A telón abierto

viernes, 22 de mayo de 2020 00:39
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El indisimulado orgullo de la marca de la pertenencia. Así podríamos definir el sentimiento de Gloriana Tejada cuando habla de su padre, el enorme poeta popular Armando Tejada Gómez:
  “Tener un padre poeta es una magia. Y tener un padre poeta como Armando Tejada Gómez es algo maravilloso. Posibilita que ahora estemos hablando vos y yo sin conocernos, por ejemplo”, nos dijo inicialmente la hija mayor de Armando, nacida en Mendoza y radicada en Capital Federal, diálogo que se hizo posible a través de un amigo en común: nuestro comprovinciano Javier Chalup, vínculo imprescindible para acercar lo que parece tan lejano. Un arranque de plena coincidencia en la charla: ¡lo que ha podido comunicarnos Armando y su poesía! Dice Gloriana: “Realmente. Era muy claro y contundente en su poesía, con una particularidad: con un lenguaje que podía llegar a todo el mundo, quizá lo más trascendente de un poeta popular”. El hombre no le cargó a su hija el peso de aquello que dice “de tal palo, tal astilla”. Gloriana no hace poesía ni música y así lo explica: “En rigor de verdad, puede no haber sido mi vocación y, también, en parte, el estar rodeada toda la vida de grandes poetas y grandes músicos como eran los amigos de papá. Uno piensa que esta gente es tan grande y tan maravillosa, ¡qué tanto podía decir yo!” (Sonríe). Fue muy grato dialogar con Gloriana, que dejó un saludo grande para Catamarca, en especial para nuestra escritora Hilda Angélica García.
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  Le recordamos que la figura de Armando Tejada Gómez fue motivo de largas conversaciones con el querido y recordado ‘Negro Jorge Rojas, quien lo  referenciaba siempre con un entrañable “mi compadre”, con lo que encerraba el cariño y la admiración que sentía por el gran poeta. Gloriana agregó que “han sido muy amigos; para papá, Jorge era como un hijo. Compartieron muchas cosas, muchas actuaciones juntos y en épocas difíciles que vivimos en el país. Papá le tenía mucha fe a todo lo que hacía Jorge, le reconocía esa voz maravillosa que tenía, o cuando musicalizaba temas de él, de Hamlet Lima Quintana o de otros poetas. Lo quería entrañablemente y en una época se vieron con muchísima frecuencia; eran muy unidos”. Después, hurgando las hojas del almanaque, hablamos con Gloriana un rato de Catamarca, como no podía ser de otra manera. Recuerda que en enero del año 1974, “hicimos un viaje. Papá tenía la costumbre, en los veranos,  de  cuando terminaban las clases, subirnos al auto y llevarnos de paseo por distintas partes del país, presentarnos sus amigos, mostrarnos los paisajes y probar las comidas de cada región. Y en aquella ocasión del `74 visitamos Catamarca. Estuvimos un par de días y papá nos dijo: ‘Aquí no hay que perderse el santuario de la Virgen de Catamarca’, refiriéndose a la Virgen del Valle. Fuimos a La Gruta y disfrutamos de un día hermoso, admirando además los paisajes. Nos conmovió la devoción popular por la Virgen. Era algo muy emocionante ver el amor de la gente hacia la Virgen, seguramente por alguna bendición dada”. Le contamos que Catamarca es una de las dos provincias que no registra casos de coronavirus y que muchos agradecen a la protección de la Morena del Valle. Gloriana expresa: “Muy bien por ustedes, que han logrado que esta pandemia tan feroz no haya entrado en la provincia; ojalá ni siquiera se acerque. Sigamos cuidándonos entre todos”.
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  Algo que guarda como un tesoro. Gloriana cuenta que “trabajaba en una editorial, era secretaria de edición y el dueño de la empresa era un fanático ‘armandiano’; le gustaba mucho el trabajo de papá. La editorial se llamaba “Letra Buena” y era muy importante. Cuando el propietario le propuso editar un libro, papá respondió que sí de manera muy entusiasta. En definitiva, la obra resultó ser el último libro de papá. Se llama ‘Cosas de niños’ (1991) y es un libro en el cual él recorre todos sus recuerdos infantiles; de niño vendedor de periódicos, de niño humilde que vivía lo mismo que otros niños de barrios también humildes allá en Mendoza. Hechos de la Mendoza de aquella época. Es un libro muy bonito y fue realmente un placer trabajar en su armado. Para mí, fue como tocar el cielo con las manos. Yo tenía acceso a todo lo que  papá escribía. Recuerdo que apenas escribía algo, me lo leía. Entonces, poder trabajar en la edición de su libro fue algo maravilloso. Fue un regalo de la vida”. Por nuestra parte, ratificamos el compromiso de hacer cosas “para que no nos gane el olvido”.
 

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