Pocas fechas en la humanidad son tan recordadas y valoradas como esta, tiene un trascendental significado a partir de un acontecimiento expresado en el nacimiento de un niño. 

Este Niño llegó y trajo consigo un mensaje tan simple,  pero con un profundo desafío para la humanidad, escucharlo, valorarlo en su verdadera dimensión para poder aplicarlo siguiendo el  preciso interés en que sea para el bien de la humanidad. 

Entiendo la Navidad como una expresión casi única en la vida de ser receptores y portadores de este mensaje y hacer de él un respetuoso aporte a que establezcamos lo que nos dijo como un verdadero sentido de compromiso para con uno mismo y para con el prójimo, razón de ser de nuestro paso por este  mundo que no rescata esta fecha como un verdadero sentimiento, el que volcamos a cuenta gotas, no sin especulaciones de todo tipo que nos desvalorizan en hacer el bien; hacer el bien es el tema que complica nuestra  existencia, que no escucha, valora, ni pone en práctica el mensaje de la Navidad, que es simple, como la simpleza de ese pesebre que recibió al Hombre Nuevo, portador del mensaje más sano y profundo para ser aplicado en todos los órdenes de la vida, sin distinción alguna de raza, sexo u otras manifestaciones que solo nos distinguen del rebaño por cuestiones que no afectan y no deben afectar el común sentido de integración en un mundo que parece interpretar la realidad separada de las realidades; que de algún modo nos compromete a todos a ser partícipes de actos que dejan de lado el compromiso social que aceptamos por el solo hecho de haber venido a este mundo, la hipocresía nos muestra como no interpretamos el mensaje, como no  valoramos lo que ella produce en cada uno de nosotros, en nuestras vidas, nuestras acciones tienen un sentido en ese ida y vuelta que insensiblemente vamos logrando con acciones que deben tener la finalidad que el mensaje de Navidad lleva, “poner la otra mejilla” es de una grandeza que resalta valores y muestra la importancia del amor que lleva el mensaje de “paz a los hombres” que tanto cuesta entender cómo aplicar y cuya finalidad es tan solo producir el bienestar, a la sociedad, a las familias, a los hombres que con sus acciones son generadores de hechos que se vuelcan a la sociedad para establecer la propuesta que también esta contenida en el mensaje navideño, pero que ¿cuesta tanto entenderlo? 

Tenemos que entender el mensaje, fortalecerlo para que el hombre nuevo se instale en un mundo nuevo, no aflojar en su búsqueda,  porque las cosas que se deben corregir, sin dudas,  generaran la verdadera revolución que tantos han prometido y que solo nos han dejado en esta realidad que poco tiene que ver con ese mensaje que es  superador y que nos llevara a ser más humanos, como el humano Niño de la Navidad. 

Alejo Jesús Arias