Por Jorge Lanata

Leopoldo y los Lugones

Premio Nacional de Literatura, admirado como escritor y cuestionado por sus mutantes posiciones políticas, el cordobés Leopoldo Lugones es el emblema de una familia que representa, como pocas, la tragedia argentina.
sábado, 18 de junio de 2011 00:00
sábado, 18 de junio de 2011 00:00

Por Jorge Lanata

Leopoldo Lugones nació el 13 de junio de 1874 en Córdoba, hijo de Santiago Lugones y Custodia Argüello, quien le enseñó las primeras letras y le dio una estricta formación cristiana. Lugones pasó a lo largo de su existencia por el socialismo, el liberalismo, el conservadurismo y el fascismo con la inocente fatuidad de un poeta y un apasionamiento tal que lo llevó a terminar con su vida.

Participó en la fundación del primer centro socialista de Córdoba y en su revista El Pensamiento Libre. Ya en Buenos Aires se integró al grupo de Ingenieros, Gerchunoff y Payró, colaborando en La Vanguardia y el periódico roquista Tribuna.

Conoció en aquellos años a Rubén Darío, fundamental para su formación literaria y su destino público: una gestión del nicaragüense lo llevó a ingresar al diario La Nación.

En 1897 publicó Las montañas del oro, su primer libro y dos años más tarde adhirió a la Logia Libertad de la Masonería. Casado con Juana, hermana de Nicolás González Luján, su amigo de juventud, tuvo ese año a su único hijo, Polo, quien sería jefe de Policía durante la dictadura de José Félix Uriburu y responsable de la introducción de la picana como instrumento de tortura.

En 1903, Leopoldo fue expulsado del socialismo por apoyar la candidatura de Quintana a la presidencia. En los años siguientes alternó su literatura de relatos breves con la doctrina política ("Mi beligerancia" y "La doctrina del espacio"). Ya en 1926, al recibir el Premio Nacional de Literatura, Lugones era un ferviente fanático del fascismo que marcó a una generación de militares argentinos. Fue impulsor y teórico del golpe militar de Uriburu en 1930: "La hora de la espada" le cuesta el rechazo de los círculos intelectuales porteños. Para 1932, ya escribe, desilusionado, en El Estado Equitativo, que "ferrocarriles y frigoríficos, usinas eléctricas y compañías de telecomunicaciones, bancos y aseguradoras, gobiernan al gobierno".

En 1935 redactó el prólogo a un trabajo en el que se denunciaba la falsedad de Los Protocolos de los Sabios de Sión, escrito por Benjamín Siegel y publicado por la DAIA en 1936.

Para entonces, su relación clandestina con Emilia Cadelago, alumna del Instituto del Profesorado, ya llevaba varios años de cartas secretas y amor furtivo. Lugones la llamaba Aglaura, por la diosa griega ninfa del rocío. Emilia tenía poco más de veinte años y era hija de un ingeniero de la Armada. Lugones era, en las cartas secretas, Osolón de Ploguel. El año en que conoce a Aglaura, Lugones escribe su única novela: El ángel de la sombra, la historia de amor entre un profesor de francés y una joven de la alta sociedad.

Al catártico argumento de Leopoldo le faltó un ingrediente: la oposición del hijo del profesor. La vida, otra vez, superó a la ficción: Polo, temeroso de perder la herencia familiar, se opuso a la relación entre su padre y la joven:

–Si persistes en esta locura, papá, te juro que, con el testimonio de un amigo mío, médico policial, te haré juicio por insania y terminarás en un manicomio.

La relación entre ambos era pésima y empeoraba día a día. Reunidos padre e hijo a la hora del té, el padre le confesó:

–Hay dos cosas de las que me arrepiento: de haber escrito Lunario Sentimental y de haber tenido un hijo.

–Padre, puede quedarse tranquilo –respondió Polo–. La gente sabe que usted no es autor de ninguna de las dos.

Con grabaciones de los teléfonos intervenidos y fotos de los amantes, Polo Lugones se presentó ante los padres de Emilia en Villa del Parque. Aglaura rompió con el escritor.

El 18 de febrero de 1938 Leopoldo Lugones fue a trabajar a la biblioteca. Tiene el labio cortado producto de una afeitada desprolija. Toma en el desembarcadero de Tigre la lancha La Egea hasta el Recreo El Tropezón. En la habitación 19 se saca el sombrero de paja y se sienta a leer un libro de Paul Groussac. Luego toma un whisky al que le agrega cianuro.

Comentarios

Otras Noticias