La experiencia detrás del festival de Cosquín

Folclore al ritmo del río

jueves, 27 de enero de 2011 00:00
jueves, 27 de enero de 2011 00:00

El folclore de todo el país no sólo llega a la Plaza Próspero Molina y a las peñas aledañas: el río Cosquín es otro de los centros de atracción para los turistas y los habitantes del pueblo, ya que en las playas de la zona del Valle de Punilla también se organizan peñas y grandes guitarreadas espontáneas.
Por las tardes, mientras los artistas prueban sonido en el escenario Atahualpa Yupanqui (al que cada noche suben una treintena de solistas y conjuntos) y el sol calienta la ciudad, algunos eligen dormir la siesta para reponer energías y así disfrutar de una nueva luna coscoína, y otros prefieren huirle al calor y esconderse bajo la sombra de los árboles que bordean al viejo río, que comparte nombre con la ciudad.
Mate, sombrilla, reposera, sombrero, heladerita y el infaltable Fernet con cola para los más jóvenes, conforman el equipo para pasar una tarde a orillas del río, bailando, oyendo , en todo caso, entonando alguna zamba, chacarera o chamamé.
Pozo de Los Platos, Azul Nivelador, Onofre Marimón y La Toma, son los balnearios en los que se arman las peñas donde participan músicos jóvenes provenientes de diferentes puntos del país que no integran la grilla oficial del Festival, a excepción de algunos solistas o conjuntos consagrados que gustan de este ritual, como es el caso de Los Carabajal.
En enero, las playas ubicadas al pie del cerro Pan de Azúcar, donde lo que más se venden son tortillas caseras a 5 pesos, están repletas de familias y parejas -muchas oriundas de la provincia de Buenos Aires, Rosario y de otras zonas de Córdoba-, que visitan la ciudad para vivir el encuentro de la música popular o para vacacionar.
Entonces el río, testigo de las historias de los habitantes del pueblo e inspirador de grandes poesías y canciones, se convierte en un lugar de encuentro y en una alternativa para aquellos que no pueden pagar la entrada a la fiesta central -cuyo valor va de los 20 a los 175 pesos- y para los locales no adeptos a las muchedumbres.
Empieza a caer el sol y las zambas “Piedra y camino” y “Tonada del viejo amor” se oyen en toda la ciudad. El sonido llega a cada rincón y viene de la plaza Próspero Molina, casualmente son las piezas más transitadas en estas guita-rreadas que también se arman en los campings de la zona y en la plaza San Martín.
Las peñas en la calle y en el río son los escenarios abiertos a las propuestas más jóvenes y, de alguna manera, vienen a tomar el espacio que silenciosamente vienen dejando las emblemáticas peñas de Cosquín, que desde hace años se tor-naron más familiares y ofrecen veladas más homogéneas.
Es que desde hace tiempo el Festival Nacional de Folclore de Cosquín viene ampliando su programación, y al hacerlo e incluir propuestas nuevas y de vanguardia dentro del género, fue absorbiendo las apuestas que hacían del espíritu de esos ámbitos que en su momento fueron el semillero de figuras, como el talentoso cantautor santiagueño Raly Barrionuevo quien, justamente, anoche inauguró la sexta luna de esta 51era edición.
Lo cierto es que si hay algo que no falta en ninguno de estos diez días de Festival en Cosquín es folclore: cuando no hay conciertos, hay peñas; cuando no hay peñas, hay guitarreadas; y cuando no hay guitarreadas siempre hay una radio o un disco a todo volumen en el que se escucha folclore para compartir.
 

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