El especial regalo de Maradona a su hijo

sábado, 18 de mayo de 2013 00:00
sábado, 18 de mayo de 2013 00:00

"Es igualito a mí".

Noventa días pasaron desde que Diego Fernando Maradona Ojeda llegó al mundo, hasta que su papá, el hombre más famoso del mundo, lo conoció en persona. Tres meses en los que corrió mucha agua bajo el puente. Y en el que los escándalos estuvieron a la orden del día. Pero ahora, con Diego Armando Maradona (52) parado delante de su hijo, no hay polémica que pueda interrumpir ese momento.

"Es igualito a mí", suelta el Diez antes de alzarlo y llenarlo de besos. Afuera llueve. Adentro, también. Son las lágrimas de Diego, que deja caer por un instante esa coraza de hombre todopoderoso, para entregarse a la más sana emoción: la de un padre que tiene por primera vez en brazos a su hijo.

Pasan los minutos y Maradona no deja de mirar a Dieguito Fernando, que de repente empieza a llorar. Entonces Diego no lo duda y pide una mamadera. Se sienta con el bebé y se la da con sumo cuidado. Verónica Ojeda (35) observa en silencio la imagen que imaginó tantas noches de soledad. El padre de la flamante mamá también está allí, acompañando a su hija y a su nieto. "Diego se enloqueció con el nene. Lo mimaba, lo besaba, no lo podía creer", le contaría luego a Martín Rojas, periodista de radio La Red.

En un momento -según pudo saber Ciudad.com- Diego saca algo de su valija. Es una cruz de oro, igual a la que usa él habitualmente. Se acerca a su hijo y se la coloca simbólicamente. Y se vuelve a emocionar en la noche de Ezeiza, en esa casa-quinta del barrio El Trébol donde convivió varios años con Verónica.

Ochenta minutos dura el encuentro entre padre e hijo. Sin Skype, sin interrupciones, sin intermediarios.

Afuera lo espera una maraña de periodistas deseosos de un testimonio suyo. Afuera, Diego volverá a ser el Diego menos agradable. Adentro de esas cuatro paredes, por un instante, Diego Maradona fue el padre que soñó Verónica Ojeda. El padre que se merece Diego Fernando.

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