de alta gama, vacacionas en lugares soñados por muchos y tantos otros logros?
- Y…mucho. Muchas cosas. Y veo que todo es posible, te lo digo por experiencia propia. Cuesta mucho esfuerzo, pero se puede hacerlo.

- ¿Algo para destacar que la primera época de canillita?
- Que éramos muy unidos. Cuando moría un canillita llevábamos el luto en la bicicleta por varios días. Ahora nos está haciendo mucha falta esa unión a los canillitas.

- ¿Cuántos diarios llegaste a vender por día?
- Y…mil diarios. Fue durante el caso María Soledad y después con el aluvión en El Rodeo. También cuando la Argentina salió campeón mundial de fútbol en el 78.

- ¿La situación del canillita hoy?
- Mala. Malísima. Y no lo digo por mí, pero mis compañeros están totalmente olvidados. Rescato la actitud del diario El Esquiú.com, cuyos directivos nos dieron una mano grande en esta época de pandemia. De los más de 50 años que vendo el diario, este 2020 es el más duro: más de treinta canillitas quedaron en la vía y la están pasando muy mal. ¿Quién puede negar que el canillita sea un laburante? Labura todos los días del año aguantando fríos y calores; llueva o salga el sol. A veces pienso: es lo que nos tocó en la vida. Pero te digo: me siento orgulloso de ser canillita. ¡Jubilan a tantos vagos por política y la mayoría de los canillitas no tendrán ni una mínima jubilación! Es injusto y da mucha bronca.

Datos personales

-Nombres y apellido: Ramón Edgardo Iturre.  
-Esposa: Silvia Susana Brizuela.
-Hijos: Ramón Edgardo (Pepe), María Belén, Antonella y Elea del Valle.
-Nietos: Lisandro Nabor, Alina y Oliver.
-Hermanos: Jorge Armando, Juan Carlos, María Rosa, Graciela del Valle, Liliana (f) y Manuel Nabor (f).
-Personaje de la política: Eduardo Brizuela del Moral (“Lo máximo”, agrega).
-Deporte: Fútbol. Simpatizante de River.
-La barra de la esquina de República y Rivadavia: Miguel Rodas, Kelo Bazán, Víctor Jalil, Pichi Luján, Chirola Dumitru, Juan González, Juan Avellaneda, Puca Nieto, “y muchos changos amantes del fútbol”.
-Un personaje querido: “El padre Ramón Rosa Olmos. Cuando éramos canillitas chicos nos llevaba a comer y jugar al fútbol en su casa de calle Maipú”.
-Un amigo: Adrián Britos, de Córdoba. También supo ser canillita y llegó a ser diputado y ministro de Trabajo durante el gobierno de De la Sota. Un tipazo”.
 

Los diez años de El Esquiú.com

Los que pasamos gran parte de nuestra vida en la redacción de un diario sabemos y valoramos la incorporación de un nuevo miem-bro a la familia diariera, de la que somos integrantes periodistas, trabajadores gráficos y canillitas. Hace ya una década que Catamarca recibía la buena nueva: el desafío de un nuevo periódico llamado El Esquiú.com, que venía a sumar su aporte como indiscutida fuente de trabajo. En tiempos difíciles, el crear, el construir plantaba sus banderas y con los años se fue metiendo en la preferencia de los catamarqueños. Hoy, un referente canillita como es “Cacho” Iturre, no duda en destacar “que en este año difícil, El Esquiú.com nos tendió la mano amiga” a los voceros cotidianos de la hoja periodística, a la vez que reconoce con gratitud que es el único medio gráfi-co local que les otorga el 50% del valor de tapa. Además, ayer los canillitas recordaron su día (no hay nada para celebrar) y El Es-quiú.com no apareció a la calle para favorecer el descanso de los trabajadores “canillas” en la jornada que les pertenece histórica-mente. Diez años después, y con indisimulado orgullo, cada vez somos más los que lucimos la camiseta de El Esquiú.com, el grito que los queridos canillitas incorporaron a su canto con enorme gratitud. Cuestión de principios solidarios. Una buena receta en tiempos de crisis. El Esquiú.com lo sabe y lo practica.

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