Huracán festejó en el clásico y dejó más hundido a San Lorenzo

domingo, 20 de octubre de 2019 20:52
domingo, 20 de octubre de 2019 20:52

El local manejó el partido de principio a fin en Parque Patricios. Fue 2-0 con goles de Barrios y de Coniglio, uno en cada tiempo.

“Mami te amo, pero hoy juega Huracán”. La cartulina blanca con letras rojas se agitaba en la Alcorta. La fiesta quemera en el día de la madre fue completa. Esta vez la paternidad histórica de San Lorenzo no sirvió de nada. Huracán volvió a ganar un clásico de la mano de Apuzzo. La determinación del Globo fue mucho más que un Ciclón apático, que apenas pateó una vez al arco en 90 minutos. El 2-0 le da impulso al DT interino del local y lo llena de dudas a Juan Antonio Pizzi, que acumula cuatro derrotas en las ultimas cinco fechas y se aleja de la cima.

Decisión para salir desde el vamos disparados hacia adelante. Decisión de imponerse sobre el rival. Decisión de plantar bandera y atacar porque la prioridad es ganar. Decisión de tomarse el clásico como tal. La diferencia entre uno y otro en el inicio del partido fue ni más ni menos que esa. Uno, Huracán, tuvo decisión en todo momento; el otro, San Lorenzo, no demostró lo mismo. Y se notó sobre el impecable campo de juego de un Tomás Adolfo Ducó vestido de gala para la ocasión.

Veinticinco segundos tardó el local en pisar el área del vecino de toda la vida. Se gritó penal, pero no fue infracción de Ezequiel Cerutti sobre Rodrigo Gómez. Esa jugada fue el aviso: Huracán y su determinación iban a aumentar la temperatura de la fresca y gris tarde dominguera.

Los de blanco respetaron el guión escrito por Néstor Apuzzo desde un interinato que pretende que se transforme en su segundo ciclo como entrenador estable del Globo (el primero fue en 2015). Y cada cual se apegó al pie de la letra a su papel asignado. Por eso, Huracán hizo un primer tiempo genial, prolijo, con situaciones, gol y sin sufrir en su área. De lo mejor en mucho tiempo.

El 4-4-2 para defender y recuperar viraba velozmente en un 4-2-3-1 cuando los locales atacaban, con Droopy Gómez retrocediendo unos metros para comandar y Garro y Briasco trepando por cada costado. Esa transición tuvo mucho aceite en el dueño de casa. Por eso logró ser más que su adversario, que poco proponía.

Garro y Bogado probaron sin suerte desde afuera. Pero el premio al que buscó de entrada iba llegar más temprano que tarde. Fue el pibe Ibáñez -acierto de Apuzzo en darle lugar- quien se la robó limpia a un Fernando Belluschi improductivo, que se quedó tirado pidiendo un foul que no existió. La pelota siguió con Gómez por derecha, que tiro el centro para el cabezazo de la redención de Lucas Barrios (pareció apenas adelantado).

El 1-0 indicaba justicia en el marcador. San Lorenzo siguió en la misma sintonía que en sus últimos encuentros: con su imagen distorsionada. La única vez que generó peligro ante el arco de Silva fue cuando intercambiaron roles entre Belluschi y Ángel Romero. El paraguayo, aislado como nueve neto, bajó para avisar que estaba jugando, agarró el balón y habilitó al volante, que no pudo quebrar al 1 del Globo. No tuvo más chances el Ciclón, que careció de ideas tanto en lo colectivo como en lo individual.

La formación por la que se inclinó Pizzi no obtuvo la reacción esperada: sin Menossi y con Belluschi en muy bajo nivel, los azulgranas no tuvieron elaboración propia y los pelotazos -a la nada- abundaron. Resultó extraño que con tanto centrodelantero en el plantel, JAP haya decidido jugar sin un nueve natural. Recién lo puso a Alexander Díaz en el segundo tiempo.

Las polémicas calentaron el ambiente en el Palacio Ducó, que se la agarró con Fernando Espinoza. El árbitro estuvo rápido de amarillas con los jugadores del local, que otra vez pidieron penal cuando Garro cayó ante la marca de Bruno Pittón; pareció que ambos se estaban sujetando. Acto seguido, Araujo debió ser echado por un golpe en el rostro sobre Fértoli; ni falta cobró el juez.

El ingreso de Oscar Romero -por Belluschi- le permitió a la visita manejar más la pelota al menos. Claro que mucho tuvo que ver también el retroceso de Huracán en el terreno. Después de que Droopy perdiera el segundo (la pelota se desvió en Poblete y se fue cerquita del palo), los de Apuzzo resignaron el ataque y se abroquelaron para aguantar el resultado. Cerrarles espacios a los santos era la idea. Y funcionó. El Ciclón no pudo ni supo hacer nada de nada: no remató al arco. Y en un tiro de esquina, desde el piso Coniglio (tendría que haber visto la segunda amarilla por treparse al alambrado) le dio la estocada final a San Lorenzo para convertir el Ducó en un carnaval y celebrar que esta vez el más guapo del clásico más porteño de todos fue Huracán.

Fuente: Clarín

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