Deporte y Nostalgia

Julio Mario Pedraza, gran maestro de los “fierros”

lunes, 7 de enero de 2013 00:00
lunes, 7 de enero de 2013 00:00

Escribe: Leo Romero

Con ochenta abriles sobre sus hombros y algunas décadas entregadas de lleno al mundo de los “fierros”, Julio Mario Pedraza representa al genuino gran maestro de las artesanías motores. Instructor mecánico con título habilitante, hecho que le permitió ejercer la docencia en la vieja y querida Escuela Industrial (ENET Nº 1), varias generaciones de alumnos se nutrieron de los conocimientos y de las experiencias de un hombre de enorme capacidad creativa, reconocida por muchos colegas que trabajaron a su lado. No había cosas imposibles de resolver para él, a la hora de buscar una salida tecnológica a eventuales planteamientos en la materia. Transformaba una pieza de cierto artefacto eléctrico hogareño, en el elemento que se necesitaba para suplir funciones específicas en algún motor, no sólo de motocicletas, sino también de automóviles e inclusive de aviones. Un verdadero monstruo, estilo profesor Pardal, famoso personaje de una recordada tira de historietas, que inventaba cualquier tipo de aparatos. Mejor definición, modestamente expresada, no puede pintar, con tanta exactitud, el perfil de Mario Pedraza (siempre fue llamado por su segundo nombre de pila, tanto por propios como por extraños, en especial aquellos ligados al quehacer deportivo), un hombre al que indudablemente no se le dio el lugar que legítimamente se merecía (y merece) en la historia del deporte de nuestra provincia.

Nos da enorme placer, constituirnos en el vehículo comunicacional que rescate y valore, en su real dimensión, lo materializado por Pedraza en su largo y fructífero camino de vida, donde fue valorado por todos quienes alguna vez precisaron de sus servicios profesionales, pero ignorado por la gran mayoría. Pese a nuestra insistencia sobre el leit motiv (motivo guía), relacionado con la búsqueda casi obsesiva de investigar respecto a las posibles causas y efectos de una problemática determinada, nuestro entrevistado señala, con acentuada convicción, que todo obedeció a una especie de hobby, que lo atrapó desde pibe, cuando cursaba sus estudios primarios y secundarios. “Siempre me tragaba todos los libros, textos científicos y cualquier material didáctico que llegaba a mis manos. Habitualmente, apliqué razonamientos personales respecto a dar una respuesta a las problemáticas que se planteaban en lo teórico-práctico. Me pasaba horas, días, meses, tratando de encontrar las salidas adecuadas, convencido de que a la corta, o a la larga, alcanzaría el punto clave, que me permita tener la solución pertinente. Así fui ganando terreno y marcando diferencias a mi favor. Y de este modo, pasé a ocupar un puesto bien marcado en la consideración de todos aquellos deportistas que se acercaron para que les dé un toque serio y responsable a los motores de sus motos y autos, según el caso. Jamás gané buena plata con esta tarea, por el contrario, sólo me preocupaba en darles soluciones, buscando el mejor rendimiento de los motores”, monologa.
En un repaso de su accionar en su doble condición de piloto y preparador de motores, está claro que volcó los mayores esfuerzos y capacidades en el motociclismo de competición, donde inscribió su nombre a fuego. Buceando en su álbum de los recuerdos, rescata el nombre del chacarero Ciro Barrera, oriundo de San Isidro (Valle Viejo), a quien califica como un corredor de todo terreno. “Era un verdadero malabarista arriba de una moto, no sólo en circuitos de tierra, sino también en asfalto, barro, césped, empedrado. Con espíritu ganador, siempre dio espectáculo, brindándose enteramente para que el público gozara de lo que estaba presenciando. No me olvido nunca, y vos lo sabes porque fuiste testigo directo, en tu carácter de periodista especializado en la actividad, las inolvidables pruebas que se realizaban en el foso del Paseo General Navarro (La Alameda) de nuestra ciudad, donde se improvisó un circuito, en cuyo trazado se debía superar varios obstáculos plantados por los organizadores. Barrera hacía las delicias de sus seguidores, junto a varios valores de esa época, entre los cuales estaba Luis Toloza (“Pájaro”). Hace algunos minutos estuvo con nosotros, tomando un café, Mario del Campo, un entusiasta piloto que también intervino en ese improvisado escenario. Después apareció otra camada de muy buenos conductores, y la cosa se hizo más competitiva. Juan Oscar Juárez (“Fulbito”) mostró sus dotes de gran piloto y comenzó a escribir su propia historia, a bordo de una motoneta Siambretta, mientras que después se le sumaron otros no menos importantes exponentes, como Héctor Sosa (“Masita”, apodo con el que lo bautizaron sus amigos y seguidores), José Manuel Andrada (“El Rata”, para la popular) y el malogrado Alberto Eduardo Herrera (“El Chaleco”), quien murió en un accidente de circulación, cuando iba acompañando en una motocicleta a su amigo “Gordo” Acosta. Una de las etapas más gloriosas del motociclismo provincial, por la cantidad y calidad de sus actores y el apoyo incondicional del público”, reseña Pedraza, con mucha emoción y satisfacción.

Tras puntualizar que en 1970 se consagró campeón local en su categoría, indica que posteriormente se encargó de colaborar (con ayudas o consejos técnicos) con los jóvenes pilotos que se iban sumando a una selecta lista de participantes, como Aníbal Romero, Miguel Angel Soto (“Lito”), Juan Carlos Vega (“Pajarito”), Julio Cano Posadas y Francisco Acosta (“Lorito”). Este último, con una máquina Zanella RK, ideal para andar en circuitos callejeros, sentó clara primacía en los recordados y muy apreciados Torneos de los Barrios. Estos eventos, según criterio de Mario Pedraza, permitieron detectar varios talentos en la especialidad, además de permitirle a los aficionados alentar a sus favoritos, domingo a domingo. Cumpliendo funciones indispensables en estos festivales, por espacio de muchos años, nuestro entrevistado remarca que, en su calidad de comisario deportivo, debió tomar muchas veces decisiones en conflictos bastante polémicos, pero que siempre tuvieron desenlaces felices, gracias a Dios. “A todo esto, Juan Oscar Juárez consiguió el respaldo de dos personas que aman este deporte, como Pablo Bizzotto (“Palito”) y Edgardo Dante Vázquez (“El Gringo”), y materializó consagradas actuaciones, no sólo en nuestro medio, sino también en Tucumán, Córdoba y Buenos Aires. Condiciones conductivas había de más, adosado a ello su intrepidez y su coraje sin par. No sorprendió que nos diera satisfacciones por donde anduvo, con medios mecánicos que caminaban de diez. En este competitivo mundo del motociclismo, creo que también hubiesen llegado bien alto, tanto Héctor Sosa como José Manuel Andrada, porque fueron excelentes pilotos”, asegura “El Maestro” Pedraza.
En realidad, “Fulbito” Juárez fue la “eterna” carta de presentación a la hora de mostrarnos en el apasionante mundillo del deporte sobre dos ruedas, puesto que lo suyo trascendió nuestras fronteras, sin dejar de ponderar, obviamente, el paso que tuvieron por el mismo figuras que luego saltaron al automovilismo, como Edgardo Dante Vázquez (“Gringo”), el desaparecido José Luis Cortese y “El Loco” Walter D´Agostini. Finalmente aparecería una camada que prestigió la disciplina, encabezada por Darío Ovejero, quien hasta hoy sigue ofreciendo toda su maestría y su calidad conductiva. Pero está claro que la historia no sólo se nutre de ganadores o de nombres siempre recordados por los amantes del vértigo y la emoción motor. También tiene su lugar bien definido, un nutrido lote de deportistas que entregó con enormes esfuerzos y sacrificios toda su capacidad y pasión en la lucha por conseguir instalarse entre los mejores de su generación. Entre ellos, se puede citar a Oscar Edgardo Barrientos, Luis Federico Ibáñez, Alfredo Bustamante, Ramón Dardo Castillo, Roque Cuestas, Manuel Ovejero, Mario Bronia, Luis Borella, Carlos Navarro, Luis R. Martínez y Carlos de Bairos Moura.
En estos momentos, nuestro entrevistado nos comenta, muy orgulloso, que su hijo Raúl Edgardo Pedraza, su heredero en el deporte mecánico, se consagró campeón 2012 en la especialidad Speedway, en el evento concretado en el circuito de la localidad de Sumalao (Valle Viejo), con un bólido “bendecido” técnicamente por su padre. Nos proporciona una foto donde se lo ve a bordo de su máquina número diez.

Ficha Personal:

Nombres y apellido: Julio Mario Pedraza.
Fecha de nacimiento: 19 de setiembre de 1932.
Lugar: San Fernando del Valle de Catamarca, más exactamente en el barrio de Villa Cubas.
Edad: 80 años.
Padres: José Gabriel Pedraza y María Julia Carrizo.
Esposa: Hortencia Nieva (f).
Hijos: Julio Mario, Hortencia del Carmen y Raúl Edgardo.
Hincha en el fútbol: River Plate de la AFA y Sportivo Villa Cubas de la Liga Catamarqueña.
Anécdotas: “Muchas, pero jamás se borró de mi mente la final de una carrera organizada por el Club Atlético Vélez Sarsfield, en el circuito del barrio sur. Epílogo de bandera verde entre dos grandes pilotos: Darío Ovejero y Walter D´Agostini. Ingresaron pegados a la meta y las discusiones, por parte de los seguidores de los dos, resultaron bravísimas. Fallo “salomónico”: se cortó en dos partes iguales la copa, repartiéndose una para cada uno. Inédito”.

Mi Opinión

Desde muy joven, cuando inicié este apasionante derrotero del periodismo deportivo, conocí a Julio Mario Pedraza, en momentos que se dedicaba a conducir motocicletas de competición. Precursor en la temática, sirviendo de soporte a las más descabelladas ideas que surgían de muchos amantes de la especialidad, su taller mecánico era frecuentado por todos aquellos que pretendían sacarle la mayor velocidad posible a sus máquinas. De marcado bajo perfil, atendía a todos por igual, procurando solucionar los problemas que se le plantearan. No había otro profesional que pudiera abocarse con tanto amor y preocupación a estos temas. Todos confiaban en él, dada su responsabilidad y seriedad. La imagen quedó grabada en mi cabeza y casi de inmediato, se cruzó por mi mente ese “inventor loco”, llamado Pardal, que solía ver y leer en revistas que circulaban en mi niñez y en mi juventud. Y me dije: este tipo viene a ser algo así como lo que, por estos lados, llamamos un loco lindo, que se da maña para arreglar todo, absolutamente todo. Un bocho en la materia, como hoy lo calificarían los pibes del siglo XXI, es decir mis cuatro nietos y mis dos bisnietos, entre otros.
Sentirlo hablar y explicar las formas, métodos y vericuetos técnicos recorridos, para sacar de algún apuro a sus clientes y amigos, representa toda una jugosa aventura, ya que incluso te permite tomar una exacta dimensión de lo que representa el mundo de los “fierros”. Te da la clara sensación de que para “El Flaco” Pedraza nada es imposible. O como él mismo lo afirma: “Siempre me gustaron afrontar tareas difíciles, que parecían imposibles de realizar. El desafío me atrapaba y sacaba de mí cosas que yo mismo desconocía”. Cuando finalizaba su cometido y comprobaba que había dado en la tecla, era el hombre más feliz de la Tierra. Claro, esa verdadera obra de arte, cincelada a la perfección, torno de por medio, era su más importante creación. Y festejaba a rabiar a la par de muchos jóvenes que, con el paso del tiempo, se convirtieron en sus dilectos alumnos. Y ni qué hablar de los destinatarios de sus inventos tecnológicos, en su casi totalidad pilotos de reconocida trayectoria en el medio, como el campeonísimo Juan Oscar Juárez, Héctor Sosa, José Manuel Andrada y Alberto Eduardo Herrera.
Mucho antes de que se convirtiera en un obligado referente de la mecánica de competición, Pedraza despuntó en las pistas, en calidad de piloto, todas las virtudes y capacidades que trajo desde la cuna. Fue un destacado conductor de motos y, como no podía ser de otra manera, cuando creyó que su ciclo estaba cumplido, se metió full time en el rubro que dominaba como los dioses, la preparación de máquinas de las clásicas categorías de Standard Exterior (SE) y Fórmula Internacional (FI). Paralelamente, asesoró a numerosas entidades en lo atinente a la fiscalización y reglamentación de certámenes, dentro y fuera de nuestra provincia. Los campeonatos de los barrios fueron proyectos que siempre valoró y elogió, ya que, según su criterio, permitieron que muchos valores, hasta ese momento desconocidos, se mostraran a su público, en toda su plenitud. “Considero que de ellos salieron motociclistas que dejaron muy bien plantados los prestigios del deporte de Catamarca, en un período donde poner una máquina en la línea de largada, costaba bastante, en lo personal y en lo económico”. Si “El Maestro” lo dice, sólo resta ponerle la firma.


 

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