Fútbol

El legado de un patriarca

lunes, 2 de septiembre de 2013 00:00
lunes, 2 de septiembre de 2013 00:00

Si desandamos el tiempo marcado por el sentido inverso al movimiento de las agujas del reloj, en el barrio Norte, nos encontraríamos con la imponente figura de Juan de la Cruz Saseta, al que se lo conocía como “El Patón”. A él le gustaba que lo llamaran así.
Resulta difícil construir una semblanza de alguien que supo tanto de narrativa y a quien la naturaleza dotó de un gran porte físico, como para almacenar tantas virtudes.
Me contaron que en el año 1937, en la esquina de Perú y Maipú, vieron a Juancito, de tan solo 7 años, junto al “Colorao” Galván, formar un equipo con una estrella roja en las camisetas malla al que llamaron “Estrella del Norte”. Lo hicieron para enfrentar a la “Junín”, de “Pocholo” Cano, y al boulevard Belgrano, del “Gringo” Ávalos. En la canchita de Maipú al 100, rodó la de trapo. El desafío se transformó en polvareda, con bolsillos de trompos y rodillas color tierra. Allí se manifestó su inquietud.
Ya más grandes, la amistad los trasladó a la vieja cancha de la Normal, la escuela en la que estudiaban, donde estrenaron la pelota “con abrochaduras”, comprada con muchos aportes de 20 centavos, que adquirieron en “Los dos Chicos”. Allí se armó el equipo del barrio al que llamaron “Argentinos del Norte”, para participar en cuanto campeonato se realizare en la ciudad o en Las Chacras. Allí apareció el líder.
¡Cuántas anécdotas vividas! Se recuerda aquella cuando le tocaba definir el campeonato contra “El Terror”. Según la historia narra: “Y en la final, el corazón puesto en cada penal, pateada con la Luna como espectadora, alpargata en la mano y el gol en el abrazo de todos”. Allí ganó el caudillo.
No se olvida la vez que en La Carrera, en la final con los locales, se armó un lío y llevaron a dos de los nuestros a la comisaría de Piedra Blanca. Abogaste por su libertad y quedaste demorado. Los changos te hicieron “el aguante”, hasta que don Portabales los hizo liberar. Volvieron victoriosos, con las lágrimas de las madres esperando en el barrio. Allí se demostró su valentía.
Así nació Defensores del Norte. De estos jugadores, con “El Patón” Saseta jugando de centro “half”, con la “5” en la espalda, amasando la de cuero con la “45”, transpirando la banda verde, gritando los goles y festejando los triunfos en lo de Doña Ofelia de Esparza. Pero también, como pocos, volvió cuando ello necesitó. Es la prueba de su bondad.
Se recuerda, cuando en 1947, vino Ñuls de Rosario a Catamarca y, luego de perseverar en la búsqueda del presidente de los “rojinegros”, lograron que esa institución donara las camisetas para Defensores. Esa es el alma del dirigente.
Después, te fuiste a estudiar a la Docta y, cada vez que venías, se armaba un revuelo en la changada; la que se congratulaba con tu presencia, como si quisieran que esos momentos no pasaran nunca.
Volviste y te pusiste el buzo de DT y desde el banco sufrías el 4 a 0 que “La Juve” del boulevard Mitre nos propinaba para el jolgorio de José Luis, quien, desde la platea, gritaba “juegue la clase, juegue”. Pero bastó que dieras las indicaciones correctas y, con el sacrificio de todos, la magia del “Tucumano” Quevedo, el desborde de Mauricio Cancino y los goles de “Quiroguita” se pusieran las cosas en su lugar, con el 5 a 4 final. Allí se vio al conductor.
Luego formaste tu familia y abrazaste el sacerdocio del periodismo, para darle voz a los sin voz. Tu pluma fue la lanza en defensa de los humildes, lo que te alejó físicamente del club, al que siempre tenías presente en tu pensamiento.
El barrio Norte es un jardín en el que, en el otoño de los años, amarillan sus flores de pétalos, que caen para ser nutrientes de nuevas flores; y Dios se llevó a una de ellas, la de Juan de la Cruz Saseta.
No te diremos adiós, porque cuando flaqueen las fuerzas de Defensores del Norte, vos estarás presente con tu inquietud, tu liderazgo, tu valentía, tu bondad. Y cuando algún changuito nos pregunte por el “Patón” Saseta, lo tomaremos de la cabeza y mirando al cielo le diremos: “Había una vez, una enorme persona que cosechó muchos amigos y fue fundador del Defe...”.

 

Hugo Antonio Esparza
(“Pacha”)

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