El gran jockey argentino
Valdivieso sigue vigente
La jornada del lunes en el hipódromo de Palermo transita sus primeros minutos. Para Jorge Valdivieso ya terminó y en su interior quisiera que no hubiese comenzado nunca. Está preocupado porque Stormy Macabra, a la que presentó en la carrera inicial, "es una potranca muy buena y no corrió nada".
No es habitual verlo tan serio al hombre que recorre su temporada inaugural como entrenador. Tiene las manos en los bolsillos de su campera marrón y el destino de su mirada va mutando, como si quisiera encontrar rápido la explicación en algún lado. "Vamos a ver cómo se muestra de acá a dos días. Ya me quiero ir para el stud", asegura Valdi, pero demora la partida para cumplir con el compromiso de dialogar.
La entrevista fue pactada dos días antes, en San Isidro, mientras iba de un lado a otro con la montura y daba indicaciones en una tarde con mayor protagonismo. La idea era conocer sus vivencias en la joven profesión, y el destino quiso que pronto quedara al desnudo su reacción ante un sinsabor. "Cuando sos jockey también te amargás, pero enseguida tenés que correr otra vez y las circunstancias te obligan a pensar en la carrera que sigue", compara Valdivieso, apoyado sobre una baranda de madera. "El cuidador lo sufre diferente, durante más tiempo, porque después lo ve en el stud todos los días", añade.
Pasaron ocho meses desde su debut oficial en la profesión y cuenta con cuarenta ejemplares a cargo. "No es cuestión de llenarse de caballos y no saber qué hacer. Tengo que ir de a poco. Tenía un grupo chico y hace un mes me encontré con los de El Paraíso, que es gente con la que me une un gran aprecio y era difícil decirles que no", analiza Jorge. Para entonces, ya había pasado demasiado sin ofrecer un bocadillo con su sello y ahora sí logra relajarse un poco: "Hay muchos otros que quieren tener un caballito conmigo por el afecto que me tienen y quizá no saben si cuido bien. Por ahí no van a ganar, pero se van a matar de risa".
En los studs del centro de entrenamientos de San Isidro en los que trabaja Valdivieso hay sólo camas de paja ("Es más higiénico y, aunque es más caro, es lo mejor", explica) y cada peón tiene tres ejemplares a su cuidado. Esa función es la más importante para él, que pasó por esa etapa antes de ser jockey durante casi tres décadas. "Es importante haber tenido ese oficio. ¿Cómo hacés para darle una orden o evaluar a tus peones si no conocés cómo es el trabajo?", enfatiza. Jorge siempre subrayó lo sacrificado de la vida del jockey. Ahora tiene una visión más amplia. "Tal vez sí me puedo sentar a comer tranquilo, cuando antes estaba limitado y lo poco que comía era con bronca. Pero como cuidador no tenés mucha más libertad. El poco tiempo que me queda lo aprovecho para pasear con Sol, mi hija", relata quien divide el trabajo de sus pensionistas en tres tandas, desde las 7. Todo eso lo vuelca en una libreta. "Así tengo un archivo de lo que pasó, sin abusar de la memoria. Y también planifico lo que vendrá, pero sabiendo que en determinados casos habrá que resolver sobre la marcha, por cualquier imponderable", señala.
Casi veinte meses transcurrieron desde su última carrera como jockey, pero nunca dejó de montar. "Cada tanto me subo a alguno para varear, pero los trabajos principales me gusta que los hagan con los jockeys. Me guío por la opinión de ellos, porque están en actividad. Le tengo confianza al equipo con el que trabajo", confiesa. En esta nueva etapa ya celebró varios triunfos. También sufrió por Bottom Line, un potrillo que se quebró. Dos caras de una profesión que se toma con la misma responsabilidad. (Publicado por La Nación)