El fútbol, el gran ganador del duelo de estilos

La mirada de Juan Pablo Varsky sobre lo que dejó la final de la Copa del Rey.
viernes, 22 de abril de 2011 00:00
viernes, 22 de abril de 2011 00:00

El fútbol está hecho para estos partidos. Cuando nos toca disfrutar de un duelo como la final de la Copa del Rey sólo nos queda agradecerle a este juego maravilloso. El fascinante choque de estilos terminó con la consagración de Real Madrid, que volvió a levantar el trofeo tras una eternidad. El capitán Casillas lo festejaba como si fuera su primer título, cuando en realidad era el último que le faltaba para completar su álbum. Próceres como Raúl y Guti jugaron una vida entera en la Casa Blanca y se fueron sin poder ganarlo. El triunfo de 1993 mostraba a un Butragueño en retirada y a Benito Floro en el banco.

José Mourinho, levantado por el aire por sus dirigidos, ha roto otra larga abstinencia: 50 años de Chelsea sin la Liga inglesa, 45 de Inter sin la Copa de Europa, y ahora, 18 del Madrid sin una Copa del Rey. Estar en España acerca a uno el significado de esta competición, con contenido deportivo y político. La tradición nacional y las rivalidades regionales conviven con el siempre atrayente formato del mano a mano.

"Mis equipos atacan con once y defienden con once", había dicho Mourinho en la conferencia de prensa previa. Llegó la hora de analizar a todos los conjuntos como unidad, sin fragmentarlos en defensa y ataque. Ambas fases se interrelacionan. "Decime cómo atacás y te diré cómo defendés", o "decime cómo defendés y te diré cómo atacás".

En una librería de Madrid conseguí un libro fundamental para entender este nuevo paradigma. Se llama El Modelo de Juego del F. C. Barcelona , escrito por Oscar Cano, con prólogo de Juan Manuel Lillo. Reconocido DT, Lillo es amigo de Guardiola y lo dirigió en Dorados de Sinaloa, la última parada de Pep como futbolista. El texto trasciende la explicación del sistema del Barça, muy interesante por cierto con una detallada descripción del funcionamiento colectivo y las responsabilidades individuales.

La primera parte, más general, fundamenta por qué y para qué romper con el patrón tradicional de segmentación permanente: "Si el análisis se realiza bajo las formas de pensamiento habituales, será deficiente, ya qué estará centrada en las propiedades de cada parte integrante". El nuevo enfoque, sistémico y complejo, apunta a priorizar las relaciones por encima de los jugadores, a destacar "las propiedades del equipo, que ninguna de las partes tiene por sí sola". Como en el jazz, donde cada uno es parte de la banda y al mismo tiempo solista. Lillo lo plantea magistralmente: "Estamos ante un juego colectivo en el que hay interacción con el resto; el otro me condiciona y yo condiciono al otro. Entre todos condicionamos al entorno y el entorno nos condiciona a nosotros. Todos somos seres condicionados y al mismo tiempo condicionadores".

Real Madrid compuso un primer tiempo excelente. Jugó bien e hizo jugar mal a Barcelona. A partir de un pressing alto, agresivo y bien coordinado, le cortó todos los circuitos. Marcó a los receptores. Mascherano, Piqué y Busquets no encontraban el pase. Xavi, Iniesta, Dani Alves y Messi estaban siempre tomados. Esta vez, Pepe, sobre la izquierda, presionó a Xavi, y Xabi Alonso, más cómodo por el centro aunque con muy poca participación en la construcción de juego, se ocupó de Messi. Di María secó a Dani Alves, Khedira anuló a Iniesta. La intensidad del Madrid redujo al Barça a su mínima expresión. El mejor equipo del mundo (la valoración no cambia por un partido) no pateó al arco, ni le vio la cara a Casillas. Sin movilidad ni desmarque, el toque no hacía daño ni tenía sentido. Messi trasladaba, el equipo no la tenía. Intentó presionar la salida rival, pero el Madrid no asumió riesgos. En lugar de salir jugando, tiró pelotazos para Cristiano Ronaldo, devenido centrodelantero. Depositaba el balón lejos de su arquero y ahí comenzaba a apretar nuevamente. No se quedó allí. Al recuperar el balón en la mitad de la cancha -no a 70 metros del arco rival, como el sábado pasado- y contar con un especialista de la elaboración como Ozil, pudo pasar a la fase del contraataque. El alemán metió tres pases con su sello: dos para Cristiano y uno para Pepe, en llegada espectacular. Mascherano, Pinto y el caño le negaron el gol en las tres chances claras.

"Tenemos que hartarnos de jugar. Jugar como en las calles, como en el pueblo", había dicho Pep Guardiola en la conferencia de prensa previa. Y fue exactamente lo que hicieron sus jugadores en el segundo tiempo. Mostraron su fútbol valiente y atrevido. Iniesta agarró el contrabajo. El gran Andrés interpretó mejor que nadie el concepto de tocar y moverse. Con ese cambio de ritmo marca registrada, gambeteó con facilidad a Khedira. Xavi se escapó de la vigilancia de Pepe. Pero en Barcelona todo parte desde el equipo. No se lo puede fragmentar. No hay un solo movimiento que no se coordine con los demás, no hay un solo jugador que no se mueva en relación con sus compañeros. Es orden y caos; estructura e improvisación al mismo tiempo. Cuando el Barsa juega como en el segundo tiempo, desaparecen las divisiones tradicionales de ataque/defensa y grupo/individualidad. Todos los jugadores están en función activa. Y así tuvo casi el 80 por ciento de posesión y la tradujo en peligro. Para que Messi influyera más en el juego, Villa se paró de nueve. Detrás de su compañero, Leo armó una jugada genial para Pedro, en offside. Metió un zurdazo que resolvió bien Casillas. "Un gran jugador ve una autopista donde otros ven solamente senderos", dijo alguna vez el serbio Vujadin Boskov, campeón con Real Madrid y con Sampdoria. El aforismo cobra sentido cuando uno ve a Lionel en la cancha y no por la tele. Aun sin haber jugado su mejor partido.

Barcelona impuso las reglas. A partir de su pressing, recuperó el balón cerca del arco rival y elaboró ataques desde allí, mucho más cerca que en el primer tiempo. Mascherano hizo un trabajo sensacional en su rol de zaguero. No erró un pase, cruzó muy bien a la espalda de Alves, y hasta le ganó duelos aéreos a Cristiano Ronaldo. Es evidente que este Barça lo ha mejorado como futbolista. El contexto le ha permitido desarrollar potencialidades que tenía y no había descubierto. Javier pudo brillar en un puesto que no conocía porque el equipo lo ayudó y el entrenador lo convenció.

Volvemos a la visión integradora, ahora desde el futbolista. Para juzgarlo como tal, no podemos diseccionarlo en parte física, técnica o psicológica. Hay una totalidad que debe respetarse, más allá de su resistencia, su técnica o su sentido táctico. La pregunta es más sencilla: ¿Sabe jugar al fútbol? La respuesta debe incluir todas las facetas. Más allá de perfiles y estilos, esta es la coincidencia más importante entre Mourinho y Guardiola. No separan ningún aspecto del juego. No disocian al futbolista respecto del equipo, ni tampoco diseccionan al jugador en partes. Todo se interrelaciona. En definitiva, un equipo de fútbol es una red social.

El Madrid volvió a visitar el arco rival recién en el último minuto del partido. Mourinho ya había hecho entrar a Adebayor como referencia para tener más presencia ante los centrales catalanes. El ingreso liberó a Cristiano de esa función y lo movió a un lugar más cómodo para él: el costado derecho, como en Manchester United. Por la izquierda siguió Di María, fundamental en el doble rol de freno y amenaza para Alves. Tardó en exigirlo en defensa, pero el momento llegó con ese derechazo rechazado por Pinto sobre la hora. Cambió el curso del partido. Este juego, no lineal e imprevisible, con espacio para lo caótico y lo azaroso, ofrece estos golpes de timón. Y lo más lindo es que no los podemos prever. Simplemente pasan. Y así Pepe se la dio a Di María. Y Di María armó una doble pared con Marcelo. Y metió un centro hermoso, a la carrera, apretado por la raya y Alves. Y se la puso en la cabeza a Cristiano. Y Cristiano se suspendió en el aire como Michael Jordan, sacándole una cabeza a Adriano. Y cabeceó como pide el manual: devolviendo el balón hacia donde había venido el centro. Golazo.

Barcelona terminó con Piqué de nueve, pero no creó ninguna situación durante la prórroga. Real Madrid, campeón. En un inolvidable choque de estilos ganó el fútbol, inventado para partidos como éste.

Fuente: Cancha llena

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