David Ernesto Dahbar

Deporte y nostalgia

lunes, 18 de febrero de 2013 00:00
lunes, 18 de febrero de 2013 00:00

Nació casi cuatro meses antes que el Club Atlético Vélez Sarsfield de nuestra ciudad, pero en pagos riojanos, más exactamente en Aimogasta, provincia de La Rioja. Festejó sus 84 años de vida el pasado 26 de mayo, mientras que la entidad de sus amores lo hizo el 12 de setiembre. De origen sirio, habla con fluidez de sus antepasados más cercanos, al tiempo que se encarga de ir castellanizando todos y cada uno de los términos o nombres que va citando en su relato. Los seguidores de la V azul de la calle Sarmiento al 1100 lo llaman, por lo bajo, “el padre velezano”, habida cuenta de su acentuado bajo perfil, a la hora de entablar algún contacto con los colegas de los diferentes medios de comunicación catamarqueños. Por ser coterráneo de quien escribe esta nota periodística, ya que también abrió sus ojos al mundo en tierras de Juan Facundo Quiroga, Angel Vicente Peñaloza y San Nicolás de Bari, se apresura en señalar que desde niños amamos como nadie la sagrada comarca de la Virgen del Valle y Fray Mamerto Esquiú, porque aquí nacieron y crecieron nuestros hijos y nietos. Ya es momento de presentarlo. Se llama David Ernesto Dahbar y desde siempre está íntimamente ligado al deporte local, más específicamente el fútbol.
Paradójicamente, nuestro entrevistado de hoy señala que, al contrario de lo que podría suponerse, jamás jugó el más popular de los deportes, ya que estaba convencido de que meterse a un campo de juego a lidiar con tremendos cracks de la redonda, significaba lisa y llanamente hacer el triste papel de “pata dura”. Al respecto, se apresura en agregar que del ridículo, nunca se vuelve. “Por eso, desde que comencé a militar en el campo dirigencial, estaba plenamente convencido de que lo mío era contribuir en la dura y difícil tarea de consolidar lo que los fundadores del club se habían trazado hace más de ocho décadas. Sólo dos de mis cuatro hermanos, Pedro Afif y José Adib, actuaron en la cuarta división de Vélez, como para ratificar que los Dahbar, en algunos casos, también podemos dar lo nuestro, dentro de las posibilidades naturales que trajimos a este planeta”, asevera con total convencimiento. Recuerda, entre un montón de hechos y anécdotas, los nombres de quienes le dieron el primer soplo de existencia a la institución sureña, mencionando a Noé Barrrionuevo, Segundo Segura, Marino Cantarell, Onésimo Véliz, Raúl Acosta, Luis Giné Murúa, Alejandro Véliz, Alfredo Robledo, David Codevilla, Angel Pantoja, Mauricio Piedrabuena, Ramón Soto, Jorge Soria, Félix Argañaraz, Juan Barrera, Humberto Andreatta, León Castillo, Ramón Agüero, Juan Espilocín, Fidel Espeche, Ramón Robledo, Narciso Robledo, Modesto Albarracín, Camilo Andreatta, Eduardo Dimas García, Higinio Barros, Antonio Torres y Marciano Argañaraz”.
Lógicamente, David Ernesto Dahbar habla de las reuniones previas que se concretaban en cercanías de su casa paterna, en la intersección de las calles Maipú y La Rioja, de los torneos barriales en los que intervenía Vélez Sarsfield, y de la posterior afiliación a la Liga Catamarqueña de Fútbol en el año 1932, participando de los certámenes oficiales. Un dato importante e inédito es que los muchachos de la primera división se entrenaban en el terreno baldío donde hoy se instala la plaza Hipólito Yrigoyen, frente al edificio de la Escuela 243 “Javier Castro” (Florida y Junín). Por razones laborales, a los 16 años se traslada a Buenos Aires, regresando a los 23, cuando corría el año 1952. Se mete de lleno en los estudios secundarios, graduándose de perito mercantil en la Escuela de Comercio “Jorge Newbery” y en 1958 ocupa el primer cargo en la mesa directiva de la institución, el de secretario general. Cuatro años después, merced a sus reconocidas capacidades y tareas ejecutivas, es elegido como presidente, siendo reelecto en otras oportunidades. No duda en calificar a Segundo Segura (padre de excelentes futbolistas, entre ellos Oscar “Negro” Segura y Eduardo “Lalo” Segura), Luis Ginés Murúa y Eduardo Dimas García (profesor de Castellano y Literatura), como los dirigentes que lo marcaron a fuego y le enseñaron a querer profundamente a Vélez. Sin olvidar el aporte singular de Leopoldo Antonio Moraga (“El Palillo”, para los amigos y amantes del fútbol), al que calificó como una especie de máquina de generar acciones en favor de la entidad y un especialista en descubrir talentos futbolísticos. “Nadie igual a él, en ese aspecto”, acota.
Cuando tocamos el tema jugadores, ponemos a Dahbar en todo un dilema, habida cuenta de la gran cantidad de “monstruos” que desfilaron por el popular y prestigioso instituto local. Pero con su habitual tranquilidad y serenidad de ánimo, responde sin hesitar: “Las máquinas de la época de oro de Vélez, simplifican las cosas. La primera de ellas estaba constituida por valores de la talla de Agustín “El Tigre” Díaz, Agustín Carrizo, Mario Brunello, Onofre Moreta, Ramón Varela (“Pan Dulce”), Atilio Barrionuevo (“El Tanque”), Oscar Barrionuevo (“El Tucumano”), Luis Reynoso, Luis Scaltritti (“El Ñato”), Enrique Ponce (“El Garza”) y Rafael Avellaneda (“El Loco”). Después viene la “gran maquinita”, como todos conocen a esa prolífica camada que integraban, entre otros, Alberto Ronald Tapia (“El Chueco”), Aníbal Martínez “El Gata”), Ramón Alberto Guzmán (“Palito”), Santos Sixto Carrizo (“El Mariscal”), Ernesto Barrionuevo (“Nino”), Natalio Barrionuevo (“Minuta”), Juan Carlos Corro (“Mediolitro”), Ramón Lisandro Vega (“El Coyoyo”), Andrés Ayala (“Chacho”), Reyes Segundo Moreno, Luis Marcelo Barrionuevo (“Rupachico”), Héctor Ovejero (“El Perro”), Fernando Risso (“Nano”), Oscar Segura (“El Negro”), Rubén Agüero (“Cocoliche”), Martín Carrizo (hermano menor de Santos), Domingo Avellaneda y Emilio Romero, un puntero izquierdo que también actuó en el Sp. Villa Cubas.
En otro orden de cosas, Dahbar recuerda, entre otras muchas cosas, el viaje que en 1965, Vélez, en su condición de campeón local de la temporada, efectuara a la ciudad de Comodoro Rivadavia (Chubut), donde jugó seis cotejos, ganando cinco y empatando el restante. La base fue la citada “maquinita”, a la que ya se habían agregado algunos futbolistas, como Miguel Espoto, Reynaldo Ríos, Jorge González (“Cachencho”), Justo Francisco Barros (“Alo”), Angel Vallejos y Carlos Nolasco Acosta (“El Amarillo”), además del entonces presidente del club, Leopoldo Antonio Moraga. “Fue una gira inolvidable, no sólo porque terminamos invictos, sino por las experiencias recogidas en el lugar”, remarca nuestro entrevistado. Asimismo, muestra con gran satisfacción algunos números de la revista “La Velezana”, de la cual es editor responsable, donde supo plasmar aspectos fundamentales de la entidad, tanto en lo institucional como en lo deportivo.

Escribe: Leo Romero
 

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