Cada día hay algo bueno que contar de Rafa Nadal, prodigioso en su vuelta al tenis y clasificado para la final de Indian Wells cuando pocos podían imaginar semejante evolución. El español, independientemente de lo que pase este domingo (jugará a las 20 horas contra el vencedor del duelo entre Djokovic y Del Potro), ha completado una semana notable y confirmó su mejoría derrotando a Tomas Berdych en un ejercicio serio y completo, un triunfo más significativo que estético (6-4 y 7-5). Nadal sigue creciendo, Nadal se acerca al objetivo.

El principal, más allá de los títulos y las sonrisas, es competir como antes, competir sin que molesten las rodillas. Pudo hacerlo en la tierra de Acapulco después de foguearse antes en Viña del Mar y en Sao Paulo, pero la pista rápida es un asunto totalmente diferente. En esa superficie, su cuerpo sufre y se mueve con menos alegría, limitado por la brusquedad de los apoyos, obligado a exprimir otros recursos y a jugar más con el revés. Ante Berdych, temible en estos escenarios, hizo todo lo necesario para resolver el entuerto y plantarse en otra final, la cuarta de la temporada.

No fue la victoria más bella, pero todo en Nadal tuvo sentido. Entendió que el partido se ganaba desde la estrategia y logró desactivar a Berdych con un trabajo correctísimo, aseado y sin errores. Desde el inicio, y sin apenas dudar con el saque, Nadal estuvo siempre implicado y jugó con profundidad. Una vez se encendió con la derecha, castigó la moral de su enemigo para estirar la racha, pues el español ha vencido al checo en los doce últimos encuentros. Desde 2006 que se repite la misma historia, siendo lejanísimo el recuerdo para Berdych de aquella tarde en Madrid.