A telón abierto

viernes, 26 de julio de 2019 00:12

En las primeras horas de la madrugada del pasado lunes, el Poncho 2019 comenzaba a caminar el túnel de la historia. El martes, El Esquiú.com titulaba a lo ancho de su página: “Un bombón asesino para el cierre del Poncho”, en referencia al tema más famoso que interpretan los muchachos del conjunto tropical santafesino Los Palmeras, que cerró la convocatoria –otrora folclórica- con el marco de un salón colmado. A pura alegría. Nadie de la multitud se privó de hacer coro y fueron miles las voces que hasta la afonía acompañaban con palmas el “ella se agita, toda la noche mueve la cinturita, y pa´ colmo usa pollera cortita, y el meneo la levanta todita…”. Prohibido en esos momentos el inoportuno “¡Aro, aro…en la punta de aquél cerro…!”. Resulta propicio hacer un breve paréntesis en el relato: por razones personales no asistimos a las noches de espectáculos en el salón “Atuto Mercau Soria”, por lo que aquí contamos es lo que leímos y escuchamos de muchos que participaron de la propuesta ponchera. Y si desde la organización de la parte artística quedaron felices, si consideran que hubo más aciertos que errores (por la respuesta generosa del público) y que en esta oportunidad fueron más las sillas ocupadas que las vacías, estamos en presencia de un balance –en este aspecto- que dejó conforme a la gente de Cultura y están en todo su derecho de levantar la copa del festejo. Después, por supuesto, están las formas para alcanzar el éxito. Pero eso es harina de otro costal.


    *********
   A modo de no herir ciertas susceptibilidades –porque creemos entender sobre lo que escribimos- y para que algunos quisquillosos (conocemos el paño) no pongan el grito en el cielo, recordamos que en esta misma columna sobre el Poncho 2016 decíamos que era notable la presencia de ruidos extraños, más allá de que compartimos la idea de una apertura del Poncho hacia otros géneros musicales (sin perder de vista la historia y la marca de la gran fiesta “catucha”) que, con el tiempo y a juzgar por los hechos, se fueron convirtiendo en la máxima atracción del acontecimiento de las vacaciones de invierno: la cumbia, el rock, la guaracha, el cuarteto y afines. De ser invitados especiales pasaron a ser la principal convocatoria. Teléfono para los folcloristas: a falta de pan buenas son las tortas, dice el refrán popular. Y si del palo del folclore no aparecen nuevas y convocantes figuras (otra cosa era la década del ´60), tendrán que compartir público, preferencias y dinero con los  chicos y las chicas de la cumbia. En el 2017 (Poncho de Oro), el encuentro intentó volver a su fuente, a su esencia, como ocurrió en el 2010, por ejemplo. Si el Festival Nacional de Folklore de Cosquín o el Festival de Doma y Folklore de Jesús María tuvieron que recurrir a los cuarteteros para que no haya tantas sillas vacías, quiere decir que el folclore no está pasando por su mejor momento. O los buenos valores no cortan boletos. Es lo que hay, en síntesis.


  *********
  El brillo y el éxito rotundo fue, una vez más, la muestra artesanal de los genuinos artesanos catamarqueños. Esto sigue siendo el mejor espectáculo de la Fiesta Nacional del Poncho a lo largo de su historial. De allí es que consideramos como un gran acierto la decisión de extender hasta el próximo domingo la exposición de nuestros artesanos en la Manzana de Turismo. También a modo de balance, nos pareció positivo que en la edición 2019 del Poncho no hubo la guerra mediática de otros años, propiciada por algunos resentidos “artistas” locales. Y esto resultó saludable para el Poncho: metieron violín en bolsa (sin  alusión a ningún violinista) y ni se acordaron de la comisión permanente (tampoco los legisladores) y otras yerbas que amaron un show grotesco, que por suerte no se repitió ahora. Pasó la edición número 52 de la Fiesta Nacional del Poncho. Hubo mucha gente feliz y nos sumamos a esa alegría porque queremos mucho a la fiesta. Con una advertencia: ojalá el “bombón asesino” no haya “matado” la historia y la raíz del Poncho. Por respeto a los que la crearon y la hicieron grande. Porque no nos imaginamos al profesor Federico Raúl Argerich, a ese hombre sabio que fue Armando Raúl Bazán ni al mismísimo Ramiro Espoz Saavedra construyendo los cimientos del Poncho, allá por 1967, pensando en el Cuarteto Imperial ni en Los Wawancó. Hay un pueblo ávido de horas felices. Y el Poncho lo hizo posible durante varios días. Y esto, no es poca cosa en época de crisis.

0%
Satisfacción
0%
Esperanza
100%
Bronca
0%
Tristeza
0%
Incertidumbre
0%
Indiferencia

Comentarios

Otras Noticias