Llegue a la cancha después del brindis del Día del Padre. Mejor si lo hace con tiempo, para evitar el tráfico y las largas colas para conseguir las entradas. Lo óptimo sería conseguir los pasaportes en la mañana, después llegar, y solamente entrar.
Como el juego es a las 17, un aperitivo no caería mal y hasta sería necesario, y lo podría llevar, o bien conseguirlo en el estadio. Si tiene colores azul y amarillo en su vestimenta, estaría bueno.
Si va con su hijo o papá, o con ambos, sería genial. “Parecido a la felicidad” es una buena definición. Y a la hora de comenzar el partido, tiene que tener muy en claro que solo debe ir, sentarse, y mirar el espectáculo. Porque el juego de este “Poli” de Miguel Amaya está hecho para eso.
No se desespere si a los 15 minutos el equipo no está dos a cero arriba, no se angustie ni se impaciente. El juego será trabajado, porque todo lo que el “Tigre” DT dijo se cumple: hay que tener la pelota primero, porque si uno la tiene, el contrario no. Hay que defenderse con la pelota. Es lo que pregona el entrenador tucumano.
Que uno o dos pases atrás no lo saquen de su buen juicio, porque es el espacio el que se tiene que presentar, la falla, el anhelado error del otro que debe ser capitalizado. Y esto puede pasar en los primeros minutos, o en los últimos, como ya ha pasado muchas veces en esta historia que el “Matador” está escribiendo.
Por eso, hay que ir, sentarse, y mirar el espectáculo en el que el “Matador” catamarqueño intentará pasar a la final del Argentino B. En la búsqueda del máximo objetivo, ese que no se compra en un súper o en el kiosco de la esquina.

Martín Noriega