A Telón Abierto

viernes, 14 de septiembre de 2018 00:01
viernes, 14 de septiembre de 2018 00:01

De un lado, la frase sonó como un latigazo para la gran mayoría de los argentinos: “Que se queden hasta el final. No quiero que se vayan. Quiero que realmente la pasemos mal para que no volvamos a comprar espejitos de colores”. De esa manera  se expresó en un programa televisivo Dady Brieva, uno de los Midachi, reconocido fanático kirchnerista (y opositor a Macri y Cía.). Del otro lado, un reconocido fanático antikirchnerista  (y defensor del gobierno macrista) como su colega Alfredo Casero, se había despachado unos días antes con términos irreproducibles, denostando de la peor manera a los opositores al actual oficialismo nacional. Ambos se ganan la vida haciendo humor y cada cual, a su manera, tuvo su época de esplendor en el mundo del espectáculo nacional. Lo de Brieva, aparte del fanatismo del que hace gala por los K, tiene algunas particularidades para tener en cuenta. Una de ellas es que forma parte del famoso trío en el que también está su amigo -¿lo será ciertamente?- Miguel del Sel, totalmente identificado con la gestión Macri, por la que fue candidato a gobernador de Santa Fe y luego embajador en Panamá por poco tiempo. Y no es un chiste. Más allá de todo el derecho que le asiste a Dady Brieva de manifestar su rechazo a la política macrista, su elevada cuota de intolerancia lo lleva a mentir sin ponerse colorado. Cuando dice: “Quiero que realmente la pasemos mal”, miente a sabiendas. Porque debe excluirse de los que la van –y la están- pasando mal si el gobierno macrista sigue con errático rumbo. No será justamente Brieva quien va a padecer los errores del macrismo. Si factura hasta para estar parado en un rincón de Showmatch viendo cómo trabaja su esposa. Su nivel de vida está lejos de sufrir carencias. Y más lejos aún de preocuparse por todos los argentinos que efectivamente la van a pasar peor si las cosas siguen así.  

 

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  Lo de Alfredo Casero resulta irritante verlo y escucharlo. Su intransigencia en favor del macrismo lo hizo salir de eje en más de una oportunidad. Y lo peor es que cree que es gracioso lo que hace y dice. Y lo peor de lo peor es que algunos –enfermos de fanatismo como Brieva y Caseros- aplauden y apoyan tanta provocación innecesaria y de pésimo gusto. Tanta nada. Ya ninguno de los dos hace chistes. Más bien hacen el ridículo y se están acostumbrando a codearse con el papelón. Papeloneros agresivos.  Pero poco les importa. En un país como la Argentina, ellos saben cómo ganarse el mango mientras otros trabajan en serio. Lo curioso es que tanto Brieva como Casero –solamente por poner un par de ejemplos de los cientos o miles que hay en el ámbito del espectáculo- supieron convivir bajo la misma carpa durante otros gobiernos en nuestro país. Claro, en épocas donde la maldita grieta signada por el fanatismo no ocupaba el podio en la vida de los argentinos. Días pasados, Marcelo Guerrero, en un artículo titulado en Clarín “El nivel de las grietas viene bajando”, dice: “Una pasión argentina es pararnos a un lado u otro de las sucesivas grietas que se han generado desde 1810 hasta la actualidad. Los descendientes de Saavedra y Moreno podrían reclamar el copyright de las rupturas”. Y habla de River y Boca, de unitarios y federales, de Florida y Boedo, de D´Arienzo y Piazzolla, de Soda y los Redondos, de Ford y Chevrolet. Y agrega: “Lo peor es la baja del nivel de comparaciones: de David Viñas y Arturo Jauretche pasamos a Alfredo Casero contra Dady Brieva”. Cabe señalar que a Midachi y a Casero le bajaron dos o tres presentaciones que tenían con sus respectivos ofrecimientos, especialmente en el interior del país. Es que un público medianamente inteligente y con sentido común, habrá pensado: “Si para ver y escuchar en un escenario lo que hacen y dicen en televisión tenemos que pagar, mejor gasto la plata en otra cosa más importante”. Aplausos a los que piensan de esta manera. Ovación, mejor.

 

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  Y en medio de tanta grieta, están los “otros”, los más prudentes y sensatos a la hora de las entrevistas. Uno de ellos es Guillermo Francella, quien en un reportaje concedido a la revista Viva y consultado sobre el tema dijo: “Cuando se genera una grieta, de un lado o del otro, se entra en una zona muy oscura que es paralizante. Mejor no transitarla. Lo ideal es trabajar con el alma, en grupo, aunque no pensemos igual que muchos colegas”. La división se ha dado en distintos lugares: se han
peleado hasta familias. La agresión de hoy es muy grande y no comulgo con eso en lo más mínimo. Hay que ser inteligente y no traer el tema político a determinados ámbitos porque entramos en un terreno todo sin grises, en una grieta profunda y gracias a Dios hay un universo que no transito: el de las redes sociales. No estoy en las redes, no las uso, no comulgo en lo más mínimo con ellas. Desde el anonimato hay una crueldad absoluta para insultar. No hay el más mínimo respeto. Las redes son excelentes para otras cosas, como para difundir un trabajo, por ejemplo”. Así están las cosas en nuestro bendito país. Nada nos une. Todo nos separa. Y al decir de Heredia en su “Informe de la situación”: “Y entre los males y los desmanes, hay cierta que ya se sabe, saca provecho de la ocasión”. Tal cual. Hasta el viernes.

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