Estas cosas se sabe cómo comienzan, pero nunca cómo terminan. El ejemplo paradigmático fue el del covid 19. Catamarca fue la última provincia en registrar casos, pero después de la primera andanada del virus la cuestión se tornó imparable y el número de casos no creció a niveles estrepitosos por la celosa acción gubernamental.

Ahora la amenaza contra la salud tiene a un nuevo jugador: el dengue. Ya lo conocemos los catamarqueños y sabemos cómo se manifiesta: cefaleas, vómitos, diarreas, fiebre, etc.

Hasta anoche, el Ministerio de Salud confirmó diecinueve casos en distintos puntos del territorio. De los 19 casos, 6 pertenecen a Capital, 10 a La Paz, 1 a Santa Rosa, y 2 a Valle Viejo. 

Ocho casos no poseen antecedentes de viaje, por lo que se consideran autóctonos. El resto son importados, 6 con antecedentes de viaje a Frías (Santiago del Estero), 3 a Tucumán, 1 a Bolivia y 1 a Paraguay.

Controlar y frenar una eventual de epidemia, como supimos tener tiempo atrás depende del Gobierno Provincial y de los gobiernos municipales. Pero, de igual forma, las responsabilidades son ciudadanas. Sin ellas, será imposible controlar el dengue.

El problema ya está instalado y el calor agobiante ayuda. Por lo tanto, hay que imprimir vértigo a los controles en todo el territorio.

Esto es, no dejar el agua empozada en cualquier recipiente, como ser floreros para plantas, fuentes para dar de beber a los animales o neumáticos que ya no sirven y que suelen ser tirados en los fondos de los domicilios; no descuidar los paseos públicos (incluido el propio Parque Adán Quiroga en la Capital) y redoblar las fumigaciones. Aparte multar o penar de cualquier forma a los ciudadanos que no se allanen a los mecanismos de prevención.

No hace falta agregar nada. Al dengue hay que darle batalla entre todos. Gobierno y ciudadanos.

El Esquiú