OPINIÓN

La experiencia de Pedro Bustamante, hijo de un granadero sobreviviente

domingo, 2 de enero de 2022 02:01
domingo, 2 de enero de 2022 02:01

El 16 de junio de 1.955, en Buenos Aires, la marina de guerra formada por la flota de barcos y aviones de guerra, atento con sus naves aéreas arrojando bombas y utilizando ametralladoras desde el aire a la población civil desarmada y Casa de Gobierno de la Nación, para asesinar al presidente constitucional elegido por el voto del pueblo. 


El poder ejecutivo nacional lo ejercía el Tte. Gral. Juan D. Perón. Desde los sectores de la oposición política, integrado por la clase dominante de la economía, la religión, los terratenientes, entre otros, formaron un frente de ataque al gobierno y al pueblo pobre, trabajador, analfabeto, sin derechos, que aspiraban a una vida más justa, digna, con acceso a la educación superior y dignidad humana amparada en las leyes. Una parte del ejército y de la marina se sublevaron de manera ilegal contra el gobierno y la constitución argentina. No había conflicto armado ni tampoco una declaración de guerra interna. Pero a partir del 16 de junio a horas 13.40 el estado argentino entró en guerra interna durante 30 días. 


Las armas de la Patria, sus aviones, sus soldados, de estas dos fuerzas militares fueron utilizadas para matar a sus propios ciudadanos argentinos. Fueron emboscados, acribillados desde el aire con armas de guerra, con bombas de destrucción masiva, algunos desaparecieron pulverizados como en Hiroshima, Japón. La ciudadanía transitaba desprevenida, eran tiempos de paz, iban de paseo, de compras, a trabajar, otros jugaban con sus nietos en Plaza de Mayo, daban de comer a las palomas. 39 aviones gloster meteor cazas, sembraban balas de combate desde sus fuselajes en Plaza de Mayo, la más importante del país. Las bombas de fragmentación destruyeron parcialmente el edificio de Casa Rosada. Las víctimas mutiladas, muertas, piernas, brazos, cabezas, troncos desparramados por doquier. Autos y ómnibus con personas a bordo incendiados y destruidos por las bombas. La muerte sobrevolaba Buenos Aires. Los pilotos insurrectos volaban a baja altura, atacaron también la sede de la Policía Federal Argentina, en las cercanías del palacio Unshué, que era la residencia presidencial. Las paredes del ministerio de Economía de la Nación, hoy son una muestra del ametrallamiento, exhibiendo las grandes perforaciones de los proyectiles bélicos. 


Buenos Aires estaba sitiado, conmocionado, jamás en toda la historia de sus guerras había sido atacada de esa manera, menos aún por sus propios militares y aviones argentinos. En Casa Rosada, el cuerpo de militares de granaderos a caballo, encargados de la seguridad del excelentísimo presidente de la nación argentina, repelían la agresión armada. Los escoltas presidenciales equipados con fusiles Mauser, ametralladoras antiaéreas sobre los techos de la sede gubernamental, tanques Sherman, Carrier, combatieron todo el día. 400 valientes granaderos ofrecieron sus vidas a la Patria aquel 16 de junio de 1.955. Contraatacaron a una fuerza militar también argentina, donde soldados argentinos se enfrentaban en guerra, único caso en el mundo. Los patriotas granaderos lucharon contra las armas automáticas que poseían los marinos, las bombas aéreas, aviones con ametralladoras y civiles armados, eran francotiradores de apoyo a los soldados insurrectos, apostados en el Banco de la Nación y cercanías, desde lo alto de los edificios. 


En el bombardeo, caen heridos de muerte en el campo de batalla nueve soldados escoltas presidenciales, cumplían con el servicio militar obligatorio, tenían veintiún años de edad. Los bravos y jóvenes guerreros eran convocados y seleccionados de distintas provincias argentinas, siguiendo un estricto protocolo impuesto por creador del regimiento, el libertador Gral. San Martín. Estos soldados escoltas presidenciales tenían entre otras misiones, cuidar la vida de todos los presidentes del país, sin importar ideologías políticas. Entre las víctimas militares, hubo dos soldados catamarqueños. Ramón Antonio Cárdenas y Laudino Córdoba, fallecidos, y Pedro Teófilo Bustamante, quien sobrevivió a la revolución armada. Cárdenas, con gran pericia maneja un camión cargado con soldados de refuerzo, su superior, le ordena sí o si, atravesar la cortina de balas de ametralladoras que desde el quinto piso del edificio de la marina tiraban a matar, no obstante, el aguerrido soldado catamarqueño penetra el cerco de las ráfagas mortales cumple la orden militar, estaciona el vehículo en la puerta de acceso a Casa Rosada. Muere en el asiento, cae sobre el volante con la cara destruida por el proyectil enemigo. Laudino Córdoba muere junto a otros patriotas que defendían al presidente Perón. Una bala impacta en su columna vertebral. 


La estremecedora matanza era entre soldados argentinos, soldados que amaban una misma bandera. El granadero Pedro T. Bustamante, pertenecía a la sección armas pesadas, ametralladoras antiaéreas, tenían entrenamiento especial para tales fines. Junto a integrantes preparados desde los techos de Casa de Gobierno y sin ningún resguardo y a la vista directa de los pilotos, un granadero fue partido en dos pedazos su cuerpo, cubriendo su sangre la terraza. Trataban de derribar a los aviones cazabombarderos que bombardeaban la sede del poder ejecutivo presidencial y protegían al presidente de la nación. Eran fieles soldados de la Patria. La sangre de sus cuerpos regó el suelo argentino. Los granaderos fallecidos fueron trasladados en tren, por el granadero sobreviviente, Pedro T. Bustamante, junto a una comitiva militar para ser entregados a sus familias y sepultarlos en el cementerio de la ciudad de Catamarca. En las ceremonias participaron el gobernador Casas Nóblega, todo el arco político, pueblo, instituciones, civiles, religiosas, militares, con los honores correspondientes a héroes. Pasaron sesenta y cinco años. Jamás nunca nadie volvió a hablar de los héroes que impidieron el derrocamiento del presidente constitucional Gral. Juan D. Perón, estos hijos de Catamarca, junto a otros siete granaderos fueron los mártires de la democracia argentina, cuidaron que la Constitución Nacional argentina no fuera avasallada ni permitir que el pueblo argentino sea sojuzgado. Entregaron sus vidas para que la investidura presidencial no sea arrebatada al pueblo. Lucharon fielmente de acuerdo a los principios democráticos para que el orden constitucional vuelva a reinar y ser garantía de los derechos del soberano. 


El único conocedor de la historia de esta gesta militar en defensa de la democracia, en la que Catamarca se ve integrada a la historia nacional en la revolución armada contra un gobierno nacional democrático, por la participación de tres soldados granaderos catamarqueños, y como hijo del granadero sobreviviente, Pedro T. Bustamante, realicé una exhaustiva investigación en documentación específica, regimiento de granaderos a caballo, documentación en poder de mi padre, sus relatos, testimonios orales de otros héroes sobrevivientes, visita y recorrido del escenario bélico, etc. Visité al senador por Fray Mamerto Esquiú, profesor Oscar Vera, quien ante el estudio y valoración de lo investigado, labró un proyecto de ley para la construcción de un monumento, para revalorizar y perpetuar en el tiempo a estos mártires de la democracia argentina, hacer conocer al pueblo de Catamarca y Argentina toda, a través de la visita de los turistas, que esta historia era desconocida y estuvo oculta sesenta y cinco años, debido a los sucesivos golpes militares que derrocaron a los gobiernos elegidos por el pueblo. 


La honorable Cámara de Diputados dio la media sanción al proyecto iniciado en la Cámara de Senadores. Ambas cámaras con maduros y elogiosos fundamentos democráticos dieron origen a la ley N° 5723/21, para la construcción de un monumento.  En Buenos Aires los heroicos granaderos son homenajeados con un monumento en la puerta de casa de gobierno de la nación, regimiento de granaderos a caballo, con la imposición de sus nombres en una escuela y a sus nueve aulas, puente carretero, dos plazas públicas. 


En otras provincias se inmortalizan sus nombres en un barrio, escuelas, calles públicas; en museos se guarda celosamente el morreón, la bandera argentina que cubrió el ataúd, álbum de fotografías de su vida militar. En Catamarca, la honra a los heroicos adalides fue jerarquizada a través de una ley. Es la primera e histórica acción legislativa nacida en el seno de una legislatura, para la construcción de un monumento en la provincia de Catamarca.


Investigación: Prof. Pedro del Valle Bustamante D.N.I.  N° 14.324.313 (hijo) del granadero sobreviviente.
Autor de la Ley: Senador Provincial Oscar Vera.

 

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