Recordando a Héctor Pianetti, una vida dedicada al teatro

martes, 3 de septiembre de 2019 09:20
martes, 3 de septiembre de 2019 09:20

Anoche falleció el actor y director de teatro Héctor Pianetti, impulsor y creador de la Comedia Municipal, director provincial de Cultura durante el gobierno de Ramón Saadi, y uno de los grandes artífices de la puesta en marcha de la sala teatral “Urbano Girardi”.

En noviembre de 2014, "Kelo" Molas le realizó una extensa entrevista en la que contó cómo llegó a nuestra ciudad, recordó sus primeras obras, habló de su vida en Catamarca. La reproducimos aquí:

Esa es la cuestión. El ser o no ser. El desafío que representa la primera línea de un soliloquio de la obra de William Shakespeare, “Hamlet”, es además una de las citas más famosas de la literatura universal, escrita alrededor del año 1600. Y la hacemos presente a modo de introito para parangonar un momento de decisión en la vida de nuestro entrevistado de hoy. Algo así como el célebre “serás lo que debas ser…”

A los 11 años tomó el camino del teatro, con claro destino de hacedor. También decidió ser catamarqueño, con tonada porteña. De figura voluminosa, como las obras que supo construir en nombre de la cultura. Bienvenido Héctor Pianetti al Cara a Cara de los domingos que propone El Esquiú.com.

- ¿Estás disfrutando de este momento que vive el teatro en Catamarca, o no?

- Bajó muchísimo la actividad teatral y se acentúo el déficit cultural en el marco de la sociedad catamarqueña. Nosotros llegamos a tener en la década del `70 alrededor de mil ochocientos espectadores, heredados de (José Horacio) Monayar. Monayar llenaba la sala del Cine Teatro Catamarca, con capacidad de 1200 butacas. Ello nos posibilitaba hacer funciones viernes, sábados y domingos; entonces se sostenía una estructura cultural-comunicacional muy fuerte como es el boca a boca, lo que nos duplicaba a veces el público. Digo: para la proporción de habitantes que tenía en esa época Catamarca, la corriente de espectadores del teatro era altísima; hoy bajó de manera considerable y hay que sostener la actividad, algo que no es fácil. Hacemos un gran esfuerzo, hace cuatro años que estamos cooperativizados, nos hemos juntado casi todos los “viejos” y la idea es que todos los fines de semana tengamos acción acá, en esta salita (salón Calchaquí) que estaba medio abandonada; y estamos en plena lucha. En el plano personal estoy muy contento porque me he reunido con viejos afectos y ahora estamos con este emprendimiento de volver a actuar dirigido por Roberto Albarenga, a quien dirigí durante mucho tiempo; esto significa para mí una gran felicidad. Disfruto mucho de la obra (“Los excluidos”), me siento muy cómodo arriba del escenario con (Héctor) Cangi, un muy buen actor. Además, creo que hemos hecho algunos productos muy interesantes, especialmente con recreaciones de procesos históricos de la provincia, sin altos costos de producción.

- La entrevista en el salón Calchaquí tiene su razón de ser: casi como que juegas de local. ¿Es así?

- No me es extraña. Recuerdo que cuando decidimos usar esta sala vivía el padre Gutiérrez y en un principio había ciertos temores. Estamos hablando del año 1976, en medio de una situación bastante conflictiva como la que vivió políticamente la Argentina. Lo hicimos con pleno convencimiento: no tuvimos autocensura ni censura previa; esto nos posibilitó tener un caudal de público de forma permanente, el lugar estaba resguardado un poco por la Orden Franciscana. Es decir que no tuvimos grandes embates. Sostengo en tal sentido que el Proceso (llamado de Reorganización Nacional), además de todo el daño que hizo, instaló el temor, y el miedo, se sabe, provoca la autocensura y la censura, y en el teatro estas cuestiones tienen su impacto, a tal punto que tuvo que recurrir a la metáfora para no perder su público.

- En ese marco, recordamos la figura de Jaime Collazo. ¿Fue muy importante?

- Jaime fue un bastión del primer taller, más Ernesto Prince y Cristina Pinto. Juntos montamos una estructura casi académica, con muchos resultados, porque la estrategia fue tener un grupo estable de seis o siete actores con experiencia y sumar todos los años actores nuevos. Esto posibilitó que la idea tuviera dinámica y a su vez crecimiento. Collazo sabía también muchísimo de cine (era columnista del diario La Unión en esa época), se había formado en el Uruguay; en el teatro tenía un gran conocimiento, fue discípulo de Atahualpa Delciopo, un maestro, creador del teatro “El Galpón”, la expresión teatral más sólida que tiene el país uruguayo.

- ¿Recuerdas cuándo y por qué llegas por primera vez a Catamarca?

- Sí. Era asesor del presidente de una empresa de un servicio público –SEGBA- y cuando (Juan Domingo) Perón retorna a la Argentina le entrega las empresas del Estado a los gremios, con lo cual se puso en marcha un proceso de autogestión obrera que, para nuestros días actuales esas palabras –autogestión obrera- suenan agradables, pero en aquellos tiempos sonaban como malas palabras. Conocí Catamarca por un amigo, Marco Andrada, y decidí venirme a vivir aquí, para lo cual pedí el pase de la empresa SEGBA a Agua y Energía, fue allá por el año 1975; ya el país estaba en medio de una crisis profunda con el gobierno de Isabel Perón, que había designado en su gabinete a personajes que exaltó aún más la vocación golpista que tiene nuestro Ejército. Tomé la decisión de dejar Buenos Aires y me vine a este lugar que me pareció tan maravilloso, tan verde, tan increíble. Cuando llegué, tuve muchas dificultades, me aplicaron la ley de Seguridad, no podía ser empleado en ningún lado. Siempre lo digo: me salvó Catamarca, que en esa época era la “Residencia de la Simpatía”, slogan que ya nadie usa. Ahora, es una ciudad con todos los males y bondades incorporados que tiene una ciudad. El hecho de que esto era un lugar chico, me permitió, con mucha disciplina, dar clases de teatro e irme a mi casa. Por mucho tiempo tuve el seguimiento de los servicios de seguridad de la provincia, los llamados “de inteligencia”. Haber mantenido una rutina con mucho rigor, creo que me permitió salvar el pellejo, instalarme en Catamarca, criar a mis hijos; gracias al teatro también tuve la posibilidad de conocer gente, de vincularme.

- ¿La primera obra en nuestro medio?

- Fue durísimo, porque estaba Carlucci de gobernador. Estrenamos “Los de la mesa 10”, de Osvaldo Dragún, que era el presidente del Partido Comunista en la Argentina. Fue un 12 de agosto de 1976, en un momento más que complicado, por eso insisto: por lo menos, acá en esta casa, no pasamos por el tamiz de la censura y esto fue muy bueno porque nos permitió seguir trabajando con los sectores más jóvenes y seguir creciendo.

- Valga la comparación futbolera: ¿el complejo Urbano Girardi fue tu mejor gol entre nosotros?

- Creo que lo más trascendente es el factor multiplicador. Haber sostenido una corriente de público, haber sustentado una actividad durante más de 30 años, que haya gente que nos ha seguido de manera ininterrumpida, que hoy tenga discípulos la disciplina teatral, es el mayor logro. Recuerdo que en esa estructura funcionaba una cooperativa (Coascol) que estaba cerrada definitivamente y la anécdota es que una vez me dijeron: “si querés hacer teatro, ahí tenés las llaves, pero no hay plata ni mano de obra”; don Moisés Chacur, que era el director en Catamarca del Conet –Consejo Nacional de Educación Técnica- tenía firmado un acuerdo con la municipalidad de la Capital para la formación de oficial albañil, gasista, electricista, instalador de sanitarios y otros oficios, y de esa manera se dictaron 15 cursos de capacitación; se logró que más de 100 personas que se estaban formando en distintas especialidades comenzaran a trabajar gratis en la remodelación del edificio. No me olvido: los arquitectos Meco Álvarez, Lucho Sarquís y otros, más Rudy Castro que era capataz, iban haciendo paralelamente los planos de una obra que avanzaba empíricamente.

- Fue emocionante la inauguración del Urbano Girardi con la presencia de Alfredo Alcón.

- En esos momentos (Raúl) Alfonsín estaba en la presidencia y Osvaldo Bonet, una persona amiga, era el director nacional de Teatro. Invité a Osvaldo para la inauguración de la sala, explicándole que había sido un gran esfuerzo artesanal y que contemplara la posibilidad de que venga Alfredo Alcón. No fue fácil aquello, porque el problema de instalar una sala frente de La Alameda, forma parte de una estructura al servicio del hombre que está desarticulada: vos tenés la Sociedad Italiana, la Escuela Industrial, el sindicato de Luz y Fuerza, estaba el Club Montmartre, la Sociedad Española, el pasaje que lleva a la Manzana de Turismo, por ejemplo; todo ello constituye un eje urbanístico muy importante para el desarrollo de actividades que hacen a la realización de las personas, por lo que había que encontrar un elemento muy poderoso para que la gente descubra en ese contexto a la sala del complejo. Aquella visita mimada, con una gran actuación de Ricardo Guzmán como mimo, más la música que le puso Luis Acosta al violín, sirvió para darle la bienvenida al público y a Alfredo Alcón. La magia de las luces nuevas permitió ver un salón que lucía sus mejores galas, estaba bellísimo. La verdad, sí, fue muy emocionante.

- También hiciste radio y televisión.

- Algo hice en Radio Nacional y televisión en Buenos Aires, en una productora de Adrián Suar. Hice mucho cine porque me transformé en uno de los actores preferidos entre los alumnos del instituto que estudiaban cine en el INCAA. Para concluir la carrera como realizador cinematográfico hay que escribir una obra, un cortometraje; fue una experiencia maravillosa, llegué a realizar como 10 cortometrajes para esos chicos y eso me ayudó mucho porque alcancé a formar parte de la productora de Héctor Olivera, director entre otras cosas de La Patagonia Rebelde, su obra más lograda y de mayor compromiso ideológico.

- Fuiste director de Cultura de la provincia.

- Estuve un año al frente de Cultura como director, a mediados de la década del `80, durante el gobierno del doctor (Ramón) Saadi.

- Entonces sabes lo que es lidiar en eventos como la Fiesta del Poncho, por ejemplo.

- Y, sí. Tengo el concepto de que el espectáculo en vivo puede ser muy festivo, o no. Considero que esa cosa de bohemia que tenía el Poncho fue cuando estaba instalado en la Manzana de Turismo. Quiero decir que el Predio Ferial es bellísimo, uno de los mejores del país, todo un orgullo; pero no tiene esa bohemia y esa mística que tenía la fiesta en la Manzana de Turismo. Más allá de las instancias de que el Poncho es nacional o internacional, creo que sigue siendo una gran fiesta para el pueblo catamarqueño, y eso está bueno.

- Un día, desapareces, te vas. Pero no por una semana, fue por muchos años.

- Pero siempre estuve ligado a Catamarca, porque siempre me sentí catamarqueño. Me voy cuando me doy cuenta de que me había jubilado, de “pantalones cortos”, con la transferencia de la Caja (Instituto Provincial de Previsión Social); ojo, tenía toda la legalidad, pero entiendo que es una jubilación de privilegio porque no tenía la edad. Todo lo que está fuera de la normativa común, es privilegio; estoy dentro de las casi 5 mil personas a las que les pasó lo mismo. Soy el único caso en Catamarca que tiene la certificación de la Anses de todos los años del Proceso, luego de largos meses de trámites. Me sobraba puntaje para jubilarme muy joven y me di cuenta de que iba a terminar sentado en los bares… cosa que me encanta, pero sentía que todavía tenía cosas por hacer y me fui a hacerlas en otros lugares, pero siempre volvía para dictar cursos. Además, se había inaugurado el Teatro del Sur, otra iniciativa que la siento propia y volví después de 15 años.

- Una pregunta recurrente a la gente del ambiente artístico: ¿Hay que salir de Catamarca para triunfar?

- Esta idea de que uno no retumba bien en el propio campanario y que las campanas se escuchan mejor afuera, es tan vieja como aquello que dice que nadie es profeta en su tierra. Lo que da irse de la provincia es una resolución de pertenencia y de cierta dosis de orgullo; Carlitos Bazán, por ejemplo, es bien catamarqueño pero triunfó lejos de Catamarca, pero como a él, hay mucha gente que le pasó lo mismo. El afuera consolida una identidad profunda, fortalece un afecto muy hondo y una representación: “son mis artistas y están triunfando afuera”. Le propuse a la señora gobernadora que en la calle Suipacha (Buenos Aires), a 100 metros del obelisco, donde está el local del ex Banco de Catamarca todo tapiado desde hace más de 15 años, hacer un centro cultural que pueda darle una proyección artística a los artistas nuestros, que supere ese sacrificio y ese voluntarismo que en muchos casos dan ganas de llorar.

- La Casa de Catamarca no cubre esas expectativas…

- No está preparada para eso; hay que luchar demasiado con la cosa administrativa.

- En busca de una opinión política. ¿El peronismo local no aprendió la lección en el sentido de que si va a elecciones divido corre el riesgo de perder?

- Sin esquivarle a la pregunta, quiero decir algo más profundo: el peronismo ha instalado en el colectivo la distribución de la riqueza, las convenciones colectivas de trabajo, la mirada hacia los que menos tienen, una movilidad social ascendente, todas esas cosas que hoy ya no son más del peronismo, porque el peronismo hoy no tiene partido, es un sentimiento colectivo. Y en ese sentimiento en nuestros días, producto de la desorganización, hay personalismos y estos no tienen estructura política. Veamos: los dirigentes políticos venden futuro, y yo cuando voy a votar también compro futuro; quiero mejor educación, mejor salud, mayor seguridad, mayores ingresos para tener una vida más digna, poder salir de vacaciones, darle estudios a mis hijos, la posibilidad de tener un techo propio. Ahora bien: si a ese futuro me lo vende una estructura orgánica, partidaria, programática, lo compro más tranquilo; en cambio, si me lo ofrece una persona, con nombre y apellido, representante de “istas” no se de qué, ya no quiero comprarlo, me siento medio incómodo. La historia argentina está llena de recurrencias personalistas; en la actualidad, en todos los partidos políticos, escasean los afiliados, y esto es un problema muy serio. Es muy difícil que la Argentina mire para atrás. Ningún dirigente, sea a nivel nacional o provincial, podría sacar del imaginario colectivo cosas como por ejemplo el derecho individual: la diversidad, la protección a la infancia, el asegurarse la educación y tantos logros que se han consolidado en los últimos 10 años; pero estos logros tienen un sólo riesgo: que no estén bien instalados y tengan un déficit cultural, porque veo las manifestaciones en la esquina de Sarmiento y República y escucho decir: ”me tenés que dar esto o aquello porque a mí me corresponde, o porque yo pago los impuestos”. Si esa es la consecuencia del derecho individual, es un error de la política: porque no ha hecho la suficiente docencia para que el ciudadano entienda que ese derecho tiene el ejercicio del equilibrio, porque para eso están las leyes. Que todos tengamos una vida mejor, es la esencia de la política; y hay políticos que no saben de qué manera despertar en el otro un interés por el bien común, estos son los políticos personalistas. La palabra es suscitar, aquel que no logre suscitar un proyecto no es un buen político, está ocupando un lugar que no le corresponde; está, casi con impudicia, haciendo dinero desde lo personal y este es un error muy serio de la política de nuestros tiempos.

- ¿Es Catamarca tu lugar en el mundo?

- Siempre lo fue. Cuando alguien me pregunta por qué no elegiste otro lugar, respondo porque no hubiera obtenido nunca el espacio de afectos que tengo en esta provincia. El “¡cómo te va”! que encuentro en el interior catamarqueño, como si viniera de un amigo de toda la vida, no lo tengo en otro lugar.

- ¿Qué te produce que muchos te digan “loco”?

- No me molesta para nada. Ahora que estoy viejo, pido que me digan “señor loco” (ríe abiertamente). Creo que la sociedad me distingue con ese mote, porque soy un tipo que no perdió nunca el sentido común. Me siento beneficiario de una profunda dosis de energía y esa energía me hace actuar en la vida por ahí aceleradamente, diferente a algunos. Si por ese nervio y ese empuje me dicen “loco”, lo tomo como un halago y no como una ofensa.

- ¿Qué recuerdo tenés de Miguel Chanampa?

- Miguel representa a esas cosas que pasan en la vida, por ahí, una sola vez. Creo que no fue un concejal, Miguel era un vecinalista, que es una figura mucho más amplia, es aquél que pone su energía al servicio del otro. Son los que, todos los días y silenciosamente, construyen mejor la sociedad.

- Al decir del recordado Pistún, “con la locura que te caracteriza, ¿qué sería lo primero que harías si fueras gobernador por 24 horas?

- Pondría un confesionario. Estaría 24 horas escuchando a la gente.

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