33 de mano

“Se murió en el camino”: ¿Hasta cuándo será así?

martes, 2 de febrero de 2021 00:57
martes, 2 de febrero de 2021 00:57

Hartos de estar hartos de escuchar, durante décadas y décadas, el triste lamento de “no aguantó, falleció en el viaje”, “en el camino perdió la vida” o “a la Capital llegó sin vida”. La muerte sigue imponiendo condiciones  y después, la nada; solo quedan los lamentos. Muertes que se pueden evitar en la mayoría de los casos. La noticia sacudió la primera semana de enero con el peor golpe a la familia Carrazana, de Andalgalá: la muerte de su hija Mélani, de siete años de edad. Según el relato de sus padres Walter y Fernanda, “en el mediodía del domingo (3 de enero) a nuestra hija le agarró mucho dolor de cabeza y fiebre; le dimos un ibuprofeno y después la llevamos al hospital (de Andalgalá); en el camino tuvo vómito. Cuando llegamos nos atendió el doctor y la recibió así nomás, ni siquiera le tocó la pancita”. Ya cerca de las 21, al ver que su hija seguía mal, la llevaron otra vez al hospital de Andalgalá. Cuentan Walter y Fernanda: “Allí le hicieron unos análisis clínicos y nos informaron que iban a derivar a Mélani al Hospital de Niños `Eva Perón` en la Capital. Le preguntamos al doctor sobre el resultado de los análisis y si era grave lo que tenía. Nos dijeron que un doctor en la Ciudad le va a saber explicar”. En el trayecto hacia la Capital, a la altura de Chumbicha, Mélani falleció. De acuerdo a lo contado por los papás de la chiquita, la ambulancia que hizo el viaje transportando a su hija “vino solo con oxígeno y una enfermera. Nunca tuvo los aparatos de primeros auxilios, ni siquiera venía un médico”. Después, se conoció oficialmente que la pequeña ingresó sin vida a la Capital y el fiscal en turno Hugo costilla ordenó que se le practicara una autopsia al cuerpo de la niña.

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Tiempo atrás, en este mismo espacio, nos referimos a que, también hace por lo menos 5 décadas (¡cincuenta años!), los que hoy peinamos canas éramos niños testigos de los fastidiosos cortes de luz y agua, especialmente en temporadas veraniegas. Hoy, con cientos y cientos de  hojas de almanaques desparramadas en el tiempo, la historia vuelve a repetirse. Todo está como era entonces, más allá del empeño de los gobiernos de turno que pasaron en tratar de mejorar el panorama. Pero un fastidio o un dolor de cabeza no es lo mismo que una muerte. Fueron muchos los titulares de los diarios que se ocuparon de un dato extra que debiera preocuparnos y llamarnos a la reflexión: el enfermo, accidentado o herido que era traído en una ambulancia de un departamento del interior, “se murió en el camino”. Muchos fueron los que se quedaron a mitad del viaje porque las distancias son largas y desde una localidad lejana de la Capital el recorrido incluye muchas horas. Y en ese largo trayecto se nos va la vida. Walter, el papá de Mélani, dijo: “Yo no entiendo cómo el mismo médico que la medicó no la puso en terapia intensiva en Andalgalá, si tenemos un hospital de alta complejidad”. A esta altura de los acontecimientos, Catamarca debe tener un sistema de salud de primer nivel y de punta a punta de su extensa geografía. La provincia tiene que contar con una estructura de salud acorde a todas las exigencias y con todos los recursos humanos y técnicos necesarios. Para que no sigan muriendo pacientes en el camino. El viernes 22, se hizo una marcha en Andalgalá pidiendo justicia por la muerte de Mélani. Una de las pancartas decía: “Señor gobernador, necesitamos un hospital digno para el pueblo de Andalgalá”. Todos los pueblos de todas las localidades del interior merecen un servicio de salud Integral, completo. Para que el camino no siga contando muertos. Sabemos que mucho se hizo en materia de mejorar la prestación de salud. Pero evidentemente falta. Será la mejor obra que se pueda ofrecer a la ciudadanía: salud para todos en todos los pueblos.

Kelo Molas
 

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