Apostillas

domingo, 16 de junio de 2013 00:00
domingo, 16 de junio de 2013 00:00

VIOLENCIA IMPARABLE. Otra agresión a un árbitro se registró el pasado sábado. La sufrió Ramón Castillo en cancha de El Portezuelo, donde jugaban Salta Central y Liberal en categoría Súper Maxi, y a raíz de este hecho las divisiones Maxi y Única no pudieron comenzar, quedando su disputa a resolución del Tribunal de Disciplina. Aunque nos duela decirlo, se han convertido las agresiones en algo hasta previsible; es triste escuchar a participantes y concurrentes manifestar en la previa con total sarcasmo “vamos a los veteranos, a ver a quién le pegan hoy”, como esperando “el espectáculo mayor”. Nos preguntamos ¿Lo tendremos que aceptar como algo normal merced a su cotidiana frecuencia? Sería lamentable llegar a ese punto.

LA ORGANIZACIÓN. El Tribunal de Disciplina de la Liga, con mucha tarea por estas horas, resuelve según se lo indican las leyes y reglamentos, pero no pueden sobrepasar esos lineamientos, entonces quedará para Comisión Directiva y Consejo de Delegados, analizar las distintas alternativas que lleven a frenar esta ola de agresiones; y esto no sólo pasa por el físico de los jueces, hay otras que no trascienden y que tienen como víctimas a los propios jugadores, como los ya habituales intentos de agresión que se observan cada sábado y que supimos reflejar en este Suple, y a los que generalmente se les hace “la vista gorda”, cuando están facultados a actuar – de distintas formas – jueces, veedores, delegados, dirigentes, y hasta algún miembro del Tribunal de Penas que suele concurrir a las canchas; pero, si no aparece el informe del árbitro, “aquí no ha pasado nada”.

ANTECEDENTES. En esta temporada – de la que transcurrieron solamente tres meses – son demasiadas las agresiones reportadas, y en un amplísimo porcentaje se concretaron en las divisiones “menores”. Quizás esta estadística les sirva a quienes ocupan el plano de decisiones para obrar en consecuencia. Por ejemplo – como opinión – determinar el espacio etario que debería involucrar el término “veterano” y de allí disponer quiénes cuentan con requisitos para estar bajo la tutela de la Liga, y no que esta tenga que cobijar a “jóvenes” con el ímpetu y la creencia de ser los mejores. Por supuesto que para muchos – y lo dicen – sería perder la jerarquía que la institución ha conseguido en los últimos años, en la que reiteradamente se ha tomado como estandarte de éxito la cantidad de equipos intervinientes; sin embargo ¿la cantidad garantiza la calidad?

CUESTA CREERLO. Y, aunque cueste creerlo, todavía suenan voces desparramadas en el ámbito de la Liga que conllevan la intención de conseguir una amnistía; y ocurre que la secuencia inicia en la indisimulable competitividad que ha caído “el juego del fútbol” que organiza la entidad; ya solamente en el tercer tiempo o a la hora de los festejos se escuchan las palabras divertimiento, amistad y confraternidad. Se ha llegado a una plano tan resultadista que asemeja a una batalla en la que tenemos que “matar o morir”, aún a costa de quien quiera impedirlo, llámese árbitro, oponente o quien sea. Por éste afán, se han informado serias (e injustificables) lesiones en jugadores y propiciadas por sus propios pares, y que los llevaron a la limitación de acción en alguno de sus miembros, y esto es grave. Es hora de parar la pelota – en el sentido literal - si se toma como necesario para suprimir tanta violencia, tomarse el tiempo para limpiar el campo de juego, y cuando los actores tomen conciencia de que ellos pueden ser los que salgan de sus hogares para jugar, sin saber cómo regresarán, retomar el sendero con los que estén predispuestos a concurrir a pasar un rato jugando fútbol, DIVERTIRSE, CONFRATERNIZAR Y CONSEGUIR AMIGOS.

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