Carlos Anselmo Peracca, un sinónimo de vóleibol

Escribe: Leo Romero
martes, 18 de diciembre de 2012 00:00
martes, 18 de diciembre de 2012 00:00
Ficha Personal
Nombres y apellido: Carlos Anselmo Peracca.
Fecha de nacimiento: 26 de Diciembre de 1943.
Lugar: San Fernando del Valle de Catamarca.
Edad: 68 años.
Padres: Carlos Santos Fortunato Peracca y María Brizuela del Moral.
Esposa: Gabriela de la Orden.
Hijos: Ana, Carlos y María Laura. Nietos: seis en total.
Hincha en el fútbol: River Plate (AFA) y Defensores del Norte (local).
En el vóleibol y en el básquetbol: Amo este deporte, al que estoy ligado desde pibe. San Rafael (desaparecido), es el club que me vio nacer y crecer. Recuerdos inolvidables. Jugué el baloncesto en otra entidad que tampoco existe en la hora actual, el Club Atlético Montmartre.
 

Varias décadas de arduo y positivo trabajo, dentro de la especialidad, ratifican plenamente el título de esta entrevista con Carlos Anselmo Peracca, sin duda alguna uno de los más destacados dirigentes del vóleibol provincial, hasta la hora actual. Superó todos los peldaños que un amante de su deporte favorito encuentra naturalmente en el camino. Fue jugador en su amado Club Social y Deportivo San Rafael, aquel que supo brillar con luces propias en la larga gestión de Manuel José Toledo al frente de la Federación Catamarqueña de Vóleibol. Posteriormente, incursionó en calidad de entrenador y finalmente se metió, con alma y vida, en la temática dirigencial. De esta manera, llegó a ser el conductor de la entidad madre, lugar desde el cual se erigió en pilar fundamental de la organización del X Campeonato Mundial de Vóleibol Masculino, subsede Catamarca, realizado entre el 2 y el 15 de octubre de 1982. Más allá de que él asegure, tantas veces que nos encontramos, que ese magno evento fue producto de la tarea de una respetable cantidad de gente, que se encargó de cubrir el amplio abanico de exigencias y responsabilidades que representa su puesta en escena.
Ex empleado bancario y ex periodista deportivo, ya que incursionó en la vieja LW7 Radio Catamarca (hoy, Radio Nacional) y en la sección Deportes del diario La Unión, junto a quien escribe este artículo, hace poco más de treinta años se puso al frente de este emprendimiento ecuménico, respaldado en el plano nacional por el entonces titular de la Confederación Argentina de Vóleibol, Dr. Ricardo J. Russomando. Lógicamente, se precisaba contar con una infraestructura deportiva acorde a lo que marca el reglamento a nivel internacional, así que la mira de Peracca apuntó a luchar por la finalización de las obras de lo que hoy es el Complejo Polideportivo “Fray Mamerto Esquiú”. Uno de sus principales aliados, en este sentido, fue el hombre que estaba a la cabeza de la ex Dirección de Deportes y Recreación de la Provincia, Julio Felipe Hausberger, quien fuera una de las más calificadas figuras que diera en todo su historial el básquetbol catamarqueño. Por cierto, que debe agregarse a todo ello, la decisión política adoptada por el Gobernador de la Provincia, Sr. Arnoldo Aníbal Castillo, alguien muy identificado con el deporte y su gente.
Orlando José Vega (“Niní”), un atleta múltiple dentro del medio, ya que además de integrar la selección mayor de vóleibol, también lo hizo en la de básquetbol y en la de fútbol, vivió muy de cerca este acontecimiento, ya que fue uno de los cientos de colaboradores en el esquema organizativo del mismo. Al respecto, coincide con la opinión de la mayoría de los entendidos en la materia, afirmando que el Mundial de 1982 es algo irrepetible, imposible de concretar en el futuro. Sostiene que se dieron una serie de factores a favor, más el hecho de que centenares de profesionales se abocaran de lleno a trabajar, desinteresadamente, en este mega operativo. Los conceptos de Vega, un histórico del vóleibol, al igual que Ramón “Puyuyo” Ferreyra y el santiagueño Oscar Tomás Vera, por ejemplo, avalan los dichos de Peracca, en el sentido de ponderar el cometido del equipo en general. La organización mundialista fue casi perfecta, según mi evaluación final, contándose con el aporte de dirigentes de la talla de Julio César Varela Gómez, Jorge María Ponferrada, Osmar Edmundo Marchetti, Dr. Augusto César Acuña, Guillermo Rodríguez, Alfredo Ernesto Pereyra, José Hugo Barrionuevo, Jalil Abdón Raiden, los hermanos Rodolfo, Juan y Raúl Filippín, Ricardo Nieto, Dr. Jorge Sanagua y Raúl Aníbal Bollada. “En realidad ellos fueron los encargados de las distintas comisiones, pero calculo que más de trescientas personas se movieron para que todo salga como nos habíamos propuesto. Algunos ya no están con nosotros, pero deseo expresar mi eterno agradecimiento a todos, sin excepción alguna, porque hicieron un trabajo digno de los mejores elogios”, acota nuestro entrevistado.
En lo eminentemente deportivo, cabe recordar que la Unión Soviética (ex URSS) fue campeón del Mundial `82, venciendo en la final a su similar de Brasil por tres sets a cero, mientras que la Argentina se quedó con el tercer lugar al batir a Japón por idéntico marcador, subiéndose gallardamente al podio. Merece destacarse que la Confederación Argentina de Vóleibol, recordó públicamente, con enorme orgullo, “una de las gestas deportivas más grandes de la historia de nuestro deporte, cuando un puñado de jugadores por entonces desconocidos, producto de una apuesta a la calidad y de enormes individualidades con sentido colectivo, lograron la medalla de bronce en el Mundial 1982. Tan sólo apuntar un dato resulta demoledor para rescatar la importancia del logro en un contexto mundial por entonces lejano: la selección argentina había finalizado en el 22º puesto en el Mundial de 1978, en Italia. Y sólo cuatro años después trepó 19 lugares para entrar en un podio inédito, que completaron en lo más alto Rusia (Unión Soviética) y Brasil, dos maravillas del vóleibol de los ochenta. Liderados por un coreano con visión como Young Wan Sohn, fallecido recientemente, y con ayudantes de talla y talento como Enrique Martínez Granados y Julio Velasco, entre otros, o el mismísimo doctor Juan Carlos Sosa, Argentina disputó, el 15 de octubre de 1982, un memorable partido por la medalla de bronce ante Japón, en el Luna Park. Con victoria en tres sets. Aquél partido marcó para siempre el movimiento del voleibol argentino. No sólo a nivel deportivo. Desde entonces, el voleibol se transformó en una preferencia popular, practicada y disfrutada por cientos de miles en todo el país”. Una brillante síntesis.

Mi Opinión

Por Leo Romero

Dentro de ocho días, Carlos Anselmo Peracca cumplirá sus 69 años de edad, junto a sus seres queridos y a sus amigos de siempre, aunque algunos ya se hayan marchado de este mundo terrenal. Gracias al deporte, nos conocemos desde hace un montón de tiempo. Como lo expresé en el comentario central, compartimos por algunos años la redacción deportiva del Diario “La Unión”, a la par de Carlos Humberto Barrionuevo y de Roque Eduardo Molas, otros dos estimados colegas. En esa oportunidad, pude comprobar el enorme cariño que sentía por el vóleibol, donde no sólo fue jugador, sino además director técnico, árbitro y, finalmente, dirigente. En esta última condición, mostró toda su capacidad, talento y habilidad para manejar los difíciles hilos conductores que permitan una eficaz labor dentro de una institución. Tenía una idea muy clara de lo que él pretendía o quería hacer y, por ende, un poder de convencimiento que era difícil contrarrestar, puesto que estaba sostenido por sólidos fundamentos o argumentos.
Electo presidente de la Federación Catamarqueña de Vóleibol (FCV), materializó una larga gestión, entre los años 1975 y 1993, incursionando en el ámbito de la Confederación Argentina de la especialidad (CAV), tras contactarse con su comprovinciano Víctor Manuel Acuña (“Mañuco”) y trabar relaciones institucionales y personales con Ricardo J. Russomando. A partir de ese momento, fue ganando terreno dentro de la entidad madre nacional, lo que le permitió presidir en varias ocasiones delegaciones representativas de la CAV. Por este motivo, a nadie sorprendió que convenciera a sus pares de otras provincias, para que Catamarca se postulara como subsede para el Décimo Campeonato Mundial Masculino de Selecciones, en octubre de 1982. Puso todas las cartas sobre la mesa, y se lanzó decididamente a conseguir ese objetivo. Había mucho por hacer, incluida la construcción del estadio para albergar a los elencos de otros continentes que confirmaron su intervención, entre los que estaba la ex Unión Soviética, el último campeón mundial en 1978.
Lógicamente, Carlos Anselmo Peracca se cansó de golpear puertas para lograr los apoyos necesarios, sabedor de que este torneo significaría un antes y un después en el quehacer voleibolístico, no sólo de Catamarca, sino también del país. Y no se equivocó para nada. A la medalla de bronce conseguida al final de la competencia, hazaña concretada por una excepcional camada de jugadores, integrada por Carlos Getzelevich, Daniel Castellani, Esteban Martínez, Carlos Wagenpfeild, Gabriel Solari, José Puccinelli, Hugo Conte, Raúl Quiroga, Jon Uriarte, Alcides Cuminetti, Leonardo Wiernes y Waldo Kantor, entre otros, se fueron sumando con el tiempo (década del noventa) otras conquistas inolvidables. Decir que desde allí surgieron enormes figuras es quedarse cortos. Apuntar datos estadísticos podría borrar otros tantos, unos con otros, y confundirse en números. Pero tantos y tantos apellidos que hayan dejado una marca semejante en la historia no tiene precedentes en el mundo. Y no sólo en la medalla de bronce posterior en los Juegos Olímpicos de Seúl 1988. Mucho más allá. Y mucho más acá.
 



 

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