Ángel de la Cruz Barrionuevo
El pitazo final de un árbitro con personalidad
La historia del fútbol tiene sus protagonistas. Algunos demasiado visibles, otros casi invisibles. Entre todos, al final, conforman la pasión del deporte más hermoso del mundo.
En la previa de cada confrontación, invariablemente, se percibe la alegría, el color y el festejo, que se hace más estentóreo con el ingreso de los equipos a la cancha. Todo es fiesta, lo sabemos, pero también hay ansiedad por la salida de los máximos responsables de administrar justicia: los árbitros.
Y es por ello que deseo destacar la tremenda responsabilidad que rodea a los profesionales del arbitraje. No en vano su labor es de las más ingratas, a pesar de la dignidad y capacidad que deben exhibir antes, durante y después de un partido.
También ellos, seamos reconocidos, forman parte del espectáculo. Sin embargo, pocas veces ganan los titulares de revistas o portadas de los grandes diarios. Tampoco, en los puntajes que otorgan los periodistas, son valorados. Únicamente, al parecer, la figura del árbitro cobra vigencia cuando es parte de una discusión o una polémica. Si no hay grandes novedades, pasa desapercibido, pero nadie reconoce que esa falta de novedades puede ser el resultado de una buena administración de justicia, la que se lleva a cabo a través de la aplicación correcta del reglamento. Sí. El árbitro es el máximo responsable de que los pleitos futbolísticos finalicen con normalidad.
Por esto y por mucho más, deseo rescatar la dilatada campaña de un verdadero profesional del referato: Ángel de la Cruz Barrionuevo. Nacido el 28 de septiembre de 1947, acaba de cumplir 70 años. Es retirado de la Policía provincial, está casado con Cristina Castro y tiene tres hijos: Ángel Martín (40), árbitro nacional como él; Vanesa (38) y Cristian Juan (36).
Su campaña
Sus inicios en el universo del fútbol fueron como jugador. Lo hizo vistiendo los colores de Coronel Daza, la representación de la Banda de Varela. A finales de la década del 60, vaya a saber por qué, cambia su condición de jugador por lo que sería su pasión: ser árbitro.
Hacia 1971 arranca dirigiendo partidos de 5ta división de la Liga Catamarqueña que, en aquel entonces, era presidida por don Francisco Luis Florimonte. En el ‘73 es promocionado a la Primera B y un año más tarde, hasta su retiro, se desempeñó como árbitro de primera.
En 1989 es nominado árbitro provincial y el 29 de octubre de 1992, luego de completar el plan de estudios dispuesto por la AFA, recibe el título de árbitro nacional. El juez internacional Roberto Goicochea y el expresidente de AFA, don Julio Grondona, refrendan y le entregan el preciado diploma.
Larga trayectoria
Su condición de “soplapito” le permitió trascender los límites de Catamarca. Después de haber conducido con solvencia los grandes clásicos de las Ligas Catamarqueña y Chacarera, dejó huellas profundas de su capacidad y autoridad en casi todas las provincias de la Argentina. De esta manera, fue protagonista de grandes enfrentamientos de los que participaron equipos como Juventud Antoniana (Salta), Desamparados (San Juan), San Martín y Atlético Tucumán, Central Córdoba de Santiago del Estero, Gimnasia de Mendoza, Gimnasia de Jujuy, como también equipos porteños: All Boys, Nueva Chicago o Almirante Brown, entre otros.
Tuvo Ángel de la Cruz presencia viva en certámenes regionales, la Copa Beccar Varela y en los torneos del interior, sea como árbitro o lineman.
En 1997, sus conocimientos sobre el reglamento y su solvencia en los campos de juego lo llevaron a ser designado, por Luis Guillermo Toloza, director de la escuela de árbitros. Inmediatamente siguió como instructor de las dos Ligas del Valle Central.
Diversas instituciones del medio supieron reconocer su trayectoria, larga experiencia, criterio y personalidad. También lo hicieron dirigentes, colegas y los propios jugadores.
Sus reconocimientos
A la hora de hablar de los árbitros en general, Barrionuevo recuerda a muchos, pero destaca especialmente a algunos jóvenes y a pioneros del referato. Con un dejo de nostalgia nos nombra a Rolando Maestú, Juan Carlos “Cachila” Albarracín, José “Pepe” Tula, Luis “Lucho” Ibáñez, Luis “Lucho” Toloza, Manuel “Malacara” Villagra, Justo Toledo, Joaquín “Negro” García, “Taza” López, “Pierna” Brizuela, Lucas “Tero” Ibarra, Juan Rivero, Juan Ponce, Luis “Mortadela” Burgos, Juan Carlos y Víctor “Chirola” Dumitru, Ramón “Santiagueño” Bazán, Joaquín “Diablo” Córdoba, Tomás “Pesuña” Núñez y Rolando Moreno, entre muchos más.
Aparte de estos nombres, hace especial hincapié en la figura de Francisco Lindes, el exjugador de Tesorieri y más tarde árbitro, a quien le dedica estas palabras: “Fue mi maestro. Me inculcó normas de respeto, me aconsejó como buen amigo y me preparó para ser mejor persona en el camino del arbitraje”. Además, extiende sus reconocimientos a dos expresidentes de la Liga Catamarqueña, Francisco Florimonte y Pedro José Toloza y al dirigente Adán Rodríguez, a quienes admira por su contribución a la organización del fútbol.
Por último, reconoce como fundamental el apoyo que, en forma permanente, recibió de su familia.
Ángel Orlando Arréguez
DNI 7.795.735
“Si la querré a la pelota”
Para finalizar, la reflexión de un gran referente del arbitraje argentino:
“…miren si la querré a la pelota que cuando salía a la cancha, antes del pitazo inicial, la agarraba entre mis manos y le daba un beso grandote”.
“La regla N° 2 del fútbol habla justamente de lo que más nos importa a todos: la pelota. Jugadores, árbitros, hinchas, periodistas, cocacoleros…todos vivimos por y para ella, la reina del juego. Sin esa bola hermosa no habría fútbol y nuestra vida sería bastante más triste. Es la que nos da de qué hablar, de qué discutir, nos regala motivos para abrazarnos o enojarnos, y nos da, como en mi caso, de comer. Si no fuera por mi proximidad con la pelota no hubiera pisado nunca el verde césped de La Bombonera, ni el Monumental. Nunca hubiera ido a los Juegos Olímpicos de 2008, ni al mundial de Sudáfrica 2010. No habría tenido el placer de tirar la moneda ante las atentas miradas de Cafú, Marcelo Gallardo, Iker Casillas, José Luis Chilavert y tantos otros capitanes de lujo”.
“Sí, como leen, considero que recién ahí me gradué. Siempre sostuve que un árbitro se recibe de árbitro cuando deja de ser árbitro. Es un juego de palabras que estuve convencido desde el principio hasta el final. Uno siempre tiene cosas por mejorar, por eso, el diploma al árbitro debería entregarse una vez retirado, porque ahí ya no le quedará nada por aprender”.
(De su libro “¿Qué cobrás?”/MI autobiografía-Héctor Baldassi, Árbitro Internacional Argentino-Editorial Planeta-2016).