La Unión Obrera, el patio que cambió la historia

martes, 19 de octubre de 2021 01:17
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Promediando la década del ‘80 en el siglo pasado, el boxeo catamarqueño ostentaba una solitaria conquista a nivel profesional, la del pluma Oscar Díaz, de la cual ya había transcurrido por entonces más de un cuarto de siglo.

Años y décadas pasaron con grandes figuras amateurs y buenos prospectos profesionales que por diferentes razones no alcanzaron la gloria.

Como en el fútbol y otras disciplinas a nivel local, el interés popular no se reflejaba en logros de trascendencia. Pero la historia cambió, y en un período de apenas cinco años entre 1987 y 1992, Catamarca sumó cuatro campeones, iniciando una época dorada del pugilismo que se coronaría con un título mundial y se extendería más tarde con nuevas conquistas.

Increíblemente, las grandes hazañas y noches de gloria, se gestaron todas en un mismo lugar, precario y rudimentario, alejado de las condiciones e infraestructura que exige el deporte de alta competencia.

Aquellos cuatro campeones que grabaron sus nombres en la historia grande del boxeo argentino, entrenaban todos en el viejo gimnasio de la Sociedad Unión Obrera de Socorros Mutuos, para todos “La Unión Obrera”, sitio que fue devorado por el avance urbano y hoy ya no existe.

Ubicado en calle Sarmiento al 800, en pleno centro de la ciudad, del “gimnasio” apenas se conserva la fachada, y donde entrenaban los boxeadores se levantó un moderno edificio que guarda en sus cimientos irrecuperables leyendas.

 

Sólo un patio

El gimnasio de la Unión Obrera era sólo un patio de cemento. No tenía aparatos de ninguna clase, ni equipos como los que se utilizan hoy.

Para entrar en calor, los boxeadores trotaban en círculo, y luego saltaban la soga sobre simples tablones de madera que flotaban apoyados sobre ladrillos sueltos en sus extremos. Lo hacían allí para que no se endurecieran las piernas saltando sobre el piso.

Unas cinco bolsas o sacos de diferentes pesos se usaban para golpear, colgadas con ganchos de carnicería, y caían al piso si recibían un impacto fuerte.

Guantes y guantines viejos eran compartidos por profesionales y amateurs, como las viejas colchonetas para hacer abdominales.

En el mismo patio había un improvisado y peligroso ring, con piso de cemento y una inconclusa pared de unos 40 centímetros de altura pegada a un costado del cuadrilátero.

Cada uno llevaba y traía sus propias vendas, y tampoco había indumentaria. Ocasionalmente, en días de lluvia, llegaban a entrenar en los salones donde se jugaba al ajedrez.

Un ínfimo vestuario completaba las comodidades, lugar que era usado más para guardar las cosas que para cambiarse.

 

Mágico

Algo mágico había en la Unión Obrera, donde también se hacían algunos festivales.

Las instalaciones eran más que pobres, pero el recurso humano suplía todas las carencias.

Porque allí enseñaba “Cachín” Díaz, a quien todos miraban con respeto, y compartía estrellato con Luis Armando Soto, la gran figura de los ‘80, cuando otros talentos como Hugo Soto, Sergio Arréguez o Miguel Arévalo todavía eran amateurs.

Junto a ellos, entrenaban aficionados como Pedro Galván, Luis Luna, Sergio “Araña” Coria y Luis “Tatita” Monges, la mayoría de los cuales se hicieron profesionales, y otros que eligieron otras actividades, como el periodista Rodrigo González y el DT de fútbol Ramón “Pekerman” Narváez. Todos arrancaban con Ramón Barros, el maestro de las primeras letras, y después, si andaban bien, pasaban a manos de otro entrenador, como “Cachín” o Roberto Mema.

Era un ambiente sano, de compañerismo, con mucho esfuerzo y muchas ilusiones. Cada éxito individual alimentaba los sueños de los demás.

Desde la nada misma, un simple patio, Catamarca forjó uno de los capítulos más extraordinarios de su historia deportiva. Doble mérito para quienes lo hicieron, demostrándole a las siguientes generaciones que todo es posible.

 

Póker de campeones

Luis Armando Soto, Sergio Oscar Arréguez, Hugo Rafael Soto y Miguel Fabián Arévalo, fueron los cuatro boxeadores que, a fuerza de sacrificio, talento y coraje, llegaron a coronarse en el boxeo profesional a pesar de entrenar en condiciones precarias en el patio de la Unión Obrera.

 

Los principales entrenadores

Los entrenadores que trabajaban en la Unión Obrera eran, entre otros, el excampeón Oscar “Cachín” Díaz, gloria del boxeo argentino; el mendocino Roberto Mema y Luis “El Fiero” Bazán, que en los festivales también oficiaba de árbitro. Junto a ellos, había colaboradores permanentes como Ramón “El Rubio” Barros, el “Grandote” Díaz o el “Tucumano” Díaz, masajista a su vez de varios equipos de fútbol. A veces las prácticas tenían como espectador al elegante profesor Luis Federico Argerich, que asistía de impecable traje y corbata; y rondaban por allí futuros entrenadores como Luis Santiago Tapia, más conocido como “El Piji Bordón”. Las presencias frecuentes se completaban con el organizador de veladas Rafael Maldonado y, en alguna etapa, también asistía Alberto Trezza.

 

Allá por el 900...

Las asociaciones pioneras de Catamarca están vinculadas a la Iglesia Católica, que creó las primeras instituciones educativas a través de las órdenes franciscanas, jesuitas y carmelitas.

En 1880, el franciscano A. Argañaraz fundó el Instituto de Hermanas Terciarias de la Caridad, organización de enfermeras domiciliarias, más tarde extendida al resto del país.

En 1896, las Hermanas del Buen Pastor comenzaron a encargarse del primer Correccional de Mujeres de la Provincia. En agosto de 1855 se fundó la primera Sociedad de Beneficencia de Catamarca.

Uno de los primeros centros culturales de la provincia fue el Club Social, fundado con el nombre de Club Casino en mayo de 1869 y convertido en lugar de tertulias de la burguesía local. En 1871, se crearon por ley las Bibliotecas Populares con rentas propias, que se establecieron en todas las cabeceras de departamento y pueblos importantes.

Los inmigrantes que llegaron a fines del siglo XIX produjeron importantes cambios en las costumbres de la época. Los principales contingentes fueron de italianos, españoles y sirio-libaneses que, hacia 1872, fundaron la Sociedad Extranjera Europea de Socorros Mutuos, cuyo fin principal era la confraternidad entre los inmigrantes.

En 1889, esta asociación comenzó a sufrir un proceso de disolución a medida que fueron conformándose otras entidades que nucleaban –respectivamente- a las diversas colectividades. Así, en 1890, se creó la Unión Italiana de Socorros Mutuos, luego Sociedad Italiana; en 1889, la Sociedad Española de Socorros Mutuos y, en 1910, la Sociedad Sirio Libanesa.

Hacia 1896, el sacerdote Federico Grote, quien había creado un centro obrero en Buenos Aires, llegó a la provincia y fundó el Círculo Obrero de Catamarca.

En la misma línea de acción, pero con un sustento ideológico diferente -más cercano al socialismo-, se constituyó en 1904 la Unión Obrera de Socorros Mutuos.

Poco a poco la entidad fue perdiendo esplendor, y por décadas funcionó en un caserón de calle Sarmiento al 800, del cual se conserva apenas la fachada.

Allí, donde ahora hay un edificio, se formaron las mayores figuras de toda la historia del boxeo catamarqueño.

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