A telón abierto
Hace poco más de una semana nos dejó un hombre sabio: Armado Raúl Bazán. La muerte del prestigio historiador y uno de los dos principales impulsores –el otro fue el querido y recordado Federico Raúl Argerich- de la Fiesta Nacional del Poncho, repercutió en todos los ámbitos de la sociedad de Catamarca, que sintió la pérdida del ilustre intelectual. Como venimos haciendo desde hace muchos años a esta parte en esta columna cada vez que se avecina una nueva edición del mayor encuentro artesanal-artístico que tiene el país en las vacaciones de invierno, lo recordamos con parte del primer discurso en el acto inaugural del Poncho, un 5 de julio de 1967, en lo que se conoce como la Manzana de Turismo. Cuenta el Álbum de Oro de la Primera Fiesta Nacional del Poncho, que el entonces subsecretario de Economía y Asuntos Rurales, Prof. Armando Raúl Bazán, aludió a “la dignidad y la nobleza que connota la labor de las manos cuando se aplica a formar cosas útiles, necesarias y bellas. Dios ha querido legar a los hombres una profunda lección: demostrarles que no todos los bienes espirituales y materiales se alcanzan por la sola virtud de la inteligencia, sino también mediante los sencillos oficios manuales. De aquí precede la prístina dignidad del trabajo; su eficacia como instrumento de purificación y de salvación para el hombre. Señores: aquí están los trabajos y los días del pueblo catamarqueño. Que su valoración nos sirva de estímulo para seguir bregando por un Estado más próspero para nosotros y para nuestros hijos.” En julio de hace dos años, con motivo del Poncho de Oro, Bazán fue homenajeado con la medalla recordatoria por parte de la Secretaría de Cultura. Grande fue la sorpresa cuando 48 horas antes del acto, el valioso referente cultural llamó por teléfono a este periodista para invitarlo a que recibiera el reconocimiento en su nombre, por cuanto razones de salud le impedían estar presente en el Predio Ferial.Fue la Lic. Jimena Moreno la encargada de materializar ese grato momento. Un alto honor por tamaña distinción, que se lo hicimos saber al momento de entregarle personalmente la medalla que distinguió a Bazán como uno de los hacedores del Poncho.
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Y sigue la muela doliendo. Como ayer, como todos los años: cada vez que se acerca otra Fiesta Nacional del Poncho, los que no figuran en la programación oficial se sienten discriminados y los que forman parte de la cartelera artística invitan a participar del festival. Todos canalizan sus inquietudes a través de las redes sociales y, por ahora, solamente por ahora, usan muy poco las radios y todavía no fueron a los diarios. Alguno lo hacen con el debido respeto y otros no pueden disimular la bronca y cierto resentimiento, notándose que muchos al parecer han perdido la memoria en muy poco tiempo: a diferencia de las ediciones 2017 y 2018 del Poncho, en esta ocasión nadie pide conocer a la comisión organizadora, nadie promete salir a protestar por las calles y nadie fue a pedir auxilio a los diputados o senadores. Tal vez se dieron cuenta de los papelones protagonizados y en esta oportunidad optaron por guardar violín en bolsa y esperar ser tenidos en cuenta en ediciones futuras en el encuentro que se llevará a cabo entre el 12 y el 21 de julio. Se viene el Poncho en un año electoral, también llamado “año político”, como si la política no estuviera presente todos los días de todos los años. A nadie escapa entonces que algunos artistas que figuran en la programación están ahí solamente por acomodo político, porque si fuera por méritos artísticos, al decir de los quinieleros, más de uno “no figuran ni a los diez”. Esto pasó históricamente en el Poncho y en otros festivales municipales, provinciales y nacionales.
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Una vez más, desde esta columna, nos preguntamos: ¿qué valor tiene para un cantor o una cantora actuar en el Poncho únicamente por pertenecer a determinado partido político que está al frente del gobierno provincial? Hoy pasa con los peronistas. Ayer pasó con los radicales. La historia se repite año tras año. De cualquier manera, y por aquello que “somos pocos y nos conocemos mucho”, todo el ambiente artístico sabe quién es quién en estos menesteres. En la mesa del café, días pasados, alguien pretendió justificar lo injustificable: que en este año hay superabundancia de números en la conformación de la cartelera porque hay elecciones. Algo debe quedar en claro: al Poncho lo organiza el Gobierno de la Provincia y no el Partido Justicialista o la Unión Cívica Radical en años anteriores. Si quieren quedar bien con sus militantes-artistas que lo hagan en los actos políticos y les paguen lo que quieran –metiendo la mano al bolsillo, claro está-, pero el Poncho es una fiesta de todo el pueblo catamarqueño. No hay necesidad de politizarlo. Y muchos militantes-artistas no alcanzan el nivel para actuar en el escenario mayor. En otras palabras: les queda grande el Poncho. Lo malo es que por estas cuestiones se postergan a otros valores que merecen ser tenidos en cuenta porque en el futuro pueden brillar con luces propias. De cualquier manera, nos despedimos con otra convicción de nuestro espacio: la fiesta se hacen con los que están…aunque algunos no merecen estar. Al que le quepa el sayo, ya sabe. Punto y a otra cosa.