Opinión

Excepción, no regla

lunes, 12 de agosto de 2013 00:00
lunes, 12 de agosto de 2013 00:00

La Liga de Veteranos de fútbol suspendió la fecha del sábado. Lo hizo en coordinación o acatando una “decisión tomada” de los señores árbitros, a raíz de las agresiones que recibieron dos de sus socios en la tarde del 3 del corriente.
No se trata de problema nuevo ni cosa que se parezca. En un gran porcentaje de las fechas disputadas hasta aquí, en este año 2013, se produjeron numerosos incidentes, varios de los cuales terminaron con agresión a los “soplapitos”.
Es decir, ocurre en Catamarca y entre los veteranos algo que en el mundo entero es un hecho excepcional. ¿O en alguna parte del planeta se dan estas noticias de que cada semana un jugador de fútbol, mayor de edad, hace justicia por mano propia contra un árbitro?
Si las cosas son así, entonces hay que aceptar y asumir el problema. Si esta situación no se puede frenar, lo que cabe no es postergar una fecha, sino suspender el campeonato. Y la decisión no tiene necesariamente que ser de la Liga de Veteranos, sino de la secretaría de Deportes al aplicar el poder de policía que tiene el Estado.
¿Cómo se puede concebir que en una competencia futbolística, que debería ser de alegría por parte de quienes en el último tramo de su vida tienen la posibilidad de practicar deportes, todos los sábados salgan alienados que, a las trompadas, pretenden descargar sus frustraciones? ¿La Liga creerá acaso que con aplicar suspensiones de largo alcance se soluciona el problema? ¿Los señores árbitros pensarán que con refuerzos policiales tendrán garantizada su seguridad física?
Creemos que en la respuesta a estos interrogantes pueden comenzar a buscarse las soluciones, si es que efectivamente las hay, cosa que dudamos.
Nosotros no vamos a defender a quienes les toca administrar justicia en una cancha de fútbol. Ellos también aportan “leña al fuego” cuando técnicamente no están preparados para dirigir, cuando no tienen buen estado físico o cuando provocan con gestos o palabras inapropiadas a los jugadores, situaciones que deberían ser revisadas por quienes conducen las asociaciones de árbitros.
Pero el tema es que nada justifica una agresión que, en síntesis, es un acto de cobardía. Ni aun cuando los jueces se hayan equivocado en la sanción de un gol, de un penal o de lo que fuera, hasta en la definición de un campeonato. Nada puede derivar en violencia extrema.

¿Y los clubes?

Hasta aquí y desde hace mucho tiempo, cuando se analiza el comportamiento de los veteranos, mucho se habla de la conducta de los jugadores, de la severidad del tribunal de penas, de los correctivos de la Liga, de la necesidad de colocar veedores o fuerzas de seguridad en las canchas donde se juega.
Todo esto ha fracasado y, sin embargo, se repite el mismo estribillo sin solución de continuidad. Durante varios mandatos presidenciales -Víctor Herrera, Carlos Tapia, Juan Liendo, y ahora Pedro Medina- escuchamos igual cantinela, pero los violentos siguen haciendo de las suyas y meten en una misma bolsa a quienes actúan con corrección, que son la gran mayoría.
De lo que nunca se habló es de la responsabilidad de los clubes afiliados a la Liga, que son los que eligen a los jugadores de las diferentes categorías, pero jamás hacen la distinción de separar a los “buenos” de los violentos, a los que todos conocen y se les permite jugar tranquilamente sin reparar que, tarde o temprano, van a reaccionar conforme a su naturaleza.
Pareciera que a los clubes poco les importa los requisitos de conducta. Ellos quieren ganar “sí o sí”, y en esos objetivos aceptan a cualquiera. Total, si es que se “mandan una c…”, lo suspenden a él y se acabó la historia. Buscan otro, quizá más violento que el reemplazado y ya está. Así sigue la historia, hasta que los titulares de los diarios anuncian otra agresión. Recién entonces regresan las voces de alarma en la Liga de Veteranos, solucionan el problema coyuntural con cualquier “parche”, pero todos son conscientes de que el flagelo de la violencia no ha sido extirpado. Tarde o temprano volverá, porque lo que se necesita son soluciones de fondo y a éstas nadie las quiere tomar.
Ahora que se produjo la suspensión de la fecha, se nos ocurre pensar que es hora propicia para disponer medidas en serio.
Una de ellas, aparte de expulsar a los agresores, sería la de suspender a los clubes por haber permitido que se consumen hechos de violencia.
¿Cómo sería esto? Al club de quien le pegó a un árbitro se lo castiga con una, dos o las fechas necesarias de suspensión para la categoría en la que sucedió el hecho o, más duro todavía, esa suspensión con pérdida de puntos que afecte a todas las categorías del club infractor.
De esta manera, los dirigentes habrán de preocuparse en serio de no fichar a cualquiera y los integrantes de un equipo determinado evitarán que la locura de un violento los termine perjudicando a todos.
¿Qué las suspensiones y pérdidas de punto podrían generar represalias y disminuir el número de participantes? Puede que sea así, pero eso es un mal menor. Aquí hay que extirpar la violencia y todos, incluidos los árbitros, tienen responsabilidades.
Ya se sabe. Hay que tomar decisiones de fondo, aunque sean dolorosas. Con policías en la cancha no alcanza. Con la pena a las bestias tampoco. Es la hora de que los dirigentes de la Liga y de los clubes asuman responsabilidades. Si no lo hacen, se dará en Catamarca lo que no ocurre en ninguna parte: que la violencia no sea la excepción, sino la regla general.

El Esquiú.com

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