Columna de opinión del Pbro. Mario Gustavo Molas

La casa de María: Las pinturas de la Catedral (III)

lunes, 14 de octubre de 2019 01:11
lunes, 14 de octubre de 2019 01:11

Recordemos que los datos sobre los acontecimientos representados en las pinturas de la Catedral provienen de la Información Jurídica que en Abril de 1764 recopiló los hechos desde el “hallazgo” de la  bendita Imagen.

La pintura de Orlandi del coro, sobre el órgano, está dividida en dos: hacia la izquierda, las indiecitas que veneraban a la Virgen antes de que el indio, ayudante de Salazar las descubrieran. A la derecha, Salazar coloca a la Santa Imagen en su casa.
La pintura siguiente refleja el momento de la primera gran Maravilla con que María comienza con los prodigios en beneficio de sus hijos, que aún continúa.

Según el informe de los testigos, que en esto coinciden todos, entrojada ya la cosecha de algodón en casa de Salazar, considerando que este vegetal se expande en abundante “pelusa”, una parte desparramada tomó fuego, tal vez de una vela, o de una candela o del mismo fogón, se inició el incendio. Salazar, con tiernas palabras le dijo a la Virgen al colocarla sobre las “balas” de algodón, que protegiera y cuidara el fruto de su tarea. Y el fuego se extinguió.

En adelante la protección a los campos de algodón y de otros productos, amenazados por la langosta y el gusano, se convirtió en una casi constante bendición de la Virgen al reclamo piadoso de los pobladores del Valle, en particular, el del día  25 de marzo de 1764, ocurrido durante la solemne función preparatoria a la misma “Información Jurídica” del mes siguiente.

En el año 2014, un grupo de peregrinos procedentes del Chaco Santiagueño, trajeron a la Madre, hoy Patrona de los Algodoneros del Chaco, un enorme ramo de coposos algodones, primicia de la cosecha de ese año, salvada de una amenazante sequía, lograda a tiempo por la plegaria de sus devotos y el amor de María, con una lluvia oportuna.

El algodón tiende a contraerse. Hoy en la Sala de Promesas del Santuario se conserva el ramo, y el testimonio escrito en uno de los números de la Revista Stella en la misma sala, a disposición de quien quiera adquirirla.
La Imagen de la Virgen del Valle es pequeña y delgada, de modo que al vestirla se la envuelve en algodón, que la protege de las raspaduras que producen las ropas y la manipulación a que está sometida, permitiendo, además, que la estructura vegetal, de la Imagen, pueda “respirar”.

En cada fiesta, al renovarle el atuendo, se cambia el algodón que la envuelve y éste es fraccionado en pequeños retazos y junto a una estampita de la Santa Virgen se OBSEQUIA a los enfermos como un “sacramental” (objeto religioso cuya eficacia depende de la fe correcta con que se utilice y de la intensidad de la misma fe), no como un fetiche mágico, en el mismo sentido de la “cadena del milagro”.

Esta práctica sustituyó a la costumbre de fraccionar los mantos de la Virgen en desuso. De esta manera el único elemento que “toca” la Imagen, es el algodón.
La pintura exagera tal vez, la magnitud del fuego, pero no el amor providente de María.

Esta maravilla fue tan notoria que concentró la atención del poblado e inició la devoción a la Virgen del Valle y provocó que se levantara un lugar público de culto al que comenzaron a peregrinar cercanos y lejanos.
María, que era venerada a través de otras imágenes, aún las “Inmaculadas”, eligió ésta como referente hasta hoy que “enhebra” nuestra historia durante los 400 años.n
 

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